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viernes, 16 de abril de 2021

La España de la desmemoria

 

Primavera en el hemisferio boreal y, por ende, en España. Primavera climática, pero no política ni social. En los ámbitos social y político estamos viviendo el otoño más triste de cuantos recuerda quien esto escribe. 

Otoño, que no invierno, porque si bien el invierno es frío, duro hielo, congelación y muerte, durante él crece el día y a cada instante se acerca la primavera, que es el manifiesto mayor de la esperanza. 

Preludio de muerte es el otoño que empieza con la desmemoria, con la renuncia a recordar que en diversos momentos de la historia luchamos por nuestros derechos de seres humanos. Con el olvido de que somos seres dignos, no animales de carga, ni rebaño para nutrir a las bestias que el destino, el azar o la fuerza bruta nos ha colocado socialmente encima. 

En esta España desde la cual escribimos, la esperanza murió ocho décadas después de aquel 1 de abril de 1939 en que el fascismo se proclamó vencedor en su lucha contra quienes defendían la dignidad humana de una población secularmente sometida. 

Porque incluso durante el duro y largo invierno de la dictadura que siguió a aquella triste fecha, hubo esperanza. La hubo en gran parte de quienes sobrevivieron a aquel terrible genocidio y confiaban en reemprender la lucha en algún momento. La hubo en quienes años más tarde nos incorporamos a esa esperanza del mejor modo que pudimos. 

Pero empezó a agonizar la esperanza a partir de la instauración de la democracia en 1978. Todo el franquismo se volvió demócrata de la noche a la mañana. Quienes el 1 de abril de 1939 proclamaban el triunfo del fascismo y la brutalidad en España lograban, a partir de entonces, borrar el pasado y seguir gozando de todas las ventajas que les aseguró aquel triunfo. 

Ya el pasado no fue. España era pura democracia. Nunca hubo en ella opresión. Nunca fue una plutocracia. Las revueltas obreras del pasado carecían de fundamento. Aquella República que se proclamó el 14 de abril de 1931 era una concesión al más absoluto libertinaje. Por eso tuvieron que erradicarla. Por eso habían tenido que alzarse en armas contra ella. Por eso hizo falta devolver el orden a aquel pueblo insurrecto influenciado por el comunismo ateo. 

Ese fue el discurso de los nuevos demócratas y ese sigue siendo. No hay que recordar lo que no existió. Ni las luchas obreras. Ni sus pequeños triunfos, como fue el de la instauración de aquella república en 1931. 

Tampoco hay que recordar las represiones de la oligarquía. Ni la maldad de quienes las llevaron a cabo. No. España es hoy un ejemplo de democracia. En ella reina la paz. Nadie aspira a nada que no sea lo que de buen grado da el orden establecido. O sea: ALGO DE PAN Y MUCHO CIRCO. 

Mucho circo para atontar, para estupidizar, para adormecer las conciencias, para que el pueblo no sea pueblo y sea un manso rebaño. Y así quienes impunemente decretan hambre i miseria en el mundo entero y las imponen mediante leyes y guerras cuando les conviene, no tendrán oposición alguna. Y un mundo de esclavos felices los reverenciará. 

Olvidar las fechas. Olvidar los hechos. Olvidar las causas. Olvidar. Vivir sin memoria para no sufrir, para ser insensibles, para ser parte de un gran rebaño sumiso al poder. Ese es el gran proyecto de la plutocracia en esta Civilización Occidental Cristiana, según la denominó León Ferrari. Y da la impresión de que lo está logrando.

Por suerte, no todos los seres humanos están hechos de la misma pasta. Ahí está la revuelta de las mujeres, que acá en España pudieron ejercer su derecho al voto el 19 de noviembre de 1933, bajo el gobierno de aquella república que hoy yace en el olvido. Otras son hoy sus reivindicaciones, pero no su espíritu, pues no cesan de luchar por todos sus derechos.

Las fechas pueden caer en el olvido. Los medios de desinformación pueden llevar su labor hasta cotas impensables de perfección y eficacia, pero si hay algo que difícilmente se puede exterminar es el sentido de lo justo inherente al alma humana.

No serán las ya viejas reivindicaciones sino otras nuevas. Las que vayan surgiendo a medida que el poder imponga nuevas limitaciones. No sabemos lo que será. Quizá lo que menos imaginamos. Pero mientras haya un solo ser humano en el planeta Tierra, habrá quien luche por un mundo más justo y más humano./PC

Publicado en ECUPRES: https://ecupres.wordpress.com/2021/04/14/la-espana-de-la-desmemoria/ 

 


jueves, 1 de abril de 2021

1 de abril Día de la Triste Memoria


Triste, porque no hay memoria más triste que la vencida por el olvido. Y lo que se ha olvidado en la España de hoy, entre otras muchas cosas, es que el día 1 de abril del año 1939, Francisco Franco, jefe supremo de las fuerzas fascistas que se rebelaron contra el legítimo gobierno de la República Española, proclamaba: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.

Franco proclamaba el triunfo de las tropas fascistas sobre el ejército republicano y, a un tiempo, el comienzo de una sangrienta dictadura cuya sombra alcanza nuestros días.

Más de diez años de limpieza ideológica siguieron a aquella victoria fascista. Cualquier indicio de rojez era motivo de investigación y castigo. La muerte, el exilio y la cárcel dejaron en la orfandad a quienes aspiraban a construir una sociedad más justa. Una vez más la plutocracia había vencido.

La esclavitud, más o menos disimulada, seguía oprimiendo al pueblo español. Prohibidos los sindicatos salvo el Sindicato Vertical establecido por el régimen que regulaba las relaciones laborales establecidas por el gobierno. Prohibidas las huelgas, las reuniones, las manifestaciones de disconformidad. Controlados todos los medios de información, que así siguen.

La Iglesia Católica Romana bendijo aquel alzamiento militar y la dictadura que le siguió. Nunca aquella Iglesia ha pedido perdón por haber bendecido aquella guerra y aquellos crímenes que se hicieron, decían, para salvar a España del comunismo ateo. Y así, tras aquellos salvadores asesinos vino la clerecía salvadora de almas. “Hay que meterlas en el cielo aunque sea a puntapiés”, decía un cura conocido de quien esto escribe.

La violencia cambiaba de forma pero seguía. El único matrimonio válido era el católico. El concubinato era delito. Los únicos nombres válidos para la inscripción en el Registro Civil de los seres que venían al mundo eran los castellanos y católicos. La doctrina católica se enseñaba obligatoriamente en todas las escuelas. Los curas predicaban hasta por la radio en tiempo de Cuaresma. El silencio era obligado en Semana Santa y ni hablar en voz alta se podía, pues cualquiera que pasara por la calle podía ser un policía vestido de paisano.

Luego llegaron los ministros del Opus Dei y dieron comienzo los “Planes de desarrollo”. Se trataba de que la gente estuviese contenta y trabajase con alegría. Y así, llegó el consumismo para ya nunca más desaparecer. La gente trabajaba 12 y hasta 14 horas diarias para poder comprar el frigorífico, la lavadora y el televisor. Y para la clase privilegiada, es decir quienes explotaban a quienes estaban socialmente más abajo, estaba el coche, que se establecía como signo inequívoco de superación social.

Aquel gran disparate de miseria humana no podía durar siempre. Llegó un tiempo em el que las dictaduras no estaban bien vistas en la Europa que contribuyó por activa y por pasiva a instaurar la que en España regía. Y aprovechando que el dictador murió, quienes manejaban la política en aquel momento buscaron el modo de transformar la dictadura en una democracia, pero sin que nada cambiase. Nuevas leyes, nuevas formas, pero los poderes fácticos en las misma manos.

Sobre la base de la limpieza ideológica se estableció un nuevo pensamiento hegemónico. ¿Para qué pensar en reivindicaciones sociales si podemos ser felices distrayéndonos en la medida de lo posible con todo lo que la sociedad de consumo nos ofrece? Ahí está el quid de la cuestión. ¿Qué poner en primer lugar, el mero goce o la dignidad humana?

