No me cabe duda que quienes hasta ahora han maquinado para tener la exclusiva en el ámbito religioso español van a seguir haciéndolo en adelante para tener por lo menos la mayor ventaja.
Por fin parece que la suerte está echada. Zapatero se ha decidido por hacer real la laicidad del estado y con ella la del sistema educativo. A partir de ahí, la pregunta que en opinión de quien suscribe queda en el aire es: ¿quien va a impartir esa tan cacareada cultura religiosa? ¿Qué títulos académicos van a capacitar para la docencia en tal área educativa?
Ignoro cómo el gobierno piensa llevar a cabo la provisión de docentes para el área de cultura religiosa, pero sé que ya se alzan voces pidiendo que sea profesorado especializado en religión quien imparta esa materia. Ante ellas debemos advertir que existe la posibilidad de caer en el error de considerar profesorado de cultura religiosa a quienes la Iglesia Católica ha capacitado para impartir clases de religión. Los títulos de profesor de religión que actualmente imparten los centros de estudios religiosos católicos son capacitaciones para impartir las enseñanzas de la doctrina católica dentro de la más absoluta ortodoxia decretada por Roma. De modo que quienes los poseen no son otra cosa sino catequistas católicos conformados al pensamiento que la jerarquía católica quiere difundir. En modo alguno se les debe considerar pues como profesorado de cultura religiosa.
No me cabe duda que quienes hasta ahora han maquinado para tener la exclusiva en el ámbito religioso español van a seguir haciéndolo en adelante para tener por lo menos la mayor ventaja. La honestidad no se improvisa, sino que como ya hemos apuntado en diversas ocasiones, hay que cultivarla en el alma a lo largo de la vida, y la Iglesia Católica nunca ha dado muestras de ella a lo largo de la historia, sino de maquiavelismo y engaño. ¿Qué motivos hay para suponer ahora va a enmendar su conducta y no va a seguir echando el agua a su molino?
Sólo hay, a mi ver, una manera de evitar la felonía de las instituciones religiosas, la católica y las otras, ya que los hechos muestran claramente que nadie tiene la exclusiva de la astucia. ¡Qué se vayan todas! Que ninguna de ellas ponga los pies en las aulas. Que no son catecismos lo que falta en la escuela sino ética y conciencia. Una ética universal consensuada, que sirva en el mundo actual tanto a los creyentes de cualquier religión como a los increyentes, y a los agnósticos y ateos, que también los hay y merecen respeto. (Ya lo dijimos en «¿Dios o no Dios...? Esa no es la cuestión» kaosenlared.net 30.08.2004, noticia=5013).
Claro que un proyecto así va a tropezar con los fanatismos de siempre, religiosos y antirreligiosos, pero para eso está el Estado, para velar por el bien común, y no para conceder exclusivas a instituciones ni a ideologías que a lo largo de la historia han dado fehacientes muestras de intolerancia y han sido causa de violencias y crímenes que claman a cualquier conciencia humana.
Ahora bien, en el terreno de la praxis ¿cómo se puede llevar a cabo ese proyecto? Pues si lo miramos bien, no es tan difícil como parece. Basta con querer. Este verano se ha reunido en Barcelona el Parlamento de las Religiones, un foro para el diálogo y la comprensión entre representantes de distintas tradiciones religiosas. El propósito de esas reuniones es encontrar puntos de coincidencia entre todas ellas. Es una búsqueda de convivencia y colaboración a partir de la buena voluntad, algo que parece razonable si, como dicen todas ellas, lo único que persiguen es el bien de las personas y de los pueblos. Pues bien, ahí hay ya un principio de trabajo en el sentido que apuntábamos de la elaboración de una ética de consenso. Bastaría con añadir las gentes que pudiesen faltar para elaborar todo el proyecto y luego trasladarlo a los programas, como cualquier otra área.
Claro que para quienes creen a ciegas que su religión es la única verdadera, que ha sido revelada por Dios y que en ella hay hombres investidos de poder mágico para convertir un pedazo de pan en un ser viviente que es a la vez hombre y dios, difícilmente van a entrar en ese diálogo, máxime si ello significa renunciar a hacer proselitismo de las propias creencias en beneficio de esa forma de pensar más humana que exige la convivencia fraterna. Pero aun con todas las oposiciones que pueda haber, no se puede seguir ignorando la necesidad cada vez mayor de modificar el sistema educativo en bien de la reflexión a partir del concepto de Humanidad. ¿Que eso es el final de antiguos privilegios...? Sin duda. Pero ya va siendo hora de que así sea.
kaosenlared.net 05.10.2004