sábado, 25 de junio de 2005

Cábalas de un agnóstico

«¿Tu verad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela».
                                                                                   Antonio Machado


Con todo el respeto que me infunde la persona de ese pensador y maestro de las letras, yo cambiaría el «y ven conmigo» por «vamos juntos», que también entra en la métrica y nivela más a quienes buscan. Pero aunque lo parezca, no necesariamente tenía que ser inmodestia lo que llevó a Machado a escribir lo escrito sino que bien pudiera ser la experiencia viva del momento, ya que se hallaba entre gentes convecidas, seguras de sí mismas, poseedoras sin lugar a dudas de esa Verdad auténtica que él mismo escribe con mayúscula, y difícilmente quien se cree seguro de estar en posesión de la verdad indiscutible se aviene a dar siquiera un solo paso para ir a buscar otra.

Reflexionar, pensar, cavilar, bucear insistentemente en lo hondo del alma con ganas de entender lo que no se entiende es lo específico de quien sin estar en posesión de la verdad no renuncia a buscarla. Y es por eso que en materia religiosa, reflexionar, pensar y cavilar sería más propio de un agnostico que de un creyente o incluso de un ateo, puesto que ambos tienen ya la absoluta convicción de estar en la verdad.

Se ha dicho muchas veces que la duda es propia de gentes timoratas. Tal vez sí, pero me viene a la mente que valientes fueron quienes cruzaron mares y conquistaron mundos, y derrotaron pueblos poderosos y fundaron imperios... Y visto así, renuncio de buen grado a ser valiente.

A mí me atrae con fuerza la figura del agnóstico, de ese personaje que no sabe ni cree pero busca, que vive en el asombro permanente, con ojos como platos, igual que la lechuza, deslumbrado por todo cuanto la vida le presenta. Pienso que en el fondo de toda persona honesta y con vida tiene que haber forzosamente un poso de cierto agnosticismo, ni que sea lejano, que le lleve a buscar algo distinto de aquello que ya tiene. Y tal vez me equivoque, pero para mí que es con ese pensamiento y esa actitud de búsqueda constante como ha ido creciendo con el tiempo la bondad en el mundo.

Pero cavilar no es tarea cotidiana, sino de lujo. Es para los ratos de ocio en los que lejos del afán por subsistir nos entregamos sin temor y sin pena a nuestra pura cábala como si otro yo fuéramos. Y por eso somos muchos quienes hacemos cábalas en tercera persona, por tal de no caer en esquizofrenia entre la realidad en que andamos metidos y la vida ideal que imaginamos. Porque de ese modo, sin implicar la totalidad de la propia persona, dejando vagar el pensamiento libremente por entre la observación de nuestra realidad y una fantasía anticipatoria que nos lleve a formular hipótesis aun sin afirmarlas, es más fácil lograr, sin herir a nadie ni tener que superar vergüenzas para mostrar en público el propio yo, compartir el pensamiento con quien quiera leerlo.

Cavilaciones pues de un espíritu agnóstico, en tercera persona, siendo a veces yo y a veces otro, es lo que intentaré de ahora en adelante ofrecer a vuestro buen juicio en este virtual punto de encuentro en busca de colaboración y de acogida.

Paz y felicidad, y hasta la próxima.


Josep Castelló Ríos
Para TAMBO, 25 de junio del 2005