Y así hemos llegado a otro olvido: el de la DIGNIDAD HUMANA. ¿Qué es la dignidad humana? En un mundo dominado y gobernado en gran parte por sinvergüenzas que no dudan en sacrificar a pueblos enteros en provecho propio, ¿vale la pena pensar en la dignidad humana? ¿No es mejor sobrevivir lo mejor que se pueda sin complicarse la vida por nada ni para nada?

Cada cual tiene su respuesta, pero ya vemos lo que está ocurriendo con ese olvido. Una forma de vida insolidaria que prioriza los negocios a la salud. Multitudes que, desoyendo las recomendaciones médicas, eligen divertirse aunque eso cueste la vida a miles de personas, abandonadas muchas de ellas en residencias geriátricas a las que apenas llega el recuerdo de quienes de ellas recibieron la vida. Destrucción de la naturaleza y aumento de la desigualdad entre los pueblos del planeta Tierra. Y podríamos seguir contando.

Día 1 de abril, Día de la Triste Memoria en España. Pero solo un día más de la victoria de la indignidad sobre la dignidad humana en el mundo entero. /PC.

Publicado: https://kaosenlared.net/1o-de-abril-dia-de-la-triste-memoria/ KAOS EN LA RED 

lunes, 31 de agosto de 2020

Merecimiento y culpa

 

“Los pueblos tienen los gobiernos que merecen”, decía el articulista tras ver los resultados de unos comicios en los que se alzaba con mayoría absoluta una derecha corrupta, fascistoide y neoliberal.

“Lo que no merecen los pueblos es merecerlo”, le objetaban en un comentario. Y en opinión de quien esto escribe, tenía razón quien puso ese comentario. Los pueblos son víctimas de las violencias de todo orden que sobre ellos ejercen los poderes de facto subordinados a los intereses de las clases dominantes. 

Regímenes de terror, ya sean estatales o paramilitares, que castigan y aun exterminan a quienes se atreven a manifestar cualquier forma de pensamiento contrario al establecido por el poder hegemónico. Educación tendenciosa en las escuelas que lleva a formas de pensar y sentir favorables a las clases dominantes. Control de los medios de vida de modo que exijan la sumisión de las clases trabajadoras. Imposición del consumismo mediante la persuasión publicitaria y unas condiciones de vida ineludibles. Dispersión mental permanente mediante la oferta de distracciones, ocios y espectáculos deportivos reales y audiovisuales. Sistemática ocultación de la realidad y continua difusión de noticias falsas. Intoxicación emocional en manos de quienes por oficio o necedad se dedican a sembrar odio.

Esas y otras lindezas similares formatean el pensar y el sentir de las gentes y condicionan su actuar, no solo en el momento de votar sino a lo largo de toda su vida. Y bien: ¿son culpables los pueblos de estar sometidos a semejantes violencias?

Nadie eligió dónde nacer ni en qué momento histórico. Y dentro del lugar y el tiempo, nadie eligió el contexto en que se crio.

Cada ser humano es fruto de su naturaleza y su crianza. A veces puede más una; a veces otra. Pero son muchos los factores que intervienen. El psicópata no hace daño porque quiere sino porque no puede evitarlo.

No queremos decir con eso que los humanos no seamos responsables de nuestros actos, pero sí que lo somos menos de lo que a simple vista parece.

Dejando de lado su naturaleza, quien creció en un entorno de violencia tendrá tendencia a resolver de forma violenta sus conflictos, porque es como aprendió a vivir. Quien creció en la pobreza extrema, amará la riqueza y toda suerte de lujos que le hagan pensar que ya no es pobre. Quien en la sumisión y la obediencia, acogerá de buena gana todo atisbo de libertad, aunque sea ficticia, aunque no sea real, aunque no sea más que un engaño demagógico del sistema político.

No somos seres tan racionales como pensamos que somos. Cedemos fácilmente a la opinión de la mayoría, nos dejamos llevar por el parecer del entorno. Son muy pocos los individuos capaces de sostener su punto de vista en un entorno contrario, y aún menos si es hostil.

Quienes tienen en sus manos los medios de persuasión conocen las debilidades de los seres humanos y valiéndose de ellas nos convierten en rebaño.

Pero si cuanto acabamos de decir es cierto, también lo es que no todos los seres humanos somos iguales ni todos procedemos del mismo plantel. Los hay que tienen más agallas que otros. Hay quienes tuvieron mejor suerte en el entorno donde crecieron. Hay quienes tuvieron mejores influencias que la gran mayoría de seres desgraciados a los que nos hemos referido. Y en esos seres, hombres y mujeres con conciencia, con sentido de lo colectivo radica la esperanza de la humanidad.

No importa si un día nuestra especie se extinguirá al igual que se extinguieron los grandes reptiles. No importa si más tarde o más temprano la naturaleza dirá basta a tanto destrozo, a tanto daño como se le infringe en nombre del mal llamado progreso. ¡No importa! Del mismo modo que cada ser humano cuida su salud pese a saber que más tarde o más temprano morirá, quienes tienen conciencia, ya sea ecológica, social o política, cuidan y cuidarán de su entorno natural y humano.

Quienes tal sienten cuidan y cuidarán lo que aman porque su modo de ser así se lo exige, porque no pueden evitarlo, porque es lo que da sentido a su vida. Y da igual que triunfen o que no, porque cada victoria es un hálito de esperanza y cada derrota un motivo más para resistir y luchar.

Pero ese sentir no es mérito suyo, al igual que la impotencia de quienes se someten tampoco es su culpa. La vida es un juego de fuerzas enfrentadas. Bueno y malo, vida y muerte pelean ferozmente en cada instante.

Si nos fijamos en aquella parábola del sembrador, tan conocida en el mundo cristiano, en la que unos granos de trigo cayeron sobre la tierra fértil y germinaron, en tanto que otros cayeron sobre el camino y las aves del cielo se los comieron, no podremos sino coincidir con lo que dice la canción: “No eligió la semilla la buena tierra ni al labriego amoroso que cuidó de ella. ¿Dónde está el mérito, pues, y quien merece castigo?” (“Meritocracia”, PC).

No, los pueblos no tienen los gobiernos que merecen. Los pueblos tienen los gobiernos que surgen del enfrentamiento entre quienes luchan por la vida y quienes por la destrucción y muerte. Sumarse a uno u otro bando depende de la conciencia de cada cual. Y que la conciencia crezca o que se atrofie depende de que la cultivemos o no.

Ánimo pues, que como advierte Enrique Santos Discépolo en “Uno”, “la lucha es cruel y es mucha”. /PC

https://ecupres.wordpress.com/2020/08/27/merecimiento-y-culpa/ 


martes, 28 de julio de 2020

No hay mal que por bien no venga

 

Pese a la tristeza que todo mal comporta, el cerebro humano, fuente de sabiduría y de maldad a un tiempo, se las compone siempre para hallar un halo de esperanza.

Nos lo indica el refrán que encabeza este escrito y nos lo muestra ese virus que no se ensaña tan solo con la gente mayor, a la que en todo tiempo el menor soplo arrebata la vida, sino también con las capas más pobres de esta civilización de la opulencia forjada bajo la égida del pensamiento capitalista.

A quien esto escribe le gustaría que la gente común se fijase en algo de lo que seguidamente señala.

En primer lugar la inhumanidad de quienes priorizan sus negocios a la salud de la población. La de quienes se oponen a las restricciones decretadas por diversos gobiernos con el fin de evitar que se expanda la pandemia hasta el punto de saturar los servicios médicos.

En el modo de pensar de esa oposición, gente para trabajar hay mucha, luego no hay por qué preocuparse por si enferman quienes laburan. Y tampoco porque pueda contagiarse o incluso morir quien entre en sus locales, sean comercio, almacén, fábrica, lugar de ocio, o lo que sea. “No, no hay por qué quedarse en casa. La vida es riesgo”, dicen. Y sí, lo es. Sobre todo para la gente pobre, que es quien trabaja en esos negocios y no quienes los poseen.

