miércoles, 26 de diciembre de 2012

¡Humo, humo, humo!


Es la traducción al castellano de “fum, fum, fum!” el título del villancico catalán por excelencia. Una ancestral proclama del fuego que por estas fechas se enciende en el corazón de todo ser humano ante la esperanza del renacer de la vida. La Tierra se mece, su eje bascula, el día crece, recomienza el ciclo del año en el hemisferio boreal y lo celebramos con la fiesta de Navidad, el nacimiento de Jesús, símbolo de vida en el mundo cristiano.

Pero en esta Navidad 2012 el humo también nos indica otra clase de fuego: el fuego de la indignación de los sometidos, hartos de llevar a cuestas a quienes los oprimen y explotan. Los de arriba han tensado demasiado la cuerda y los de abajo se han encendido. Ya era hora. Ya tocaba. Ya basta de tanta indignidad. Es hora ya de poner las cosas en su sitio y comenzar un nuevo ciclo de vida, más justo, más humano, más coherente, más digno.

Desde que guardamos memoria, la humanidad se mueve en derredor a la injusticia. Los violentos imponen su ley y los poderosos oprimen a los débiles. Todo el mundo acepta esa indigna relación como un hecho irreversible. Lo acepta hasta que se harta, hasta que no aguanta más. Entonces se rebela.

Navidad es tiempo de paz, sí pero, ¿de qué paz? No de la paz que imponen los poderosos, alzada sobre la violencia, la desigualdad y la injusticia. No. La paz de Navidad es la paz del amor que se manifiesta en la hermandad, en el respeto, en la justicia, pero no en la sumisión.

La sumisión no es paz sino guerra aplazada. El sometido no se rebela mientras no puede o mientras teme no poder. Pero teme hasta que se da cuenta de que si quiere, puede. Entonces la paz, esa falsa paz que se aguantaba por los pelos, se viene abajo.

Se nos ha dicho una y mil veces (cabe pensar que con la intención de hacérnoslo creer) que la paz no tiene precio. Pues no, no es cierto. La paz tiene un precio que es el diálogo, según señaló en 1998 el obispo vasco José M Satién con motivo de una tregua que el grupo armado ETA ofreció al gobierno español a cambio de diálogo, ofrecimiento que fue rechazado. El conflicto que entonces ardía era la independencia de Euskadi, por la cual luchaba ETA. Por eso monseñor añadió que para garantizar la paz, la Constitución española de 1978 debiera contemplar el derecho a la autodeterminación del pueblo vasco. Lo mismo cabe decir ahora referente a la independencia de Cataluña.

Decidir los propios compromisos, las propias relaciones, es un derecho natural de todo ser humano y, por consiguiente, de todo pueblo. Nadie, ni persona ni pueblo, tiene que someterse a nadie. La sumisión forzada es un acto de violencia que merece estar penado en los pueblos al igual que en las personas.

Pueblo es el conjunto de los habitantes de un país unidos por vínculos naturales y sociales. Nación es un conjunto de individuos unidos por vínculos diversos, con una historia común que les da carácter propio y una voluntad de organización y proyección autónoma que los impulsa a dotarse de instituciones de gobierno propias y convertirse en estado. De ahí que quien dude de la condición de nación del pueblo catalán solo tiene que mirar nuestra historia. Tenemos una lengua propia, tan antigua como todas las lenguas románicas las de los pueblos que nos rodean, así como instituciones políticas de las más antiguas de lo que hoy es Europa. Son hechos históricos registrados desde antiguo, de los cuales solamente con mala fe se puede dudar.

La mala fe viene de la codicia, del egoísmo, de la falta de respeto, sentimientos bien contrarios al espíritu de la Navidad cristiana que celebramos. De ahí que debamos aprovechar el fuego navideño que nuestro “fum, fum, fum!” anuncia, para explicar de forma clara y comprensible a quienes todavía no lo entienden, que los pueblos, al igual que las personas, se entienden dialogando desde el respeto, desde la igualdad, no desde la imposición ni la violencia ejercida por el fuerte sobre el débil.

Hay que explicar y hacer entender que los intereses de los poderosos no deben priorizarse a los derechos de los pueblos. Que un pueblo es mucho más que los intereses de los ricos. Que las personas son antes que el dinero. Que no hay nada que justifique la violencia, como no sea la propia defensa. Que el pueblo tiene derecho a manifestar su rechazo a todas las injusticias a las cuales se le somete. Que los políticos embusteros que no cumplen las promesas que hicieron durante la campaña electoral debieran ser juzgados como estafadores. Que agredir y apalear a la gente que protesta es un acto de violencia que me rece ser castigado, tanto en quienes lo hacen como en quienes lo ordenan.

