sábado, 26 de marzo de 2005

¿Por dónde se perdieron nuestros sueños?

Quienes vivimos intensamente aquellas décadas de los sesenta y setenta solemos padecer en la actualidad, como un achaque más de los que nuestra edad conlleva, «dolor de desencanto».


Lindos cantos de Paz y de Esperanza nos henchían el alma. Un permanente y dulce sueño de Igualdad y Justicia nos arrullaba. Todo andaba agitado en el seno de las viejas tiranías. El mundo entero estaba en proceso de cambio. Pero... ¿en qué quedó todo lo que entonces soñamos? A menudo en el presente, sin la esperanza ya de que nos llegue lo esperado, solemos preguntarnos: «¿Qué hicimos mal?»

Tal vez no hicimos nada mal, y el único gran error que cometimos fue el de esperar el cambio en vez de ir a buscarlo. Y eso bien pudiera haber sido porque pensábamos que era posible un cambio en nuestro entorno sin que nosotros lo llevásemos a cabo en nuestro propio ser, en la profundidad de nuestra propia persona. Soñábamos que era posible la Utopía en un mundo banal marcado por la inconsciencia personal y colectiva, plagado de hedonismo y esclavo de un inhumano materialismo basado en el individualismo y la injusticia, y no veíamos que sin generosidad y amor al bien común no hay Utopía.

No sé dónde leí que dijo Einstein que «si los males que padece nuestro mundo provienen de nuestro modo de pensar, no podemos esperar cambiarlos sin cambiar antes nuestro pensamiento». Pues si eso es así, y así parece, debemos preguntarnos: ¿de verdad hemos cambiado nuestro modo de pensar? ¿Acaso no hemos seguido apostando ciegamente por el mismo modelo de progreso? ¿No es el egoísmo personal lo que de verdad dicta nuestro actual modo de vivir? ¿Acaso exigimos a quienes nos gobiernan que pongan el bien común como principio básico para sus decisiones? ¿Pedimos igualdad y justicia por encima de todo, o reclamamos antes que nada nuestros privilegios?

Cuando al final de los setenta en España resonaban los cantos de sirena de los distintos pretendientes al control del estado, casi nadie sospechaba que quienes lira en mano esforzaban sus gargantas por atraer adeptos no tenían en su mente más proyecto que el de ser ellos los escogidos para la gloria de estar por encima del resto de la ciudadanía. ¿Acaso no sabíamos entonces cual es la miserable condición de nuestra especie humana? ¿O fue tal vez que no quisimos ni por un instante recordarlo, y preferimos soñar que otros defenderían lo que nosotros tan sólo deseábamos? Fuere lo que fuere, seguimos viviendo como en tiempos pasados, cada cual a lo suyo sin meterse con nadie, salvo unas minorías que entendieron que la «ocasión la pintan calva pero hay que agarrarla por los pelos».

Pero el pueblo, ¿qué hizo? Y ¿qué hicieron quienes por «supuesta vocación» tenían a su cargo hacer reflexionar a la ciudadanía a fin de poner en carne viva sus conciencias?

Con el paso del tiempo, amainaron los vientos y la lluvia y se calmó la agitación de la tormenta, y como si tal cosa todo siguió del mismo modo en el común decurso de los días. Cristalizó la apatía y se consolidó la indiferencia, y como agua de lluvia se marcharon los sueños por laderas y arroyos de nuestra pobre vida acá en la Tierra hasta los anchos ríos que desaguan en el extenso mar de la inconsciencia.

Quienes pasado el tiempo así sentimos solemos preguntarnos con frecuencia ¿Qué deberá ocurrir en el futuro para que no se vayan nuestros sueños camino del olvido como antaño se fueron?


kaosenlared.net    [26.03.2005]
http://old.kaosenlared.net/noticia/donde-perdieron-nuestros-suenos

sábado, 19 de marzo de 2005

El poder del pensamiento

Nadie puede ser libre si no controla su propio pensamiento.