Y la pregunta que nos viene a la cabeza es: ¿Vamos a seguir admirando a esa gente que vive a expensas del trabajo y riesgo ajenos? ¿Vamos a querer medrar económica y socialmente para pensar y ser como quienes constituyen esas capas sociales explotadoras de las pobres?

Otra cosa que también merece ser reflexionada y nos muestra esa “bendita” pandemia es la fragilidad de los medios de vida de gran parte de la población mundial. Y no nos referimos solamente a quienes viven de trabajo precario, que son una infinidad, sino a todo “esclavo feliz por servir a un amo rico”.

Sueldos que daban lo justo para vivir y aun suficiente para presumir en algunos casos, van a desaparecer con el cierre de pequeñas y medianas empresas. No es algo que pueda ocurrir sino que ya se está produciendo y se va a incrementar por la caída en picado de eso que eufemísticamente denominamos “economía”, pero que en realidad designa los negocios de la clase dominante.

Que la vida de toda una humanidad dependa de que una minoría viva espléndidamente le parece a quien esto escribe una flagrante injusticia que merece ser condenada y erradicada. ¿Qué porcentaje de la población mundial piensa actualmente en buscar formas de vida libres de esa esclavitud que el COVID19 nos evidencia? ¿Habrá mucha gente que se lo plantee a partir de ahora, o seguirá el capitalismo seduciendo a las grandes masas con los oropeles que ofrece el consumismo? No perdamos la esperanza y pensemos que alguien habrá.

Y una cosa más. En esta parte del mundo que consideramos desarrollada, con gentes mayoritariamente instruidas, las recomendaciones de la clase médica son desoídas por gran parte de la población. La gente se reúne en cafés y bares, en reuniones familiares y de amigos y en lugares de ocio como cines, teatros y discotecas y anda por la calle sin la recomendada mascarilla, con riesgo de contagiarse y de contagiar.

Cuando ante una tal conducta nos preguntamos por la causa, la primera palabra que nos viene a la cabeza es irresponsabilidad. La gente no parece sentirse responsable de cómo sus acciones repercuten en el resto de la sociedad. El individualismo ha alcanzado cotas tan elevadas en el modo de pensar colectivo que los demás importan un bledo a la mayor parte de la gente.

“Si se muere la gente vieja, que se muera; total para lo que sirve”. “Si enferman quienes trabajan, da igual; en su lugar, otro u otra”. “¿Que el personal médico y sanitario se tiene que dejar la piel para sanar a cuanta gente pueda? Pues bueno, es su trabajo, ¿no?”

Cuanto acabamos de ver y muchas observaciones más que no caben en este escrito nos mueven a pensar que esta humanidad, atacada hoy día por el COVID19 padece, además, un mal mucho peor, que es el desamor.

Con una cortedad de pensamiento que denota una clara estulticia, la mayor parte de la gente se ama a sí misma y desprecia a la demás. Como si fuésemos autosuficientes, como si la subsistencia de todo individuo no dependiese de la del resto de la sociedad.

¿Qué esperamos de un tal modo de vivir? Prescindimos y aun despreciamos valores humanos como la solidaridad y la empatía. Adoramos el materialismo, la codicia, la violencia. Despreciamos la sabiduría. Hasta las bestias más bestias pronto nos superarán.

¿Será verdad que ese COVID19 ha venido para ayudarnos a reflexionar?

Ojalá que así sea. /PC

 

viernes, 14 de febrero de 2020

Cataluña tierra de ratones



El conflicto territorial sigue siendo en España la excusa de que se vale la élite política para manipular a la población y poder seguir así defendiendo los intereses de los ricos.

Ingenuamente cree el pueblo catalán independentista que cuando los políticos catalanes no dependan de los españoles habrá más justicia social en Cataluña. Casi nadie repara en que los líderes de las dos principales fuerzas independentistas son tan de derechas y neoliberales como sus pares españoles, que están por la privatización de todos los servicios que son básicos para el bienestar de la población y que tan enemigos son del pueblo unos como otros.

Acá en España, y en gran parte del mundo, se ha impuesto el sistema de democracia que cuenta la fábula “Mouseland” (Tierra de ratones), según la cual los ratones eligen para que los gobiernen a gatos blancos y gatos negros alternativamente. (1)

El control de los medios informativos por parte de la clase adinerada hace que la desinformación impida que el pueblo vea con claridad las maquinaciones y patrañas de quienes gobiernan.

El control de los poderes estatales sobre el acceso a la política impide a su vez que accedan a ella quienes no van a defender los intereses de las clases privilegiadas, que son las que pagan el sueldo a quienes llevan a cabo tales controles.

El resultado de dichos filtros es una falsa democracia o, como bien señaló en su día José Luís Sampedro, una auténtica plutocracia. Son los ricos quienes imponen su voluntad mediante sus fieles servidores.

Los ricos promueven a sus protegidos para los cargos públicos. Saben que les deberán el fabuloso sueldo que dichos cargos conllevan y que lo van a perder si no defienden los intereses de quienes los promovieron. Y así es como los ricos imponen su voluntad sobre el pueblo.

Una prueba evidente de lo que exponemos está en la propuesta de ley de contratos de servicios a las personas, conocida como “Ley Aragonés”, hecha por Esquerra Republicana de Catluña (ERC) y apoyado por su socio de gobierno Junts per Catalunya (JxCat). Ambos partidos son de ideología neoliberal, pese a que en el nombre de ERC figure en primer lugar Esquerra (Izquierda). Dicha ley propone la privatización de 250 servicios públicos en Cataluña y es la puerta abierta a privatizaciones masivas.

Más de 50 entidades, asociaciones y sindicatos se han opuesto desde el comienzo a esa ley que representa pérdidas importantes de bienestar para las clases más desfavorecidas del pueblo catalán.

A la vista de las numerosas manifestaciones de desaprobación por parte de asociaciones civiles, los grupos políticos de la oposición, que en principio daban soporte a la propuesta ley, han decidido oponerse a ella. Pero que nadie se haga ilusiones, que no es el bienestar de la población lo que motiva su cambio de actitud sino el oportunismo político. Un oportunismo que en cualquier momento les hará cambiar de posición.

Una vez más ha quedado demostrado que solo el pueblo puede defender los intereses del pueblo. Que gran parte de los políticos son unos venales. Que venden su alma al diablo con gran facilidad, creando de ese modo una infinidad de infiernos acá en la tierra. Y lo que es peor: creando un modo de proceder contrario a toda ética y principios de humanidad.

Pero haya esperanza o no de que eso cambie, una cosa debemos tener clara: el pueblo podrá ser vencido en miles de batallas, pero solamente la lucha podrá evitar que caigamos en la total esclavitud. /PC


Publicado en ECUPRES

domingo, 20 de octubre de 2019

La ira estalla en Cataluña



Los jueces españoles dictaron sentencia condenatoria a los presos independentistas catalanes y la ira estalló en Cataluña. Los desmanes de los grupos manifestantes han superado todo lo previsible. Han interrumpido el tránsito urbano, han cortado las principales rutas interurbanas, han sitiado el aeropuerto hasta impedir el tráfico aéreo, han intentado asaltar edificios públicos estatales, han quemado contenedores de basura en las calles y, por si todo eso fuese poco,  han protagonizado enfrentamientos con grupos de manifestantes fascistas que ha hecho intervenir a la policía para evitar que se matasen entre sí.

Grande la tarea que los políticos catalanes independentistas vienen llevando a cabo desde que en el año 2011 el gobierno autonómico catalán de derechas decidió promover el afán de independencia para asegurarse votantes. Propaganda patriótica en todos los medios de comunicación dependientes de la administración catalana, manipulación de los informativos, falseamiento de hechos históricos, enaltecimiento de la nación catalana, siembra de banderas independentistas por doquier, manifestaciones masivas en fechas de significado histórico catalán…

Como colofón de tanta campaña patriótica, una declaración unilateral de independencia a cargo del entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, quien acto seguido se refugió en Bélgica huyendo de la justicia española que lo acusa de haber violado la legalidad vigente. Desde allí prosigue su campaña en pro de la autoproclamada República Catalana, cuya defensa corre a cargo de guerrillas urbanas que con el nombre genérico de Comités de Defensa de la República (CDR) están protagonizando el vandalismo que impera en Cataluña.

