domingo, 16 de marzo de 2014

En torno a la dignidad

Nunca las mayorías hicieron nada sin que unas minorías concientizadas las empujaran, pero lo grave del momento presente quizá sea el hecho de que, salvo honrosas excepciones, las mayorías no hacen nada ni aun empujándolas. ¿Será que perdieron por completo el sentido de la dignidad?


El conjunto de noticias relacionadas con las marchas de la dignidad que están arrancando de diversos puntos del territorio español para manifestarse en Madrid el próximo 22M me trae a la memoria la película de Juan José Campanela titulada “Luna de Avellaneda”, protagonizada por Ricardo Darín. Para quienes no la hayan visto va un resumen a pie de página.

Debo advertir que no entendí esta película hasta que en julio de 2010 tuve ocasión de visitar la fundación Pelota de Trapo, en Avellaneda, lo cual me permitió ver el deplorable estado en que quedó aquella población después que las políticas neoliberales deslocalizasen las fábricas que le daban vida. La imagen de aquella ruina y toda la información relacionada que he ido acumulando es quizá lo que ahora me la trae a la memoria.

En el debate sobre la conveniencia de vender el club a una empresa para construir allí un casino, el socio interesado en la venta argumentaba que se crearían puestos de trabajo que permitirían a todos vivir dignamente. Insiste a lo largo de su discurso en que se trata de vivir dignamente, de recuperar la dignidad que les fue quitada por la ruina económica que estaban padeciendo. A lo cual el protagonista le replica algo más o menos así: “Yo no sé ustedes, pero yo no tengo necesidad de recuperar mi dignidad porque nunca la perdí. Mi dignidad no depende de mis ingresos. Para sentirme digno me basta con merecer la estima de mi mujer mi hijo y mi hija y la de las personas que amo y que me aman”.

Ahí aparecen enfrentadas dos formas de entender la dignidad. Una está condicionada a la economía, a los ingresos, al nivel adquisitivo. La otra se asienta en la conducta personal. Para esta, digna es la persona que lleva adelante su vida conforme a sus principios, que afronta según ellos lo que le llega, sea cual sea su circunstancia. En el primer caso lo que prima es la economía y el nivel social, en tanto que en segundo lo que rige es la ética.

En la lucha del pueblo ante el brutal ataque neoliberal que estamos padeciendo vemos que tienen cabida ambas formas de entender la dignidad. Por una parte se está luchando por salvar lo que nos roban, tal como son los medios de vida y los servicios básicos. Por otra, se lucha contra el abuso que los políticos cometen sobre el pueblo. Es una sola lucha que abarca ambas motivaciones.

Más allá de lo económico pero sin excluirlo está lo moral, lo humano, la dignidad que pretenden pisotearnos. Somos pueblo, seres humanos. No somos bestias ni mercancía en manos de los administradores del poder capitalista. Nadie con sentido de la dignidad debe olvidar nuestra condición humana, nadie, ni el pueblo agredido ni los impúdicos agresores. De ahí que debamos recordárselo mediante firmes acciones disuasorias. Y de ahí también el justo nombre que reciben esas MARCHAS DE LA DIGNIDAD que tienen prevista su llegada a Madrid el próximo día 22.

Quienes gobiernan no atienden a razones. Se hicieron con el poder al instaurar unas normas de juego antidemocráticas y las defienden a capa y espada. La trampa constitucional es su baluarte. Nos impusieron una legalidad que les da ventaja y la defienden con todo el aparato estatal de que disponen. Es la opresión legalizada. Es la tiranía del estado capitalista sobre el pueblo. Es el enemigo que nos asedia día y noche. Es el enemigo que debemos derrotar si queremos seguir existiendo en tanto que seres humanos libres.

No seremos dignos de la estima de quienes nos sucedan si no luchamos por defender los derechos que el capitalismo nos roba día a día. Son nuestros derechos y son los de nuestros hijos. Nuestra generación se ha beneficiado de las luchas que sostuvieron las generaciones que nos precedieron. Hoy somos nosotros quienes estamos en el frente. No cabe sino comportarse con la dignidad que nos corresponde.

Nuestra lucha será posible si nos unimos en plataformas vecinales, sectoriales, o del orden que sea, pero que compartan los principios básicos de una vida digna. No lo será en la medida que nos inhibamos, que nos quedemos en casa esperando que otros den la batalla. Tarea nuestra es llamar a la puerta vecina, explicar lo que está ocurriendo, invitar a la gente a sumarse del modo que pueda a esta lucha que atañe a todo el pueblo. De no hacerlo así, nuestra derrota está cantada. /PC

http://www.filmaffinity.com/es/film629789.html
Luna de Avellaneda, un club de barrio que vivió en el pasado una época de esplendor, está atravesando una crisis que pone en peligro su existencia. Al parecer, la única salida posible es que se convierta en un Casino, pero esto se aparta de los ideales y de los fines para los que fue fundado en los años 40: un club social, deportivo y cultural. Los descendientes de los fundadores se debatirán entre la posibilidad de salvarse a cualquier precio o conservar el espíritu original del club.


 

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