Que el pensamiento es un arma poderosísima lo demuestran los graves riesgos que siempre han acompañado a la acción de pensar: exclusión, persecución, cárcel, tortura y muerte horrible en muchísimas ocasiones. Parecería lógico pues que el común de los mortales le prestáramos mayor atención a ese ejercicio que tanto valoran quienes por mantenerse en el poder no cejan en impedirlo.

Desde tiempos remotos el más eficaz medio de control de la humana conducta, sea individual o colectiva, ha sido el control del pensamiento. Los cebos y barreras de orden emocional, como la seducción o el miedo, controlan y gobiernan la manada con máxima eficacia, y relegan las rejas y grilletes para los casos aislados de rebeldía personal, siempre mal vista entre las multitudes adocenadas y sumisas.

Colonizar el pensamiento ajeno ha sido y es una especialidad alambicada que rinde pingües beneficios a quienes la dominan y la usan para ganancia propia y con desprecio más o menos consciente del bien o mal ajenos.

Las religiones y las ideologías no son más que estructuras de pensamiento destinadas al control de la mente de las personas, los pueblos y el universo entero si posible les fuere, que ambición no les falta. Y la historia nos enseña hasta dónde pueden llegar los desvaríos del pensamiento humano cuando esas estructuras superan la personal capacidad de discernir que la natura otorga.

Con la caída en picado de las religiones y de las mal llamadas grandes utopías del siglo XX, se ha enseñoreado de este planeta Tierra hasta lo más recóndito esa ideología monstruosa del individualismo que es la ley del más fuerte. Si antes el pensamiento colectivo fue esclavizado por supersticiones, dogmas y teorías, ahora lo es por la simple inconsciencia, por la vacuidad, por un primitivismo y falta de madurez extremos, inconcebibles desde una óptica humana en una época en que el conocimiento científico tiene tanto alcance.

Dado el avance de las diversas ramas de la ciencia que nos permiten saber cada vez más y mejor de qué pie calzamos los humanos, no es de ningún modo razonable que el desconocimiento propio supere en tanto al de cuanto nos rodea, y tan sólo un intencionado control de la evolución del pensamiento individual y colectivo hecha por los poderes fácticos en beneficio propio puede explicarlo. Del mismo modo que antaño el pensamiento religioso se apoderó de la educación y de los diversos estratos de la enseñanza, hoy se ha apoderado de ellos el utilitarismo. Un utilitarismo irracionalmente sumiso al servicio de quien controla el suministro de cuanto sirve para satisfacer nuestra necesidades, verdaderas e impuestas.

En plena época del dominio tecnológico, la sabiduría ha sido desplazada del centro de la vida por la sensualidad y el hedonismo esclavizantes. Excluida también del ámbito de la educación, o si más no reducida a unos simples e hipotéticos ejes transversales en los programas educativos básicos, la formación de las nuevas generaciones se centra en los intereses del sistema, y ese servilismo contribuye a reprimir automáticamente cualquier forma de pensamiento que le pueda ser adversa.

Vivimos en un mundo acotado en el que todos los ámbitos tienen una demarcación y un costo y, por supuesto, dueños. Es preciso y urgente rescatar de ese domino al pensamiento propio y defender a partir de él la verdad en cualquier ámbito donde se la enmascare o falsee. Ello no bastará para cambiar el mundo, pero no podremos contribuir a ello sin ese previo cambio nuestro.

kaosenlared.net     [19.03.2005]
http://old.kaosenlared.net/noticia/el-poder-del-pensamiento


sábado, 12 de marzo de 2005

La reflexión, esa rara facultad humana

Pensamos según vivimos y actuamos según pensamos, pero nuestro destino no es fatal..., si reflexionamos.