Todo sea por la patria. Por la patria y por ocultar las estafas que se les estaban descubriendo a los políticos catalanes de derechas que ocuparon el gobierno autonómico durante veintitrés años.

Actualmente la mayor parte de los integrantes de las guerrillas CDR son gente joven que no ha vivido la opresión de la dictadura franquista. Responden a un odio atávico exacerbado por la propaganda que en estos últimos siete años han hecho las organizaciones patrióticas catalanas. No son conscientes de la manipulación de que son objeto por parte de unos políticos catalanes tan corruptos como los españoles de los que pretenden librarse.

Si el patriotismo consiste en amar la patria de la cual nos sentimos parte. Si la patria es el país donde hemos crecido, con su gente, su cultura, su modo de sentir y de ser. Si amar consiste en cuidar y aportar, en unir esfuerzos para lograr una vida mejor para toda la población. Si ser patriota consiste en defender derechos, pero no en ponerse de parte de quienes los vulneran, de quienes eslavizan a la población con impuestos y políticas neoliberales que siembran desigualdad y miseria. Si eso es así, entonces debemos reconocer que esos pobres diablos que obedecen órdenes de políticos neoliberales no son patriotas. A lo sumo serán unos pobres ingenuos que no saben lo que hacen.

Somos conscientes de que el secular autoritarismo de los gobiernos españoles permanece como en los mejores tiempos de la dictadura. Nunca el diálogo y la voluntad de convivencia política han triunfado en España, patria de codiciosos conquistadores. Pero sembrar odio es peligroso. En todo tiempo desde que tenemos memoria histórica, el sentimiento identitario ha sido causa de desmanes, crímenes y guerras en el mundo entero.

Lanzar a la población a una confrontación identitaria para obtener beneficios electorales puede ser válido en política, pero no nos parece ético ni sensato. Si algo es difícil de controlar y a la vez fácil de manipular en el ser humano son los sentimientos identitarios. Porque somos gregarios, porque no soportamos la soledad, sentimos necesidad de identificarnos con algún colectivo que nos dé seguridad. La idea con que nos identificamos late siempre en lo más hondo del corazón.

Los políticos independentistas y de derechas catalanes han abusado del sentimiento adverso hacia el Estado español. Las consecuencias que eso puede acarrear pueden ser muy graves. No tan solo pueden causar perjuicios políticos para el pueblo catalán sino también para el resto de España, de la cual, de grado o por fuerza, somos parte.

Quienes a lo largo de nuestra vida hemos padecido la opresión del Estado español y hemos hecho cuanto ha estado a nuestro alcance para combatirla rechazamos ese irracional independentismo que unos políticos catalanes han fomentado para su propio beneficio.

La desigualdad que generan las políticas neoliberales que imperan en el mundo y concretamente en nuestra patria exige la unión de todas las clases oprimidas. De no ser así, la opresión continuará, tanto si Cataluña es parte de España como si es un estado independiente. La guerra de los ricos contra los pobres seguirá y quienes ahora gozan de un cierto bienestar de clase media acabarán viendo cómo sus privilegios decaen.

Parémonos, pues, a reflexionar. Acabemos con la estulticia colectiva y apliquemos nuestras fuerzas a luchar contra el verdadero enemigo. Porque no seamos los más pobres del mundo no nos pongamos del lado de quienes defienden a los ricos opresores. Obremos sensatamente y luchemos por lo que debemos luchar. /PC

Publicado en ECUPRES

sábado, 19 de octubre de 2019

Luchar por qué y para qué




Estalló Ecuador y luego estalló Chile. El abuso de poder tensó tanto la cuerda que al fin se rompió. “Nos quitaron tanto, que nos quitaron hasta el miedo”, decía una proclama del pueblo chileno. Y es que cuando no se tiene nada que perder ya da igual perder incluso la vida. Y lo mismo en Ecuador.

No así en Cataluña, donde la lucha es puramente nacionalista. El nacionalismo catalán, fuertemente asediado a lo largo de los años de dictadura, y aun en lo que ahora denominan democracia, ha brindado a los políticos catalanes de derechas la oportunidad de exacerbar en beneficio propio, con fines electoralistas, el ánimo independentista entre la población catalana.

Aun sabiendo cómo los políticos catalanes manipulan los sentimientos del pueblo, resulta difícil mantener el ánimo sereno y una actitud ecuánime. El Estado español sigue en manos de las mismas fuerzas que sostuvieron la dictadura, como lo demuestra la severa condena aplicada a los líderes independentistas, hecho que han usado los políticos catalanes de turno para atizar la ira del pueblo catalán.

Por si no bastaba con la sentencia, Pedro Sánchez, el presidente en funciones del gobierno español, perteneciente al PSOE (la falsa izquierda del bipartidismo político español creado cuando vistieron de democracia la dictadura) ha declarado que los líderes independentistas han tenido un juicio justo. ¿Cómo entender semejante desatino? ¿Es pura estulticia o un anticipo de su intención de formar gobierno con el PP (la tradicional derecha franquista) para asegurar la “unidad de España”?

Por supuesto que tiempo le ha faltado al independentismo catalán para replicar al presidente con manifestaciones pacíficas que inevitablemente devienen violentas. Las organizaciones civiles Ómnium Cultural y ANC convocan manifestaciones de protesta por la injusta sentencia y el encarcelamiento de los líderes independentistas. Los CDR (Comités de Defensa de la República Catalana) y otros grupos autoconvocados se suman a las protestas. Nadie controla lo que esas guerrillas urbanas hacen.

La conducta de Quim Torra, el Presidente de la Generalitat de Cataluña (gobierno autonómico catalán) es poco menos que esquizofrénica. Arenga a los manifestantes y los anima a seguir en la lucha, al tiempo que les envía la policía para que los frenen. ¿Estará buscando ese complicado personaje que en los enfrentamientos con la policía acabe habiendo un muerto, para así aumentar la ira del pueblo?

Los políticos de derechas catalanes empezaron a promover el independentismo en 2012 con fines puramente electoralistas. Nunca fue independentista la derecha catalana. Sabían que el Estado español no iba a permitir la desmembración del suelo patrio, pero no era la independencia de Cataluña lo que pretendían sino tener votantes para seguir gobernando en la comunidad autónoma catalana. Con ese fin pusieron todos los medios de comunicación que controlaban a promover el independentismo. Siete años llevamos ya de lavado de cerebro programado. Los adolescentes de entonces son los jóvenes de hoy día. Esa es su forma de ensanchar la base independentista y el número de sus votantes.

Que nadie se confunda comparando las luchas de Ecuador y Chile con la de acá en Cataluña. Allí el pueblo sabe bien por qué lucha y para qué lucha. Acá el pueblo actúa desconociendo cuales serían las consecuencias de esa pretendida independencia de Cataluña si se alcanzara. No hay ningún discurso ideológico por parte de los políticos independentistas. Esconden su ideología neoliberal bajo la capa del nacionalismo.

Los combatientes independentistas catalanes tienen en común con los ecuatorianos y chilenos la indignación ante las injusticias, pero se diferencian en que los de acá no tienen ni idea de qué traman quienes los manejan. Los une el POR QUÉ, la indignación, pero se diferencian en el PARA QUÉ. Los de allá lo saben, los de acá no.

Acertó quien dijo que la incultura más nefasta es la incultura política. Actuar sin saber a quien se está beneficiando es extremadamente peligroso. La gente tira piedras a su propio tejado sin saberlo. La derecha catalana se vale del sentimiento de odio acumulado en gran parte de la sociedad para exacerbar los ánimos contra el Estado español y ganarse a un tiempo el apoyo político del pueblo indignado.