¡Navidad! ¡Nada por encima de los derechos humanos! ¡Que el fuego que anuncia nuestro “fum, fum, fum!” nos dé coraje y fuerzas!

jueves, 20 de diciembre de 2012

Feliz Navidad



Que el Espíritu de la Navidad alcance:

A quienes la toman como una fiesta de luces y campanillas y la celebran echando la casa por la ventana en un derroche de consumismo y obligados regalos.
A quienes no toman en cuenta el costo ecológico y humano de los objetos que compran, sino tan solo el placer que les da poseerlos.
A quienes consideran que no tener los últimos electrodomésticos y aparatos electrotécnicos que han aparecido en el mercado es una ignominia.
A quienes prefieren los teléfonos móviles (celulares) a los libros.
A quienes miran el mundo a través de la pantalla de TV.
A quienes prefieren la tecnología a la filosofía.
A quienes consideran admirables la ostentación y el lujo.
A quienes prefieren la competencia a la colaboración y tienen por valor máximo el triunfo personal.
A quienes dedican más tiempo a las distracciones que al estudio, más tiempo a divertirse que a reflexionar.
A quienes hacen de su vida un continuo pasarlo bien, un inconsciente no querer saber nada de responsabilidades sociales, de nada que sea ajeno a su propia familia, a sus allegados y a su mundo inmediato.
A quienes optan por el analfabetismo político e ignoran que las decisiones políticas son la causa de que vivamos mejor o peor, de que haya más o menos justicia, de que el dinero esté mejor o peor repartido.
A quienes ignoran que los políticos hacen lo que les da la gana porque el pueblo se inhibe de la responsabilidad de controlarlos.
A quienes solo preocupa el bienestar propio, el de su familia y allegados, importándoles un bledo el bien común.
A quienes ponen de modo incuestionable el bien propio por encima del bien ajeno, se aman más a sí mismos que a su prójimo y creen que ese es el camino de la felicidad.
A quienes consideran inviolable la propiedad privada, aun cuando esta atente contra el bien común.
A quienes consideran natural que en el mundo haya pobres y ricos.
A quienes de la explotación del prójimo han hecho norma de conducta.
A quienes ponen el dinero por delante de cualquier otro valor.
A quienes están de acuerdo en que haya escuelas públicas para pobres y privadas para ricos.
A quienes están de acuerdo en que haya hospitales públicos para pobres y privados para ricos.
A quienes consideran que el único fin de su trabajo es proporcionarles unos buenos ingresos.
A quienes desconocen el costo humano de un celular.
A quienes desconocen el esfuerzo humano que conlleva la confección de las prendas que vestimos, las inhumanas condiciones de trabajo y de vida de quienes las hacen y los salarios de miseria que se les pagan.
A quienes se jactan de tener segunda vivienda y se desentienden de quienes no tienen ninguna.
A quienes presumen de viajar en autos de lujo.
A quienes clasifican a los demás según su poder adquisitivo.
A quienes clasifican a las personas según el color de su piel.
A quienes se ufanan de pertenecer a una clase social privilegiada.
A quienes consideran que su pueblo es superior a otros y eso les da derecho a menospreciarlos, a invadirlos, imponerles sus leyes, explotarlos y expoliar sus riquezas naturales.
A quienes ignoran que antes que los estados estuvieron los pueblos.
A quienes siguen celebrando y ensalzando las viejas gestas guerreras de su pueblo.
A quienes consideran la legalidad de las decisiones políticas pero no su legitimidad.
A quienes dan por buenas las decisiones políticas que les favorecen por mas que estas perjudiquen a la mayoría.
A quienes consideran que los pobres son peligrosos.
A quienes piensan que la seguridad ciudadana es tarea de jueces y policías, pero no de justicia social.
A quienes detestan la pobreza e ignoran sus causas.
A quienes están en favor de la paz pero quieren seguir teniendo todo lo que les proporcionan las guerras.
A quienes no sabemos encontrarnos en la lista pero por alguna razón debiéramos estar en ella.

De todo corazón, ¡FELIZ NAVIDAD!

viernes, 7 de diciembre de 2012

La guerra sucia de la España opresora


Enemigo de la paz no es quien lucha por su libertad sino quien usa la fuerza o las malas artes para someter al otro.

