lunes, 12 de enero de 2009

Corazón cristiano

Por un cristianismo sin creencias

Las celebraciones de Semana Santa me traen cada año recuerdos de juventud, de emoción religiosa intensa en horas de silencio y recogimiento, de plegaria callada ante el Santísimo. Y también de cantos procesionarios, aunque no de toques de tambor ni de la tradicional parafernalia religiosa porque nunca la viví.

Pero lo que más recuerdo es el silencio de las calles y de todo el entorno. Sé bien que aquel era un silencio impuesto, una alianza entre la Iglesia Católica Romana y la dictadura fascista española, pero aun así, lo recuerdo con añoranza, y pienso que no nos iría mal ahora un poco de silencio, no impuesto como entonces sino colectivamente acordado, como el que se encuentra en los monasterios y sitios donde se celebran retiros durante estos días.

Lástima que son sitios religiosos, y al no compartir yo sus creencias no me siento cómodo en ellos. Tal vez con el tiempo alguna comunidad religiosa se decida a organizar retiros cristianos para no creyentes, y yo tenga la suerte de alcanzar a verlo y gozarlo.

En honor de la verdad tengo que confesar que algo de ello he encontrado en ocasiones. La más reciente fue la vigilia de este último fin de año que bajo la dirección de la Hermana Regina organizaron las Benedictinas de Montserrat en su Monestir de Sant Benent, a pocos kilómetros de donde vivo, la cual fue una muy acogedora celebración aconfesional, llena de sensibilidad religiosa y humana.

Otra ocasión que recuerdo es una plegaria plurirreligiosa en la celebración del día mundial del VIH/SIDA en el templo de Santa Maria del Pi, hace algunos años en Barcelona, en la cual abundaron las lecturas aconfesionales.

Y algo que se acerca mucho a esto que busco son los encuentros del monasterio de Taizé, aunque lamentablemente restringida la estancia a una semana al año para las personas de treinta años para arriba.

Y sin duda, los encuentros del Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas (CETR), de Barcelona.

Pienso que en el mundo occidental actual sería posible y beneficioso un cristianismo sin creencias, algo así como un postcristianismo. La esencia del mensaje jesuánico pero sin dogmas. Aunque con liturgia, eso sí, porque la liturgia me es necesaria tanto para entrar dentro de mí como para sentirme unido a quienes me rodean. ¿Los evangelios…? Bueno, sí pero con la debida critica.

Cada año por estas fechas me encuentro con escritos que intentan dar una versión aceptable sobre la resurrección de Jesús. Muchos de ellos me suenan a aquello de «donde digo digo no digo digo que digo diego», y veo que se enzarzan en explicar que resucitar no significa revivir sino algo que yo no llego a entender.

Yo veo más fácil expresarlo en lenguaje corriente y decir que Jesús había calado tan hondo en quienes le seguían que su espíritu pervivió en ellos. O que resucitó en ellos si se quiere mantener el término tradicional y remarcar que el arrebato apostólico les vino tras la muerte del maestro. Pero casi seguro que tal como yo lo expreso debe de ser considerado herejía por la Iglesia Católica Romana. Es por esto y por más cosas que ahora no vienen a cuento que yo dejé de sentirme católico hace ya mucho tiempo.

El caso es que me duele no poder leer de arriba abajo escritos verdaderamente interesantes desde una perspectiva humana salidos de la pluma de escritores cristianos porque cuando menos lo esperas aparecen las creencias de siempre.

Siento como que se han propuesto escribir tan sólo para gentes creyentes y nos dejan de lado a quienes no lo somos. Fe excluyente la suya. Bien, pues con su pan se lo coman. Pero me da rabia, porque sus escritos suelen estar llenos de una sensibilidad humana muy poco común, y el mundo actual está muy necesitado de ella.

Veo la sensibilidad religiosa como una elaboración alambicada de la sensibilidad humana. Algo así como la esencia de la calidad humana. Y en este sentido me parece excelente. Pero por otra parte siento rechazo por la utilización que de ella han hecho y hacen todavía quienes elaboran y controlan el pensamiento religioso.

Y mi rechazo alcanza grado sumo ante la organización eclesiástica. Lástima, porque hay en ella algunas personas que me parecen dignas de aprecio, y estimables también algunas de las actividades que realizan.

A buen seguro que en el mundo hay millones de personas con sentimientos parecidos a los míos, y me gustaría encontrarme con ellas. Pero después de algunos años de intensa búsqueda, estoy perdiendo ya la esperanza de hallarlas. El último esfuerzo que he realizado en este sentido es “La hora del Grillo”, este webblog que actualizo con la ayuda de diversas personas amigas, el cual tal vez algún día me dé una sorpresa.

En fin, la Vida da lo que da. Démosle gracias.