Lamentablemente no hay una izquierda catalana suficientemente organizada que pueda coordinarse con las izquierdas españolas. Si eso se diese, el Estado franquista acabaría cuestionando sus métodos, del mismo modo que Lenin Moreno en Ecuador y Piñera en Chile han optado por echarse atrás en su metodología autoritaria y represiva ante pueblos dispuestos a morir luchando si hiciese falta. Pero el enfoque nacionalista que la derecha catalana ha dado al conflicto y la poca organización de izquierdas que hay en Cataluña hace muy difícil esa unión.

El futuro de este conflicto es bastante impredecible. La Unión Europea no va a dar soporte a la secesión de Cataluña porque sería un desencadenante de conflictos en los estados que la constituyen. El Estado español lo sabe y eso hace que no esté dispuesto a ceder ante las pretensiones de los independistas. Sabe que tiene fuerza suficiente para aplastar cualquier rebelión y la estructura de desinformación necesaria para mantener la opinión pública a su favor. Solo la aparición en escena de algún agente político que imponga sensatez puede evitar los grandes males que ese loco enfrentamiento puede acarrear. Pero, ¿aparecerá a tiempo? /PC


Publicado en ECUPRES

martes, 3 de septiembre de 2019

El poder de las fantasías



Desde los más remotos tiempos, el ser humano ha seguido las sendas que le marcaban sus fantasías. A impulso de ellas ha emprendido viajes, ha explorado parajes desconocidos, ha construido ciudades y caminos, ha declarado guerras, ha sometido a congéneres y se ha sometido a sí mismo. Diríase que fantasear ha sido y es una forma de vivir de antemano en la imaginación lo que luego se va a vivir en la realidad.

Allá por la Edad Media, en nuestro mundo cristiano, los muros de las iglesias románicas estaban cubiertos de pinturas que representaban símbolos religiosos y escenas de intención catequética. Pinturas admirables, de bello y vistoso colorido, que cautivaban la mirada de quienes las contemplaban. Escenas cargadas de emoción que removían los sentimientos de los fieles y dejaban su mente en situación de vulnerabilidad ante los sermones de los clérigos.

Pinturas murales, relieves escultóricos en pórticos, retablos y capiteles, celebraciones cargadas de magnificencia, procesiones, cantos, escenificaciones de admirables episodios protagonizados por personajes santos y aun divinos se unían a las pinturas y daban soporte a unas fantasías en las que el premio a la sumisión a la Ley de Dios era la felicidad en el más allá, en tanto que la transgresión comportaba el castigo perpetuo.

Nadie escapaba a la justicia divina. La esperanza se unía al temor en el empeño por someter a la población creyente. Para su bien, decían los clérigos. Para que cuando muriesen fuesen al Cielo, a ese lugar imaginario donde todo es felicidad, donde no hay pena ni sufrimiento alguno. Donde las almas bienaventuradas gozan indefinidamente de la presencia del Divino Creador. Pero, ¿era ese el propósito de los clérigos o quizá estaban al servicio de los poderes terrenales más que del Dios que predicaban?

Con el paso de los años, conforme el raciocinio fue dejando a un lado la credulidad, el pensamiento religioso fue perdiendo fuerza. No es que desapareciese pero la conducta de la clerecía, siempre al lado de los poderes terrenales que oprimían al pueblo, fue cuestionada cada vez más por la población oprimida. De ahí que los opresores buscasen otras formas de controlar la conducta de las masas y, sin dejar de lado la violencia, tomasen ejemplo de la clerecía y confiasen a la fantasía la tarea de someterlas.

Los avances tecnológicos pusieron al servicio de los poderes terrenales herramientas de comunicación como la radio y el cinematógrafo, las cuales superaron en mucho las de los clérigos. La radio llegaba a todos los hogares y, en las grandes salas de cine, las imágenes y el sonido despertaban la admiración de las gentes y estimulaban la acción de las neuronas espejo en sus cerebros. Para bien y para mal, los usos y costumbres que mostraba la pantalla se tornaban moda en la población.

La tecnología siguió avanzando y hoy lo audiovisual llega a todos los rincones del planeta Tierra, penetran en todos los hogares y formatean la mente de la mayor parte de las gentes. El placer, el bienestar y la felicidad aquí y ahora son oferta continua en los audiovisuales que bombardean las mentes de las clases menos favorecidas. El deseo despierta y los cerebros se disparan a fantasear.

Escasas y raras son hoy día las mentes que se libran de las fantasías gestadas por la publicidad. El deseo de conducir el último modelo de una determinada marca de automóvil o de gozar de lujos que la realidad no concede puede ser tan fuerte como para comprometer buena parte del salario a fin de satisfacerlo.

Un día tras otro durante veinticuatro horas, la publicidad va creando fantasías que esclavizan a las gentes. El consumismo se impone en la forma de vivir actual. Poseer lo que la publicidad señala es necesario para alcanzar aceptación social: un auto acorde con el estatus social al cual se aspira, un vestir también adecuado y todo cuanto configura la imagen que la TV ha imbuido en la cabeza de sus televidentes.

Para adquirir lo que la fantasiosa forma de vivir señala hay que conseguir dinero, lo cual significa tener que trabajar para quienes lo poseen. Cuanto mayor sea el servicio mayor será la retribución. Cuanto más beneficio dé a los amos más posibilidades tendrá de satisfacer las fantasías que la TV despertó en su mente y mayor será el estatus social que podrá alcanzar.

Todo está diseñado y programado para que las clases humildes se pongan incondicionalmente al servicio de las adineradas. Los programas de estudio, desde el jardín de infancia a la universidad, llevan a la forma de vivir que el capitalismo más feroz e individualista dispone. La esclavitud sigue vigente en todo el orbe capitalista. Tan solo un porcentaje muy bajo de la población lucha por romper esas terribles cadenas.

Los poderes terrenales siguen imponiendo hoy día su voluntad a las masas del mismo modo que la imponían en aquellos lejanos tiempos de la Edad Media: mediante una forma de vida ineludible, imposible de zafar porque la estructura no lo permite, y un universo mental de pura fantasía. Fantasías religiosas antaño, puro hedonismo hogaño. Felicidad a cambio de sumisión ayer y ahora.

No es que en el largo recorrido de la historia no hayan surgido personajes y gentes que hayan iniciado proyectos liberadores. Mentes que han imaginado sociedades más justas, más solidarias, más acordes con la dignidad humana, las ha habido y las hay en el mundo religioso y en el profano. Pero los poderes fácticos han puesto siempre su empeño en neutralizarlas.

Hoy vemos que la mayor parte de las naciones está gobernada por personajes que parecen dementes. Con tal de afianzar su poder siembran miseria y muerte en el mundo entero y destruyen cuanto se opone a sus designios. ¿Cómo entender la ambición de quienes tienen mucho más de lo necesario? ¿Qué fantasías anidarán en sus cerebros?

A impulso de las fantasías el ser humano ha desarrollado, durante siglos,  eso que llamamos “progreso”. ¿Serán también ellas, las fantasías de los poderosos, la causa y motor de la destrucción de la humanidad entera? /PC


viernes, 16 de agosto de 2019

Argentina recupera el pulso mientras España duerme



Qué gran aplauso nos merece el pueblo argentino en su rotundo NO a las mentiras de un gobierno de mafiosos represores, destructores de la cultura y de cuanto redunda en el bienestar de las clases menos favorecidas. Ese rechazo es una más de las muchas muestras de madurez política y conciencia social que a lo largo de su historia ha dado ese gran pueblo.

Mientras Argentina despierta del sopor en que la sumieron unos medios informativos al servicio de la más ambiciosa oligarquía, el pueblo español permanece impasible ante la continua avalancha de falsedades que los informativos no paran de segregar. Y así, en unas elecciones donde Unidas Podemos (UP) ofreció opciones de izquierda dignas de ser tomadas en cuenta, el electorado prefirió la vacuidad del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), un partido que desde 1982 es un bastión de la derecha disfrazado de izquierda.