Si la forma de vida transforma la sociedad o si es esta quien determina el pensamiento colectivo es ya un viejo tema de debate que raramente aparece en los foros populares de la red, más dados a discutir acontecimientos recientes que a dirimir cuestiones de orden intelectual que según la opinión mayoritaria no llevan a ninguna parte. Así de pragmática está la cosa. Y no obstante yo pienso que como no se va a parte alguna es caminando sin rumbo ni carta de navegación. ¿Será por razón de mi edad...?

Vivimos como «yonquis» colgados de ese permanente «todavía más» con el cual el Capitalismo Neoliberal domina y esclaviza todo el Sistema. Es la vieja tentación de la serpiente, del Espíritu del Mal, el mito bíblico en versión actualizada: «si consigues esto que ahora te ofrezco, serás feliz». Hoy la Publicidad ha sustituido a la Religión en la permanente oferta de Felicidad, y los viejos sacerdotes del Orden Estatal, guardianes antes y ahora del Templo del Sagrado Poder, reconvertidos en eficaces publicistas, siguen desplegando las redes de su seductora Magia para pescarnos como peces incautos y retenernos en una bien estudiada Cautividad.

La Felicidad es un cebo infalible que han usado y siguen usando todos los Cautivadores de Almas que han habido y hay en la ya vieja Historia de la Humanidad. Pero mientras en épocas anteriores Materialismo e Idealismo rivalizaban a la hora de ofrecerla, actualmente se está imponiendo de forma contundente a lo largo y ancho de nuestro vasto Mundo «globalizado» el Imperio de los Sentidos, y ya nada tiene valor si no es cuantificable. Tan sólo aquello que es visible o tangible cuenta, hasta el punto de que aun poseyendo la mayor fortuna del mundo no se consideraría a nadie persona rica si no hiciese ostentación de su riqueza. Y ésa es la gran trampa del consumismo, de la que no resulta nada fácil zafarse: la Ostentación.

La necesidad de ostentar conlleva la obsesión por ese patológico «todavía más» que impregna nuestra Mente hasta el último rincón, nos configura el Alma y determina nuestras vidas. Es el arma más poderosa con que cuenta esa ideología capitalista neoliberal que domina todo el Sistema. Nada importa que tengamos cuanto necesitamos y más, porque a diario aparecerá a nuestro alrededor algún que otro cacharro expresamente diseñado para conseguir que su sola presencia en el Mercado despierte en una buena parte de la Población un irreprimible deseo de poseerlo. Y esa es la causa de que en esta sociedad configurada a imagen y semejanza del poderoso Don Dinero, el Índice de Crecimiento Económico se haya convertido en indicador indiscutible del buen rumbo hacia el Bienestar y la Felicidad.

La Humanidad camina aceleradamente cada vez más cegada por la luz del Progreso Material sin ver la senda donde pone sus pies, y tan absorta por no perder el ritmo de esa aceleración que no repara ni en qué pisa ni a dónde va. La reflexión, esa rara facultad humana que nos permite Ver, brilla las más de las veces por su ausencia tanto en el orden colectivo como en el individual, y nadie parece querer apostar ya por ella, ni en el ámbito público ni en el personal. Y yo pregunto: ¿es que alguien puede tomar conciencia del rumbo de su vida sin pararse ni un solo instante a reflexionar? /PC


KAOSENLARED.NET | 12-3-2005 a las 17:31 | 581 lecturas | 2 comentarios
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sábado, 5 de marzo de 2005

Utopía y debate en la red

Nada podemos construir en la realidad si antes no lo hemos construido en nuestra propia mente.


Todo cuanto nos rodea existe en nuestra vida porque existe en nuestra mente, en nuestro Universo Mental, que es un universo tan real como reales somos nosotros mismos. Y porque todo cuanto sentimos, vivimos y pensamos ocurre en nuestra mente, nada podemos hacer si previamente no se gesta en ella el motivo para nuestra acción. De ahí que la construcción de ese Mundo Nuevo que queremos exija como condición sine qua non que cada cual lo construya en lo más hondo de su propia persona, en su yo más profundo, en su propia mente. Porque de lo que se trata es de que CONSTRUYAMOS con nuestra propia acción ese mundo que queremos. ¿O es que acaso pensamos que alguien nos lo va a construir?

