domingo, 20 de octubre de 2019

La ira estalla en Cataluña



Los jueces españoles dictaron sentencia condenatoria a los presos independentistas catalanes y la ira estalló en Cataluña. Los desmanes de los grupos manifestantes han superado todo lo previsible. Han interrumpido el tránsito urbano, han cortado las principales rutas interurbanas, han sitiado el aeropuerto hasta impedir el tráfico aéreo, han intentado asaltar edificios públicos estatales, han quemado contenedores de basura en las calles y, por si todo eso fuese poco,  han protagonizado enfrentamientos con grupos de manifestantes fascistas que ha hecho intervenir a la policía para evitar que se matasen entre sí.

Grande la tarea que los políticos catalanes independentistas vienen llevando a cabo desde que en el año 2011 el gobierno autonómico catalán de derechas decidió promover el afán de independencia para asegurarse votantes. Propaganda patriótica en todos los medios de comunicación dependientes de la administración catalana, manipulación de los informativos, falseamiento de hechos históricos, enaltecimiento de la nación catalana, siembra de banderas independentistas por doquier, manifestaciones masivas en fechas de significado histórico catalán…

Como colofón de tanta campaña patriótica, una declaración unilateral de independencia a cargo del entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, quien acto seguido se refugió en Bélgica huyendo de la justicia española que lo acusa de haber violado la legalidad vigente. Desde allí prosigue su campaña en pro de la autoproclamada República Catalana, cuya defensa corre a cargo de guerrillas urbanas que con el nombre genérico de Comités de Defensa de la República (CDR) están protagonizando el vandalismo que impera en Cataluña.

Todo sea por la patria. Por la patria y por ocultar las estafas que se les estaban descubriendo a los políticos catalanes de derechas que ocuparon el gobierno autonómico durante veintitrés años.

Actualmente la mayor parte de los integrantes de las guerrillas CDR son gente joven que no ha vivido la opresión de la dictadura franquista. Responden a un odio atávico exacerbado por la propaganda que en estos últimos siete años han hecho las organizaciones patrióticas catalanas. No son conscientes de la manipulación de que son objeto por parte de unos políticos catalanes tan corruptos como los españoles de los que pretenden librarse.

Si el patriotismo consiste en amar la patria de la cual nos sentimos parte. Si la patria es el país donde hemos crecido, con su gente, su cultura, su modo de sentir y de ser. Si amar consiste en cuidar y aportar, en unir esfuerzos para lograr una vida mejor para toda la población. Si ser patriota consiste en defender derechos, pero no en ponerse de parte de quienes los vulneran, de quienes eslavizan a la población con impuestos y políticas neoliberales que siembran desigualdad y miseria. Si eso es así, entonces debemos reconocer que esos pobres diablos que obedecen órdenes de políticos neoliberales no son patriotas. A lo sumo serán unos pobres ingenuos que no saben lo que hacen.

Somos conscientes de que el secular autoritarismo de los gobiernos españoles permanece como en los mejores tiempos de la dictadura. Nunca el diálogo y la voluntad de convivencia política han triunfado en España, patria de codiciosos conquistadores. Pero sembrar odio es peligroso. En todo tiempo desde que tenemos memoria histórica, el sentimiento identitario ha sido causa de desmanes, crímenes y guerras en el mundo entero.

Lanzar a la población a una confrontación identitaria para obtener beneficios electorales puede ser válido en política, pero no nos parece ético ni sensato. Si algo es difícil de controlar y a la vez fácil de manipular en el ser humano son los sentimientos identitarios. Porque somos gregarios, porque no soportamos la soledad, sentimos necesidad de identificarnos con algún colectivo que nos dé seguridad. La idea con que nos identificamos late siempre en lo más hondo del corazón.

Los políticos independentistas y de derechas catalanes han abusado del sentimiento adverso hacia el Estado español. Las consecuencias que eso puede acarrear pueden ser muy graves. No tan solo pueden causar perjuicios políticos para el pueblo catalán sino también para el resto de España, de la cual, de grado o por fuerza, somos parte.

Quienes a lo largo de nuestra vida hemos padecido la opresión del Estado español y hemos hecho cuanto ha estado a nuestro alcance para combatirla rechazamos ese irracional independentismo que unos políticos catalanes han fomentado para su propio beneficio.

La desigualdad que generan las políticas neoliberales que imperan en el mundo y concretamente en nuestra patria exige la unión de todas las clases oprimidas. De no ser así, la opresión continuará, tanto si Cataluña es parte de España como si es un estado independiente. La guerra de los ricos contra los pobres seguirá y quienes ahora gozan de un cierto bienestar de clase media acabarán viendo cómo sus privilegios decaen.

Parémonos, pues, a reflexionar. Acabemos con la estulticia colectiva y apliquemos nuestras fuerzas a luchar contra el verdadero enemigo. Porque no seamos los más pobres del mundo no nos pongamos del lado de quienes defienden a los ricos opresores. Obremos sensatamente y luchemos por lo que debemos luchar. /PC

Publicado en ECUPRES

sábado, 19 de octubre de 2019

Luchar por qué y para qué




Estalló Ecuador y luego estalló Chile. El abuso de poder tensó tanto la cuerda que al fin se rompió. “Nos quitaron tanto, que nos quitaron hasta el miedo”, decía una proclama del pueblo chileno. Y es que cuando no se tiene nada que perder ya da igual perder incluso la vida. Y lo mismo en Ecuador.