No es extraña tanta estulticia en esta vieja España. Una profunda limpieza ideológica perpetrada por el franquismo, durante la guerra y después de ella, dejó el país sin mentes revolucionarias. Miles de muertos en combate y en la población civil. Miles de asesinatos posteriores al triunfo de los golpistas. Muerte y terror durante una larga dictadura de cuarenta años arrancaron de raíz todo el pensamiento humano que espíritus generosos habían sembrado. Y remató la desgracia cuarenta años más de una democracia de estilo burgués con los mismos poderes fácticos que sostuvieron la dictadura. La barbarie triunfó, y su triunfo llega hasta nuestros días.

Poca izquierda tenemos hoy día en esta vieja España, coto de caza de oligarcas y usureros. Pero menos sentimiento de dignidad muestra el pueblo cuando se le brinda la ocasión. El consumismo, con todo el aparato ideológico que conlleva, ha hecho estragos en la mente de la gente. Ya nadie piensa más allá de lo que afecta a su presente inmediato. Ya ni el futuro de sus hijos les mueve a pensar en la trascendencia de las decisiones políticas.

No luce la esperanza por acá en los tiempos que corremos. Ni en los años del nacionalcatolicismo hubo tanto lavado de cerebro como lo hay ahora. El terror y el clero juntos no pudieron lo que puede hoy día el televisor. Gracias a él y a los inestimables servicios de unos profesionales expertos en desinformación y publicidad, dejan de pensar las gentes y entran en permanente estado de idiotez. Y así, sin esfuerzo alguno, los bandidos profesionales ocupan los cargos que dirigen el destino de la nación.

La codicia de los ricos marca el ritmo de los azotes que recibe el pueblo desposeído. Una restricción tras otra va apretando la soga en las gargantas. La asfixia crece. La gente aguanta sin apenas respirar. ¿Hasta cuándo?

Hoy es el pueblo argentino quien grita BASTA. Su grito resuena lejos, como resonó el de todas las gargantas que lucharon y el de quienes dieron su vida en aras de la libertad. Fruto de esas resonancias fue la huelga de La Canadiense en Barcelona, en febrero de 1919, la cual dio lugar al primer decreto de jornada laboral de ocho horas que dictó un gobierno en el mundo entero. Nunca se sabe el alcance de una lucha. Pero ninguna es estéril.

Sabemos que los violentos no se van a rendir. Que su afán de tener esclavos no va a menguar por unas nuevas derrotas. Que van a morir matando. Que su política es de tierra quemada y campos sembrados de sal. Pero también sabemos que la humanidad progresó en derechos cuando unas almas rebeldes se lo propusieron.

Hay que evitar a toda costa que la molicie de las gentes se una a la violencia de los opresores. La lucha tiene diversos frentes y hay que combatir en todos. Hay que cultivar la rebeldía sin tregua. Todo es cíclico en la vida. Las semillas que esparce el viento germinan y arraigan cada tanto. Habrá que ver cuánto tardan en brotar de nuevo en esta vieja España. /PC

viernes, 3 de mayo de 2019

De la teocracia fascista a la manipulación capitalista



Los años pasan. Las fechas caen y se desvanecen. Las nuevas generaciones no heredaron la memoria de sus progenitores. Cada ser humano vive su vida, no la de quien lo engendró ni la de quien lo parió. Las luchas de la abuela y del abuelo son lejanas historias sin apenas significado para quienes en su niñez las escucharon, que cada vez son menos.

Pasó la Semana Santa de antaño con sus lutos y su dictatorial imposición de silencio. Con sus procesiones de devoción profunda, sus penitentes de pies descalzos y tobillos encadenados. Misterios de dolor y viacrucis. Banderas a media asta y con crespones. España entera penaba por la muerte de Jesucristo Nuestro Señor, que sufrió martirio y entregó su vida para redimir nuestros pecados.

En aquellos tiempos en que el poder de la Iglesia se manifestaba a través de las leyes y disposiciones del gobierno, cualquiera podía ser detenido por la denuncia de alguien adicto al régimen. Un beso amoroso en un lugar público podía acabar en la comisaría de policía. El adulterio de la mujer (nunca del hombre) comportaba una condena de varios años de cárcel. El respeto a la moral católica era de obligado cumplimiento en la España del nacionalcatolicismo fascista.

En la escuela se enseñaba el Catecismo de la Doctrina Cristiana. Se rezaba por las mañanas antes de comenzar las clases, tras haber izado la bandera y cantado el himno nacional. También se rezaba todas las tardes del mes de mayo el santo rosario y se cantaban alabanzas a la Santísima Virgen María Madre del Redentor: “Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María que madre nuestra es”. Se iba a misa todos los primeros viernes de mes para que niños y niñas pudiesen comulgar y así ganarse el Cielo, según promesa del Sagrado Corazón de Jesús.

Pasaron los años. Cayó la dictadura y apareció la democracia, como por ensalmo, en esta  España reducto de los valores eternos. Reliquias tan sagradas como el brazo incorrupto de Santa Teresa de Jesús, cuyos restos descansan en Alba de Tormes, dejaron de aparecer en los noticiarios. El Cielo de la Santa Madre Iglesia fue sustituido en la televisión por el de la meteorología. Obispos, cardenales y curas predicadores dieron paso a periodistas y publicistas fieles al sistema. El consumismo había llegado ya para instalarse y en cada hogar había televisor, caballo de Troya del capitalismo.

Se trocó el luto por el disfrute. La Semana Santa es tiempo de vacaciones. Las procesiones son puro espectáculo. El final de la teocracia es bendecido por agencias de viajes, hoteles y restaurantes, publicistas, constructoras y vendedoras de automóviles, accionistas de autopistas y una retahíla de pequeños y grandes negocios que vacían los bolsillos de quienes se les acercan. Sin olvidar los bancos, pues hay quien se endeuda para poder gastar.

En principio, el mundo entero debiera festejar ese paso del oscurantismo religioso al predominio de ese hedonismo que tanto denostó el catolicismo que nos oprimía. Pero vale la pena que nos detengamos a reflexionar.

El continuo dispendio que nuestra actual forma de vida exige lleva consigo la necesidad de ingresar dinero, lo cual hace que la gente se someta a las exigencias de quienes se lo ofrezcan a cambio de horas de trabajo. Los medios de producción y de distribución de productos básicos están hoy más que nunca en manos de grandes empresas capitalistas. La población rural autosuficiente ha sido eliminada. La gente vive mayormente en aglomeraciones urbanas. La dependencia del dinero es absoluta y con ella lo es el poder de quienes regentan los puestos de trabajo. A más necesidad de la gente, más posibilidades de abusar de ella.

Los grandes medios de difusión informativa están en manos del sistema. Ninguna noticia que pueda perjudicar los intereses de las clases dominantes es emitida. Tampoco lo es ninguna opinión que les sea adversa. Tanto la forma de vida como el control de los informativos tienden a configurar el modo de pensar que más conviene a las clases privilegiadas.

Por si eso no bastase, ante el ineludible pragmatismo que vivir exige, toda la enseñanza se ha organizado para instruir a la población escolar según los conocimientos y habilidades que el servicio al sistema exige. Cualquier materia que no contribuya a ese fin ha sido descartada. Hay un claro menosprecio por las humanidades y por todo cuanto pudiera llevar a las nuevas generaciones a discrepar del pensamiento hegemónico.

El poder cambió la forma de asegurarse el dominio del pueblo, pero no renunció a ejercerlo. Si antes la religión hacía que la gente mirase al Cielo para que no tomase en consideración lo que ocurría en la Tierra, ahora la publicidad y los medios de difusión ofrecen paraísos terrenales a quienes mejor sepan servir al sistema. El lavado de cerebro se ha perfeccionado. Era más fácil zafarse de los sermones del clero que de las zalamerías del televisor y de las garras del consumismo.

Visto el panorama social desde esta perspectiva, el futuro no parece halagüeño. Pero la vida es imprevisible. El planeta Tierra se está volviendo cada día más inhabitable por la degradación que la codicia capitalista somete a la naturaleza. Las aguas se envenenan, el aire se enrarece. Llegará pronto un día en que no se podrá vivir. ¿Tomará entonces la gente conciencia de la maldad de quienes gobiernan y obrará en consecuencia? ¿O antes de que eso ocurra el pueblo habrá dicho basta de ignominia?

