miércoles, 25 de mayo de 2016

Tras leer el libro de Claude Lacaille “En misión dans la tourmente des dictatures” *


Hace años, cuando todavía pensaba que los cristianos podían cambiar el mundo, imaginé una huelga de la feligresía católica que consistía en negarse a entrar en los templos en tanto la Iglesia Católica Romana en peso, con su jerarquía al frente, no encabezase acciones directas contra quienes causan la pobreza en el mundo. Imaginaba piquetes de fieles concienciados frente a los templos, con pancartas y carteles que explicasen sus reclamos, interpelando a quienes pretendían entrar para participar en rezos y liturgias. Una huelga indefinida, como debe ser toda huelga que se precie y de verdad quiera obtener la victoria. Eso y más cosas me han venido a la cabeza después de leer lo que Claude Lacaille cuenta de sus años de compartir la lucha de los pobres en América Latina.

Lo primero que me trajo a la memoria esa fantasía piquetera que recuerdo fue su “Carta Abierta al Cardenal Ratzinger” que ya en su día leí. En ella prescinde de protocolos y jerarquías y tratándole de hermano en la fe cristiana le señala la obligación que ambos tienen de ponerse al lado de los desposeídos como se puso el Jesús de los evangelios, tras lo cual le reclama respeto por quienes abrazaron la teología de la liberación y la opción por los pobres.

Nunca llegué a escribir aquella fantasía porque además de parecerme una idea poco menos que esperpéntica pensé que produciría un efecto contrario a lo que yo me proponía, que era movilizar la conciencia de ese catolicismo tibio que Lacaille señala en su libro y avala con una cita de San Pablo. Por eso y porque pensé que reforzaría el rechazo de la religión a los no creyentes, algo que tampoco nos lleva a parte alguna. Pero sí que me acerqué a ese tema en una serie de escritos que tenían como lugar común “orar en tierra de nadie”, en los cuales señalaba la poca diferencia que observaba entre la forma de vida de las personas creyentes y las que no lo eran. En ellos yo exponía mi honda convicción de que no es cristiano ese catolicismo que me rodea y me ha rodeado siempre. Que no lo es porque enciende “una vela a Dios y otra al diablo”, algo que el mismo Jesús del evangelio condena claramente. Las personas católicas de mi entorno, con sus clericales pastores al frente, aman como quien más al poder y al dinero, con lo cual dan callado soporte a ese capitalismo atroz que causa miseria y sufrimiento y destruye a la humanidad entera.

También me transportó a mis años mozos la referencia que hace de la encíclica de Pablo VI en la cual prohíbe el uso de anticonceptivos a los fieles católicos, que acá ya era preceptivo en tiempos de Pío XII aunque no hubiese una proclama pontificia que así lo dijera. ¡Cuántas buenas almas piadosas tuvieron hondos sentimientos de culpa por causa de la intromisión de la moral católica en su lecho matrimonial! ¡Qué lejos del pueblo ha estado siempre la Iglesia Católica Romana!

Más adelante, cuando expone el silencio de la jerarquía eclesiástica chilena ante el sangrante atropello que perpetraban los militares contra el pueblo, en contraste con las comunidades de base que se unían a la resistencia, recordé la connivencia de las autoridades eclesiásticas españolas con la dictadura fascista del golpista general Franco, responsable de miles de asesinatos, no tan solo por haberse alzado en armas contra un régimen republicano legalmente establecido sino por la limpieza ideológica que ordenó tras su victoria, con más de 120.000 fusilados, lo cual lo sitúa justo detrás de Hitler y Stalin entre los genocidas de la Europa del siglo XX.

Son muchas las calamidades vividas que me ha traído a la memoria la lectura de ese libro. Desgracias que han marcado la vida de millones de personas en mi país y muchas en mi entorno. Pero lo que más me ha impactado de esta narración es el contraste entre la valentía de aquel pueblo que se rebelaba contra la criminal injusticia que padecía y la mansedumbre que se respiró durante años acá en la España de posguerra, la cual se ha prolongado hasta alcanzar nuestros días.

Actualmente tanto acá en Europa como en América Latina el capitalismo neoliberal está atacando con una crudeza impresionante. No se vale de los militares, como en el siglo pasado, sino del control del pensamiento colectivo a través de los medios de comunicación. A partir de ahí, políticos y jueces custodiados por fuerzas policiales imponen leyes esclavizantes. Precariedad de vida por causa del desempleo programado y el robo de impuestos que hacen los gobiernos, acompañado de golpes blandos en América Latina. Esos son los procedimientos de que se valen las clases dominantes para afianzar su estatus en este siglo XXI.

La pregunta que cabe hacerse es: ¿reaccionarán los pueblos de Europa y América Latina y se opondrán a esta brutal agresión del capitalismo? Queremos pensar que sí, porque tenemos la firme convicción de que el mundo se mantiene en pie gracias a la lucha de quienes no se rinden, de quienes día a día se oponen a la codicia de los poderosos en los muchos frentes que frenan sus embestidas.

No quiero terminar sin aplaudir de corazón a todos los pueblos que han luchado y luchan contra la opresión, así como a las personas de quienes tengo noticia que esas luchas han compartido. Entre ellas está Claude Lacaille, que cierra las páginas de su libro con esos versos de Violeta Parra que dicen “gracias a la vida, que me ha dado tanto”.


De verdad puede darlas. Lean su libro y saquen conclusiones. /PC


* Claude Lacaille, Les Éditions Novalis inc 2014. ISBN 978-2-89688-050-8

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https://ecupres.wordpress.com/2016/05/26/tras-leer-el-libro-de-claude-lacaille-en-mision-dans-la-tourmente-des-dictatures/