sábado, 10 de noviembre de 2012

La guardia baja


Nos pillaron con la guardia baja y nos dieron de golpes tanto cuanto quisieron. Eso es lo que en síntesis podría decir la historia para explicar lo que está ocurriendo en este maravilloso paraíso de bienestar que ahora los ricos del mundo nos están derruyendo.

No es cosa de la economía, de las finanzas, ni de nada que se pueda encuadrar en el campo de alguna disciplina institucionalizada, sino algo mucho más sencillo, mucho más al alcance de todo el mundo, de todas las mentes despiertas, de todos los corazones palpitantes: es la lucha de clases.

Los ricos son los poderosos, pero no porque sí. Lo son porque no han cejado en su lucha por mantener el poder. Año tras año, por más disputas que hayan tenido entre ellos, siempre han acabado poniéndose de acuerdo en lo necesario para seguir ejerciendo el dominio sobre los pobres. Ellos, los amos, han tenido y tienen muy claros cuales son sus valores y se han mantenido fieles a ellos. El poder por encima de todo; el dinero como cebo; y las armas como recurso supremo. Esa ha sido su ruta, su Norte y el rumbo del cual no se han desviado jamás.

Los pobres... ¡Ah, los pobres! Los pobres siempre han tenido algo que les ha ocupado la mente o el corazón. Miles de estrellas titilando en su firmamento de estómago vacío, cielo lejano e invisible para una testa agachada por el peso de la fatiga que da el sobrevivir día a día sin más recursos que las fuerzas del propio cuerpo. La lucha por mantenerse y por mantener firme el brazo que le fustiga la espalda, so pena de recibir muchos más palos en caso de desobediencia. El terrón de azúcar como premio cuando obediente solo se ha hecho acreedor de unos pocos latigazos como de oficio. O un pedazo de tarta cuando ha persistido en su entrega de buena voluntad al servicio del amo.

Domesticado el noble bruto, nacida en cautiverio su descendencia, castrados los ejemplares díscolos que no obedecían debidamente a la rienda y la fusta, la manada ha pasado a ser animal de carga y de trabajo al servicio de sus cautivadores. Buen pienso, buena cuadra, buenos cuidados y un trabajo bien pensado por el amo y aunque duro no tan agotador como para extenuarle, han dado al noble animal venido a menos la sensación de que en la obediencia y el trabajo estaba su mejor destino posible. Y a esa miserable vida de tarea y servidumbre sacrificó su orgullo y dejó de ser libre, renunció a galopar sobre los prados y a desafiar al viento de la vida con la cabeza alta.

¡Ah, los pobres...! Siglos de lucha en pos de la dignidad perdida han sido olvidados por la molicie, por la vida fácil que les ofreció la astucia de los ricos. “Cuando todos los obreros de mi fábrica vayan montados en los automóviles que en ella fabrican, yo seré inmensamente rico”. Eso dicen que en su día dijo Henry Ford, el fundador y dueño único de “Ford Motor Company” y padre de las cadenas de producción modernas, esas prisiones que convertían al obrero en una parte de la máquina, como bien mostró Charlie Chaplin en su película “Tiempos modernos”.

Piezas de la maquinaria moderna de amasar dinero para los ricos son los individuos de este maravilloso mundo construido por el capitalismo para su mayor honra y gloria, al igual que las antiguas pirámides lo fueron para los faraones. Piezas de una maquinaria que ora aceleran ora ralentizan según convenga a sus intereses y caprichos.

La vida muelle ha desplazado a los bravos luchadores que pateando se resistían a ser castrados. Aquellos por quienes luchaban les dieron la espalda. Y así esta sociedad que ahora sufre el acelerón y acoso de los ricos se encuentra desarmada, con la guardia baja, sin líderes que organicen y encaucen la lucha necesaria para mantener viva su dignidad de pueblo.

Mal destino nos espera, a menos que legiones de vírgenes no mancilladas por la codicia alumbren pronto hijos capaces de redimir a esta especie humana que vive hoy deshumanizada.


2 comentarios:

  1. Tu escrito es una prueba más de que cuando se opina, se arenga o se informa no se debe renunciar a la POESÍA.

    Y más allá del estilo, son notas como éstas las que nos mantienen concientes de la necesidad de rehumanizarnos.

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    1. Comentarios como este tuyo son el mejor estímulo para seguir escribiendo. Te lo agradezco desde lo hondo del alma.

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