Nadie sabe lo que va a ocurrir. Pero la capacidad de razonar y la rebeldía son inherentes a la naturaleza humana y en ellas radica la esperanza. /PC

Publicado en ECUPRES
https://ecupres.com/2019/05/06/de-la-teocracia-fascista-a-la-manipulacion-capitalista/

martes, 23 de abril de 2019

El tiempo que se nos va y el que se avecina



Muere la actriz sueca Bibi Andersson, protagonista de numerosas películas de Ingmar Bergman. La noticia nos entristece y nos trae el recuerdo de los muchos personajes que con su hacer contribuyeron a forjar nuestro mundo interno, nuestro universo mental. Cada uno en su momento y en cada circunstancia nuestra. “Siempre es incierto el espacio de uno mismo en el que podemos, lentamente, edificarnos”, escribía en su propia lengua el poeta catalán Miquel Martí i Pol (la traducción es nuestra).

En permanente incertidumbre nos hemos ido edificando. Incertidumbre en el sentir, en el pensar, en el hacer. Y de esa incertidumbre han ido surgiendo nuestras actuales certezas y también nuestras dudas. Dudas que en su momento socavaron nuestra fe, esa confianza ciega en los principios y valores que han regido nuestro hacer. Y también nuestra esperanza en la consecución de un futuro más justo, más humano.

Quienes hemos vivido la mayor parte de nuestra vida adulta en la segunda mitad del siglo XX hemos visto en lo que llevamos del XXI cambios que nunca habíamos imaginado. La ciencia ha dejado de ser motivo de esperanza para convertirse en una amenaza, no tanto por ella misma como por las posibilidades de mal uso que ofrece. Los audiovisuales invaden la vida de las gentes y las subyugan hasta el punto de controlar sus sentimientos y su conducta. El mal llamado progreso destruye la naturaleza a pasos agigantados. El ser humano acumula cada vez más saberes pero menos sabiduría.

El tiempo que se avecina se parece muy poco al que vivieron quienes ahora se fueron, se van o estamos prontos a irnos. La conciencia de clase apenas se vislumbra. La máxima aspiración de la mayor parte de la gente es tener un empleo bien remunerado, sin importarles de qué bando se ponen con ello. Nada nuevo, pues mercenarios los hubo siempre. Pero ahora el afán de medrar parece ser la mayor de las aspiraciones de todo ser humano.

El pasado 14 de abril se ha cumplido acá, en España, el 88 aniversario de la proclamación de la II República. Igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Instrucción gratuita para el pueblo. Limitación de privilegios. Un conjunto de derechos humanos que no podía tolerar el poder opresor, que se alzó en armas. Miles de voluntarios de diversos lugares del mundo vinieron a defender la República. Pero se unieron los fascistas y vencieron.

Esa gesta de progreso humano y otras también trascendentales ni siquiera se recuerdan ya. Diríase que el pasado no cuenta. Y no obstante el presente y el futuro son herederos de él, porque nada surge de la nada. Nada conocemos, hasta el momento, que se origine en sí mismo. Todo tiene una causa, un ascendente. Todo proviene de pensamientos y de hechos que trascendieron.

La desmemoria es una constante en este tiempo de ahora. La desinformación impera. Los poderes hegemónicos han reescrito la historia y han borrado todo lo que no les convenía. Y lo siguen haciendo. La mayor parte de la gente ignora la verdad de casi todo lo importante, todo lo que puede mejorar la vida de millones de ser humanos a cambio de entorpecer los planes de quienes oprimen a la humanidad. El pensamiento colectivo está, a nivel mundial, en manos de malvados codiciosos. La tecnología les ofrece inmensas posibilidades. La inocencia está cada vez más desamparada.

La lucha entre el bien y el mal se está librando en todo el mundo en las mayores condiciones de desigualdad. En tanto los agentes opresores disponen cada día de más recursos, los que resisten tienen que valerse de las migajas que se desprenden de su opulencia manipuladora. Es el bíblico combate entre David y Goliat. Solo cabe luchar y confiar en lo imprevisto.

Confiar. Tener fe. Creer y actuar aunque dudemos, aunque no creamos firmemente, pero creyendo, eso sí, que solo nuestro hacer puede cambiar el extraviado rumbo de la humanidad. Que la inoperancia es suicidio colectivo. Que quienes ahora pilotan esa inmensa nave humana que puebla el planeta Tierra navegan sin rumbo, pues abandonaron la brújula hace tiempo y dejaron de mirar al cielo para orientarse con las estrellas. Que hay que arrebatarles el timón, como sea, antes de que naufraguemos definitivamente.

En este último tramo de nuestra personal historia, nada debe entibiar el afán de luchar y de amar que ha llenado de sentido nuestra existencia. De amar, sí, porque quien lucha en pro de un mundo mejor lo hace por amor. Por amor al bien común. Por amor a la humanidad, a esos millones de seres que son víctimas de la vorágine de los codiciosos. Dejar de luchar sería una deserción, un abandono imperdonable, un pasarse al enemigo, una indignidad no merecida que llenaría de oprobio nuestra memoria.

Para resistir nada mejor que pensar en todo lo bueno que nos legaron quienes nos precedieron. En sus luchas. En su fe. En esa fe que compartimos aun sin darnos cuenta a veces, aun sin querer, pese a todas las evidencias, pese a todos los malos augurios que los informativos nos traen.

No se trata de morir luchando, como preconizaba Petrarca, para honrar con una bella muerte toda nuestra vida. Se trata de vivir luchando hasta el último momento para transmitir nuestra fe con nuestro ejemplo. Para dar a quienes nos sucedan razones y motivos como los que nosotros recibimos de quienes nos precedieron.

Sabemos bien que el ser humano es diverso. Que cada cual es como es. Que hay quien parece haber nacido para oprimir; quien para someterse; quien para resistir todas las opresiones. Sabemos que eso es así y que difícilmente se podrá cambiar. Pero sabemos también que en el espíritu que anima a quienes resisten, está la esperanza. /PC


Publicado en ECUPRES

domingo, 14 de abril de 2019

Dudas heréticas


El mundo en que vivimos es casi en su totalidad un territorio de guerra. Lo viene siendo ya desde muy antiguo. Quizá desde la prehistoria. Pero desde la Ilustración acá se suponía que la humanidad avanzaba por sendas de civilización y humano entendimiento. Hoy vemos que no. Los poderosos siguen sin poner freno a su desmesurado afán de hacerse los amos del mundo.

Ante la mucha falta de humanidad que nos aterra, el papa Francisco, como máxima autoridad de la Iglesia Católica Romana, lanza tibios mensajes conciliadores que dejan serias dudas del papel que toman él y la institución que preside. Un día pide apertura al gobierno cubano, es decir, libertad para el capitalismo. Otro le pide al gobierno venezolano que dialogue con la oposición, una oposición que no quiere diálogo sino hacerse con el poder para entregar el país y la nación al Imperio. Más tarde destituye a un obispo que denuncia una represión que lleva ya más de 350 asesinatos…

Nadie sabe de qué lado están el papa Francisco y la institución que preside. Pero no debe extrañarnos, porque la Iglesia Católica Romana ha sido pródiga en ambigüedad a lo largo de los siglos. Ha predicado humildad desde situaciones de poder. Ha alabado la pobreza mientras acumulaba patrimonio y riquezas. Ha predicado misericordia mientras se mostraba inmisericorde con quienes consideraba herejes.

Ante tales evidencias, no hace falta ser hereje para dudar de todo lo que esa “santa institución” ha predicado y predica. Entre los muchos interrogantes que nos asaltan, podemos señalar los siguientes:

¿Cómo sería nuestra civilización occidental, supuestamente cristiana, si la Iglesia Católica Romana se hubiese comportado de forma coherente con lo que los evangelios dicen que fue el mensaje de Jesús de Nazaret? 

