viernes, 24 de agosto de 2018

La mentira política y el silencio cómplice


El 17 de agosto de 2017 la población de Barcelona padeció un ataque del terrorismo islámico. En su momento dimos nuestra opinión sobre el modo sesgado como todos los medios informativos trataron el doloroso acontecimiento. Hoy tenemos que denunciar de nuevo la utilización política que se ha hecho de la conmemoración del suceso.

Para empezar señalaremos la desvergüenza que comporta el hecho de que representantes de diversos partidos políticos tomen la palabra para pedir que no se politice el homenaje a las víctimas del atentado. ¿Acaso no es utilización política que hablen en nombre de su partido y en representación de él ofrezcan flores al monumento conmemorativo? ¿No lo es la presencia de autoridades y líderes políticos? ¿Y no lo es también la gran cantidad de horas que las principales cadenas han dedicado y siguen dedicando a informar de la maldad de los terroristas islámicos, de su odio contra lo que ellos consideran infieles (el mundo occidental del cual somos parte) y a ofrecer vídeos con terroríficas escenas de propaganda audiovisual filmadas, sin duda alguna, en estudios cinematográficos?

Sabemos que España está metida hasta el cuello en los conflictos que EEUU y la OTAN mantienen en el mundo entero. Sabemos que vende armas a Arabia Saudita y a muchos otros países donde se están produciendo auténticas masacres de opositores políticos y defensores de derechos humanos. Sabemos que la casa real española mantiene estrechos lazos de amistad y comercio con máximas autoridades de esas criminales dictaduras.

Sabemos que ISIS no es un ejército de fanáticos religiosos sino de mercenarios al servicio del imperio USA y de la OTAN. Tenemos motivos más que sobrados para sospechar que la gran difusión informativa que se hace de los atentados terroristas tiene como fin atemorizar a la población y justificar todas las acciones bélicas que las potencias occidentales están llevando a cabo. Y hemos visto una y otra vez como en cada uno de esos ataques terroristas las autoridades y los representantes políticos han escurrido el bulto centrando los homenajes en el dolor de las víctimas y la maldad de los terroristas.

El silencio y la desinformación son en sí actos perversos. Son complicidad con los verdaderos responsables de tanto sufrimiento humano. Es ocultarle la verdad al pueblo. Es mentir por activa y por pasiva. Es una acción que merece la reprobación de toda persona honesta, que debiera ser considerada delito y como tal castigada por ley.

La mentira política y la desinformación son parte de un complejo proceso de manipulación del pensamiento colectivo. Producen una transmutación de valores en la sociedad. Mediante ellas, el poder establecido consigue que la gente permanezca indiferente a la injustica institucional. Que considere natural e inevitable la gran brecha social. Que acepte la pobreza de la mayor parte de la humanidad y aun la propia como irremediable. Que considere convenientes, cuando no necesarias, las acciones bélicas contra países que no se someten a las potencias occidentales. Y que renuncie a combatir el mal, a perseguir a los gobernantes criminales y que incluso los considere modélicos.

Todo cuanto acontece en el mundo responde a decisiones políticas. Ni los fenómenos meteorológicos se salvan de ellas, pues ahí tenemos las causas del cambio climático, de la desertización, de la polución atmosférica… También son decisiones políticas las que han producido el abandono del campo, las aglomeraciones urbanas, la pérdida de soberanía alimentaria. Y yendo a hechos más evidentes, ahí están las fronteras, la organización del mundo en estados y las guerras. Todo es así por decisiones políticas que responden a los intereses de las clases privilegiadas. Pero la gente no lo sabe.

¿Cómo, sino, aceptaría la despolitización reivindicativa en favor de la verdad y aceptaría la politización en favor de la mentira en esa manipulación del dolor ciudadano? La no politización del acto que nos ocupa es una forma de aislar a quienes con conciencia social pueden pedir responsabilidades públicamente por las decisiones políticas que han sido causa de ese dolor.

Políticos e informativos en un cerrado pacto de complicidad han evitado que la gestión de los distintos gobiernos indigne a la gente de la calle. Que el dolor conmemorado en ese 17 de agosto conlleve la petición de responsabilidades a las autoridades y políticos asistentes. Que se exija justicia y cambios sustanciales en las políticas estatales. Que el pueblo se implique en la consecución de la paz y la neutralización de la codicia de las clases privilegiadas. Han impedido que el pueblo tome parte en la política que afecta a su propia vida.

Una vez más los especialistas en manipulación de masas han ganado la partida. El pueblo ha mordido el anzuelo. La liturgia del dolor ha hipnotizado a la gente, ha neutralizado la razón y ha adormecido las conciencias. Nadie se indigna. Nadie se rebela. Nadie reclama nada. Y así, mediante esa calma social, el destino de la nación sigue en manos de gentes perversas. /PC

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