La España guerrera, continuadora de la que se rebeló contra la República Española en 1936 y heredera a su vez del ancestral espíritu depredador y asesino que invadió y diezmó los pueblos originarios de lo que hoy es América Latina y redujo a súbditos de la corona de Castilla a los supervivientes, sigue hoy como ayer empecinada en someter a los pueblos que comparten la Península Ibérica.

Sin el menor atisbo de progreso en humanidad a lo largo del tiempo, tras una tregua a la muerte del dictador, que con premeditada alevosía se presentó al pueblo español como una transición a la democracia cuando no era sino un maquillaje para acomodar el estatus a las circunstancias, el autoritarismo español se quita de nuevo la careta y arremete contra quienes se niegan a aceptar la imposición de gobiernos que no surgen de la voluntad del propio pueblo sino de otros que bien pudieran ser hermanos, pero que bajo el dominio de la ideología fascista que sigue hegemónica en una buena parte de España han devenido sucesores del Caín de la Biblia.

Los tempos han cambiado, pero los métodos siguen siendo los mismos. Dictan leyes y normas a su gusto y utilizan la fuerza armada, llámesele ejército o policía, que tanto da, para reprimir a quienes manifiestan disconformidad y así sembrar el terror entre la población. A esa bestialidad le añaden la desaparición de la escena pública de quienes consideran enemigos. Y se valen del engaño y la mentira sistemática para difamar al pueblo catalán a través de la prensa, la radio y la televisión y así manipular emocionalmente a la población española.

En el presente, un proyecto de reforma del sistema educativo que propone el actual ministro rompe con la igualdad de horarios académicos para ambas lenguas cooficiales y relega al catalán a un segundo plano en los programas de enseñanza. Tal proyecto, contrario a lo que se pactó y estableció en la constitución vigente, establece una división entre catalano-parlantes y castellano-parlantes que atenta contra la convivencia ciudadana.

No parece remover la conciencia de la España católica con vocación de imperio esa malvada maniobra que el partido de derechas que hoy gobierna ejecuta contra el pueblo catalán, contra su anhelo de conservar su cultura, su identidad, su lengua y el elemental derecho natural de todo pueblo a no estar sometido a otro. Ningún comentario hemos tenido ocasión de leer o escuchar de parte de la jerarquía católica española ante esa irreflexiva disposición que implica a la Iglesia Católica en tanto que titular de la mayor parte de centros de enseñanza primaria y secundaria concertados.

Tampoco hemos tenido nunca ocasión de leer o escuchar de parte de la jerarquía católica española comentario alguno referente a esa permanente siembra de cizaña que hemos señalado, ese peligroso atizar el odio que tanto daño ha hecho en el mundo entero, pues que ha provocado guerras y genocidios a cual más atroz.

No nos extraña esa conducta en quienes nunca pidieron perdón por haber bendecido a los golpistas que se alzaron contra el legítimo gobierno de la República Española. Tampoco por haber estado siempre al lado de la España intolerante, ora inquisidora, ora fascista. No nos extraña esa falta de sensibilidad para la paz que les mueve a predicar sumisión al sometido en vez de corregir al opresor. No nos extraña este silencio, culpable por omisión, en boca de quienes en breves días entonarán cantos de alabanza a la paz en la liturgia católica que celebra la Navidad. No nos extraña a quienes hemos vivido la guerra civil española y su consiguiente posguerra y hemos visto como la jerarquía católica paseaba procesionalmente bajo palio al dictador. No nos extraña. Pero aun sin extrañarnos, nos repugna su conducta.

Repugna a nuestro espíritu de fraternal convivencia, esa distinción de orígenes y lenguas que desde el Ministerio de Educación español se pretende hacer en la enseñanza básica de Cataluña con fines únicamente políticos. Nos repugna esa guerra sucia que desde la católica España se está lanzando contra un pueblo que sin renunciar a su dignidad en tanto que pueblo, desea vivir en paz, en armonía, en igualdad de condiciones y oportunidades para la totalidad de quienes somos hoy día el pueblo catalán, sea cual sea su lengua y su lugar de origen o procedencia.

La maniobra política que señalamos repugna a nuestro sentido de la fraternidad, de esa fraternidad cristiana tan predicada y tan poco ejemplarizada por esa jerarquía católica española que hoy calla y otorga. Repugna a nuestro espíritu humano, configurado con la ayuda de ese pregón de Buena Nueva que es el evangelio cristiano. Nos repugna y nos hace desear que esta cercana Navidad dé luz y mueva a reflexión a quienes en tal ignominiosa misión están implicados.