A menudo nos damos cuenta de que el mundo en que vivimos no nos gusta, y ausentándonos de la realidad nos paramos a soñar en otro. Pero ese mundo ideal, utópico, que quien más quien menos sueña de vez en cuando, no sirve más que a quien lo sueña si no pasa de ensueño. Y ni aun así, porque de ensoñaciones no se vive. Vivir en la realidad material exige una continuidad de actos destinados a satisfacer las necesidades que esa realidad material impone. Con todo, hay que advertir que esa realidad soñada no llegará jamás si no va precedida de un sueño largo, denso, reflexivo y bien elaborado. Tanto es así que me atrevo a decir que el mundo que a diario colaboramos a construir con nuestros actos obedece en gran medida a nuestros sueños. Por eso alguien pudo decir que «el mundo lo construimos quienes lo soñamos».

Nuestros debates en la red bien pudieran ser parte de ese soñar esperanzado que nos mueve a estrujarnos el cerebro mientras tecleamos. La red nos permite compartir inquietudes y pensamientos, hacer participar a los demás de nuestras reflexiones y participar a la vez de las suyas. Y aunque es evidente que el debate, las ideas, el pensamiento solos no bastan para transformar el sistema, son imprescindibles para despertar la conciencia, para desvelar el alma, para ayudarnos a salir del letargo conformista. Por eso todos los totalitarismos han puesto gran cuidado en evitar los debates sobre la ideología oficial y la difusión de pensamientos contrarios a ella, porque sin la comunicación entre las personas y la difusión de ideas que de ella resulta es imposible aunar acciones. Y por eso ningún totalitarismo, ni aun el más voluntarioso y bienintencionado puede servir de camino para la Utopía.

Utopía es sinónimo de Fe. Si no creemos que un mundo mejor es posible no lo podremos siquiera imaginar, y aun menos podremos construirlo, y esa Fe tenemos que nutrirla emocionalmente mediante la comunicación entre quienes la compartimos. La Utopía exige la crítica del Sistema, una crítica permanente en la que participe en pleno toda la sociedad, en la que se oigan por igual todas las voces, hasta las más humildes, ya que en todas hay un algo de sabiduría. La Utopía exige propuestas nuevas, distintas a las que los gobiernos nos ofrecen, ya que esas están pensadas solamente para beneficio de los poderosos, y está claro que la novedad de esas propuestas hay que alumbrarla de algún modo. Y la Utopía exige también la acción necesaria para que todo eso, el debate y las propuestas, llegue al público amorfo, a los individuos que no tienen mayor motivación que satisfacer las necesidades que les va creando el Sistema, y es evidente que ahí la red cumple una función coordinadora importante.

Pero hay algo que me parece no debiéramos olvidar quienes colaboramos habitualmente en ésta y otras páginas, y es que no se trata de «convencer» a nadie sino de ayudar al prójimo a construirse su propio criterio al mismo tiempo que reconsideramos el nuestro. Y no obstante a menudo nos empecinamos, como si se tratara de convertir nuestros sueños en realidad tan sólo mediante las palabras de los argumentos que con alarde de ingenio nos cruzamos. Porfiamos obstinadamente con un afán desmesurado por «convencer», sin darnos cuenta de que esa actitud es justamente el principal aspecto negativo de nuestra acción. Pienso que nadie es suficientemente sabio como para que el total de la sociedad salga ganando con la imposición de su pensamiento. Si por definición la Utopía es sinónimo de búsqueda del mayor Bien Común, no es mediante ningún pensamiento único como la haremos brillar sino ayudando a que cada cual encuentre en su interior la necesaria Luz. /PC
 

Kaosenlared | 5-3-2005 a las 13:54 | 798 lecturas | 4 comentarios
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