No así en Cataluña, donde la lucha es puramente nacionalista. El nacionalismo catalán, fuertemente asediado a lo largo de los años de dictadura, y aun en lo que ahora denominan democracia, ha brindado a los políticos catalanes de derechas la oportunidad de exacerbar en beneficio propio, con fines electoralistas, el ánimo independentista entre la población catalana.

Aun sabiendo cómo los políticos catalanes manipulan los sentimientos del pueblo, resulta difícil mantener el ánimo sereno y una actitud ecuánime. El Estado español sigue en manos de las mismas fuerzas que sostuvieron la dictadura, como lo demuestra la severa condena aplicada a los líderes independentistas, hecho que han usado los políticos catalanes de turno para atizar la ira del pueblo catalán.

Por si no bastaba con la sentencia, Pedro Sánchez, el presidente en funciones del gobierno español, perteneciente al PSOE (la falsa izquierda del bipartidismo político español creado cuando vistieron de democracia la dictadura) ha declarado que los líderes independentistas han tenido un juicio justo. ¿Cómo entender semejante desatino? ¿Es pura estulticia o un anticipo de su intención de formar gobierno con el PP (la tradicional derecha franquista) para asegurar la “unidad de España”?

Por supuesto que tiempo le ha faltado al independentismo catalán para replicar al presidente con manifestaciones pacíficas que inevitablemente devienen violentas. Las organizaciones civiles Ómnium Cultural y ANC convocan manifestaciones de protesta por la injusta sentencia y el encarcelamiento de los líderes independentistas. Los CDR (Comités de Defensa de la República Catalana) y otros grupos autoconvocados se suman a las protestas. Nadie controla lo que esas guerrillas urbanas hacen.

La conducta de Quim Torra, el Presidente de la Generalitat de Cataluña (gobierno autonómico catalán) es poco menos que esquizofrénica. Arenga a los manifestantes y los anima a seguir en la lucha, al tiempo que les envía la policía para que los frenen. ¿Estará buscando ese complicado personaje que en los enfrentamientos con la policía acabe habiendo un muerto, para así aumentar la ira del pueblo?

Los políticos de derechas catalanes empezaron a promover el independentismo en 2012 con fines puramente electoralistas. Nunca fue independentista la derecha catalana. Sabían que el Estado español no iba a permitir la desmembración del suelo patrio, pero no era la independencia de Cataluña lo que pretendían sino tener votantes para seguir gobernando en la comunidad autónoma catalana. Con ese fin pusieron todos los medios de comunicación que controlaban a promover el independentismo. Siete años llevamos ya de lavado de cerebro programado. Los adolescentes de entonces son los jóvenes de hoy día. Esa es su forma de ensanchar la base independentista y el número de sus votantes.

Que nadie se confunda comparando las luchas de Ecuador y Chile con la de acá en Cataluña. Allí el pueblo sabe bien por qué lucha y para qué lucha. Acá el pueblo actúa desconociendo cuales serían las consecuencias de esa pretendida independencia de Cataluña si se alcanzara. No hay ningún discurso ideológico por parte de los políticos independentistas. Esconden su ideología neoliberal bajo la capa del nacionalismo.

Los combatientes independentistas catalanes tienen en común con los ecuatorianos y chilenos la indignación ante las injusticias, pero se diferencian en que los de acá no tienen ni idea de qué traman quienes los manejan. Los une el POR QUÉ, la indignación, pero se diferencian en el PARA QUÉ. Los de allá lo saben, los de acá no.

Acertó quien dijo que la incultura más nefasta es la incultura política. Actuar sin saber a quien se está beneficiando es extremadamente peligroso. La gente tira piedras a su propio tejado sin saberlo. La derecha catalana se vale del sentimiento de odio acumulado en gran parte de la sociedad para exacerbar los ánimos contra el Estado español y ganarse a un tiempo el apoyo político del pueblo indignado.

Lamentablemente no hay una izquierda catalana suficientemente organizada que pueda coordinarse con las izquierdas españolas. Si eso se diese, el Estado franquista acabaría cuestionando sus métodos, del mismo modo que Lenin Moreno en Ecuador y Piñera en Chile han optado por echarse atrás en su metodología autoritaria y represiva ante pueblos dispuestos a morir luchando si hiciese falta. Pero el enfoque nacionalista que la derecha catalana ha dado al conflicto y la poca organización de izquierdas que hay en Cataluña hace muy difícil esa unión.

El futuro de este conflicto es bastante impredecible. La Unión Europea no va a dar soporte a la secesión de Cataluña porque sería un desencadenante de conflictos en los estados que la constituyen. El Estado español lo sabe y eso hace que no esté dispuesto a ceder ante las pretensiones de los independistas. Sabe que tiene fuerza suficiente para aplastar cualquier rebelión y la estructura de desinformación necesaria para mantener la opinión pública a su favor. Solo la aparición en escena de algún agente político que imponga sensatez puede evitar los grandes males que ese loco enfrentamiento puede acarrear. Pero, ¿aparecerá a tiempo? /PC


Publicado en ECUPRES