domingo, 1 de mayo de 2011

Opresores y oprimidos


Llegó el Uno de Mayo, fecha histórica para la clase obrera, pero ignorada por la mayor parte de quienes viven de un sueldo. Una ignorancia que da el triunfo a quienes oprimen, pues el opresor triunfa solamente cuando el oprimido acepta la opresión sin resistirse.

Muchos son los recursos de que han dispuesto a lo largo de los siglos las clases opresoras. Desde la más primitiva fuerza bruta, hasta los más sofisticados instrumentos elaborados por la moderna tecnología. Desde la bola de hierro sujeta con grillete y cadena al tobillo del esclavo hasta esos sofisticados teléfonos móviles llamados BlackBerry (cereza negra) en recuerdo de cómo denominaban los esclavistas a aquel denigrante aparejo, según reza una nota que circula por internet.

Aparte de la ordenación jurídica de la sociedad bajo principios de flagrante desigualdad, el mayor gran logro de las clases opresoras consistió en poner al alcance de las clases oprimidas bienes de consumo similares a los suyos, para de ese modo hacerles creer que se habían zafado de la esclavitud por el solo hecho de haber alcanzado una cota de bienestar satisfactoria. Así, la persona asalariada olvida que trabaja para beneficio de los amos y piensa que lo hace para el suyo propio. Craso error que descubre tan sólo cuando se queda sin trabajo; cuando nadie le contrata; cuando vive en propia carne que todos los recursos necesarios para vivir están en manos de los amos.

No hacen falta muchas luces para ver que seguir hoy con la idea de clase que se tenía a final del siglo XIX y comienzo del XX es un error. En tanto que en aquel entonces la opresión era clara, porque el obrero sufría en propia carne las condiciones salvajes a que lo sometían las clases opresoras, hoy la opresión es difusa y abarca incluso a quienes forman las capas de población laboral privilegiada, esa que para nada se considera obrera y que mayoritariamente ha estado siempre de parte de los amos. Hoy debe ser considerada clase oprimida a todas las capas de población que de un modo u otro estén sometidas a los intereses de las clases dominantes. En consecuencia, debe ser tenido por enemigo del pueblo a todo aquel que se ponga del lado de las capas sociales allegadas al poder, ocupe el lugar que ocupe en el estrato social o en la cadena de producción.

Detectar y tener presente el lugar que ocupamos en esas relaciones de poder es una ardua tarea que la ideología dominante pone buen empeño en dificultar. Conscientes de que es lo único que puede darnos conciencia de pueblo, quienes gobiernan movilizan cuantos recursos tienen a su alcance para impedirlo, desde ordenamientos jurídicos y acciones de fuerza bruta hasta los más sutiles procedimientos de seducción y engaño. De aquí que la lucha no deba limitarse a defender mejoras salariales o de condiciones de trabajo sino que debe tener por objetivo principal liberar las mentes, desligar el pensamiento colectivo del que de forma sibilina ha ido configurando el capitalismo.

Sin ánimo de desmerecer el hondo significado litúrgico del Primero de Mayo, es necesario tener presente que hoy no es tan solo la clase obrera la población oprimida, sino que lo es el pueblo entero. Sabemos bien que el sistema económico al cual sirven quienes nos gobiernan está poniendo en riesgo la vida en todo el planeta, luego ya no es cuestión de relaciones laborales, sino de relaciones de poder a la hora de tomar decisiones de gobierno. Esa es la batalla del presente y por ella hay que movilizar al mundo entero, sea de la condición social que sea, tenga el estatus económico que tenga.

Porque es necio seguir adorando esa idea de riqueza que por momentos nos destruye, resulta esperanzadora esa movilización de iglesias de base de ámbito ecuménico que recientemente se anuncia a nivel mundial. Las religiones han tenido a lo largo de los tiempos una gran capacidad de movilización que en buena parte mantienen. Las Iglesias cristianas tienen aún hoy una gran organización y un ideario ético-espiritual que, si bien se mira y no se tergiversa, es acorde con los intereses de la humanidad entera. Hora es ya de que quienes se sientan seguidores del mensaje evangélico se muevan desde las bases con suficiente conciencia y firmeza.

Nada cabe esperar hoy de las organizaciones allegadas a los poderes terrenales, ya sean gobiernos, sindicatos o instituciones eclesiásticas. Hoy como ayer la batalla hay que darla desde abajo. Nadie que esté a favor de los de arriba puede decir que está con el pueblo. Y al contrario, quienquiera que sea que se enfrente a los de más arriba, sea cual sea su ideario, debe ser tenido por aliado.

PepCastelló | Para Kaos en la Red | 1-5-2011 | 1161 lecturas |
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