¿Cómo serían los países de supuesta tradición católica si esa Santa Madre Iglesia no hubiese colaborado, por activa y por pasiva, con los muchos gobiernos criminales que a lo largo del tiempo han tenido que soportar sus poblaciones?

¿Cómo sería nuestro mundo occidental si las personas que se definen como católicas centrasen su ética y su forma de vida en el revolucionario mensaje que encontramos en los evangelios que conocemos como de Marcos, Lucas y Mateo?

¿Hubiese querido el bíblico Jesús de Nazaret verse involucrado en la religión oficial del Imperio Romano o en las poco ejemplares actuaciones de esa Iglesia que afirma ser depositaria del mensaje evangélico?

¿Consideraría Jesús seguidores suyos a quienes a lo largo de los siglos han dado soporte e incluso han protagonizado sangrientas guerras y crueles genocidios?

¿Y a quienes hoy día eligen para gobernar a políticos y partidos de clara ideología neoliberal, con desprecio del mucho daño social que dichas políticas conllevan, los consideraría Jesús seguidores suyos?

Y puestos ya a dudar y preguntarnos, ¿habría llegado hasta nuestros días esa iglesia si no se hubiese prestado  a colaborar con todos los poderes terrenales de su tiempo? Y si la respuesta fuese sí, ¿qué tendría de cristiana dicha conducta?

En el seno de la humanidad hay, desde hace siglos, una feroz lucha entre el bien y el mal  Miles de personas, religiosas y laicas han dejado su vida en la lucha por un mundo más justo, más fraterno, más humano. Millones de gentes de diversas ideologías y creencias han militado y militan en las filas del bien común. 

¡Qué pocas noticias hay de la participación de esa institución eclesiástica al lado de los pueblos oprimidos en ese afán de esclavizarlos que las clases dominantes vienen mostrando a lo largo de los siglos y aún hoy día! ¡Y cuántas que señalan a esa institución al lado de toda clase de opresores!

No decimos con ello que no haya personas de filiación católico-romana comprometidas en favor de las clases oprimidas. Tenemos plena certeza de que las ha habido y las hay. Pero no es a ellas a quienes cuestionamos sino a la institución que dice ser depositaria del mensaje divino.

¿Cómo puede decir que habla en nombre del Dios de Jesús de Nazaret quien no maldice, como maldijo él a quienes mercadeaban en el templo, a quienes para acumular riquezas arman guerras y siembran sufrimiento?

Al hereje impenitente que esto escribe no le parece aceptable la conducta de esa institución que hoy preside el papa Francisco. No. Ni en el pasado ni en la actualidad. Ni en el siglo IV ni en el XXI. Muy otra tendría que ser su actuación para que no nos asaltasen tantas dudas. /PC

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https://ecupres.com/2019/04/16/dudas-hereticas/?fbclid=IwAR0Y3SnbDMidPlGBAbF_HXBg9g5rpCWN4bVuyQYrVg3KEytLUARavjtgVZM

lunes, 25 de marzo de 2019

¿Son las grandes religiones monoteístas camino de paz y convivencia humanas?



En un escrito de Washington Uranga publicado en Página12 el pasado 13 de marzo, el cual nos llega a través de ECUPRES* leemos:

"Bergoglio está convencido de que las grandes religiones monoteístas tienen un papel fundamental en bien de la reconciliación entre los pueblos en medio de una realidad mundial sembrada de guerras regionales que atentan contra la vida de las personas y deterioran la ya frágil paz mundial"

Ignoramos si esas son declaraciones del propio Bergoglio o si es el parecer del articulista. En el primer caso, nos parece razonable que el Papa Francisco diga eso a la feligresía católica romana. En el segundo lamentamos no poder compartir tal punto de vista.

En opinión de quien esto escribe, no se dan motivos, ni históricos ni presentes para pensar de ese modo. A filo de espada se impusieron las grandes religiones monoteístas. Al amparo de los poderes terrenales se afianzaron y crecieron. Y con la más absoluta deshumanización han actuado siempre, imponiendo su voluntad y castigando cruelmente a quienes no la aceptaban.

La Biblia está llena de guerras protagonizadas por el pueblo judío, adorador de Yahveh. La historia, llena de guerras religiosas. Cristianos y musulmanes, monoteístas ambos, han impuesto violentamente su religión a otros pueblos en amplias zonas del planeta Tierra.

Sin meternos a considerar más religión que el cristianismo, por aquello de no ir a buscar fuera lo que tenemos en casa, lo vemos a lo largo de siglos imponiendo cultos, organizando cruzadas, declarando herejías, castigando, torturando y quemando a quienes sus creencias no compartían.

En el pasado siglo XX hemos visto a los pontífices romanos Pío XII y Juan Pablo II dando soporte a crueles dictaduras como fueron la de Franco en España, la de Pinochet en Chile y la de Videla en Argentina. Y no tenemos noticia de que en ningún momento esos pontífices alzasen la voz condenando los crímenes que esos gobiernos cometían, como antaño condenaron lo que consideraron herejías.

Ya en este siglo XXI vemos a la Santa Madre Iglesia Católica Romana oponiéndose a los reclamos de la sociedad civil en pro del derecho de todo ser humano a disponer libremente de su propio cuerpo. La vemos aferrada a una vieja ideología patriarcal discriminando a la mujer en su propia estructura eclesiástica. Y la vemos encubriendo a clérigos pederastas y abusadores, sin abordar esa lacra hasta que la sociedad civil la ha denunciado públicamente.

No vemos a esa Iglesia Católica Romana que preside el Papa Francisco, ni a muchas otras que también se denominan cristianas, luchar contra ese engendro de inhumanidad que es el capitalismo, causa de sufrimiento en el mundo entero. Las vemos hablar de Dios y del más allá, anteponiendo sus creencias a las perentorias necesidades de la mayor parte de la población. Las vemos pidiendo diálogo entre oligarcas y explotados, sin condenar la codicia de los primeros y aun dándoles soporte ¿Qué diálogo cabe esperar de quienes solo aspiran a someter y explotar al pueblo?

Frente a la indiferencia de esas instituciones religiosas vemos como gentes que no enarbolan estandarte religioso alguno se oponen a toda clase de injusticias. Las vemos poniendo el cuerpo para atajar los desmanes de quienes no atienden a razón alguna. Las vemos dando muestras de una humanidad que ni de lejos demuestran quienes pretenden ser modelo de conducta por designio divino.

No nos parece casual esa deshumanización del cristianismo. Ya en siglo IV el emperador Constantino, consciente de la pujanza de quienes lo profesaban, aconsejado según cuenta la historia por su madre, decidió permitir el culto cristiano. Pero no hizo tan solo eso sino que quiso encauzar ese movimiento religioso para bien del Imperio. Y a tal fin convocó el Concilio de Nicea, donde se proclamó la naturaleza divina de Jesús de Nazaret. El Jesús divino desplazó al Jesús humano ya en el siglo IV y así ha seguido.

El sucesor de Constantino, Teodosio, completó la deshumanización del cristianismo al declararlo religión oficial del Imperio. Y así, las enseñanzas de aquel Jesús revolucionario, que denunciaba la injusticia de las leyes, rechazaba la exclusión social y condenaba la codicia de los ricos quedaron desactivadas para siempre al poner a los líderes religiosos cristianos al lado del Imperio, del poder por antonomasia. ¿Cabe mayor aberración?

Desde el siglo IV hasta el día de hoy, el catolicismo romano, la forma de cristianismo más influyente a lo largo de los siglos en esta civilización supuestamente cristiana, ha quedado reducido a una religión cultista, con la mirada puesta en el Más Allá pero aferrada en el más acá a los poderes terrenales.

Mal lo tienen las grandes religiones, y muy en especial la Católica Romana, para dar lecciones de humanidad y convivencia. En el mundo entero, quienes renunciaron a las creencias religiosas y centraron su ética en los latidos del corazón humano les tomaron ya hace tiempo la delantera. /PC

* Seis años de Bergoglio como Francisco


Publicado en ECUPRES  25/03/2019