Qué gran
aplauso nos merece el pueblo argentino en su rotundo NO a las mentiras de un
gobierno de mafiosos represores, destructores de la cultura y de cuanto redunda
en el bienestar de las clases menos favorecidas. Ese rechazo es una más de las
muchas muestras de madurez política y conciencia social que a lo largo de su
historia ha dado ese gran pueblo.
Mientras
Argentina despierta del sopor en que la sumieron unos medios informativos al
servicio de la más ambiciosa oligarquía, el pueblo español permanece impasible
ante la continua avalancha de falsedades que los informativos no paran de
segregar. Y así, en unas elecciones donde Unidas Podemos (UP) ofreció opciones
de izquierda dignas de ser tomadas en cuenta, el electorado prefirió la
vacuidad del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), un partido que desde
1982 es un bastión de la derecha disfrazado de izquierda.
No es
extraña tanta estulticia en esta vieja España. Una profunda limpieza ideológica
perpetrada por el franquismo, durante la guerra y después de ella, dejó el país
sin mentes revolucionarias. Miles de muertos en combate y en la población civil.
Miles de asesinatos posteriores al triunfo de los golpistas. Muerte y terror durante
una larga dictadura de cuarenta años arrancaron de raíz todo el pensamiento
humano que espíritus generosos habían sembrado. Y remató la desgracia cuarenta
años más de una democracia de estilo burgués con los mismos poderes fácticos
que sostuvieron la dictadura. La barbarie triunfó, y su triunfo llega hasta
nuestros días.
Poca
izquierda tenemos hoy día en esta vieja España, coto de caza de oligarcas y
usureros. Pero menos sentimiento de dignidad muestra el pueblo cuando se le brinda
la ocasión. El consumismo, con todo el aparato ideológico que conlleva, ha
hecho estragos en la mente de la gente. Ya nadie piensa más allá de lo que afecta
a su presente inmediato. Ya ni el futuro de sus hijos les mueve a pensar en la
trascendencia de las decisiones políticas.
No luce la
esperanza por acá en los tiempos que corremos. Ni en los años del
nacionalcatolicismo hubo tanto lavado de cerebro como lo hay ahora. El terror y
el clero juntos no pudieron lo que puede hoy día el televisor. Gracias a él y a
los inestimables servicios de unos profesionales expertos en desinformación y publicidad,
dejan de pensar las gentes y entran en permanente estado de idiotez. Y así, sin
esfuerzo alguno, los bandidos profesionales ocupan los cargos que dirigen el
destino de la nación.
La
codicia de los ricos marca el ritmo de los azotes que recibe el pueblo
desposeído. Una restricción tras otra va apretando la soga en las gargantas. La
asfixia crece. La gente aguanta sin apenas respirar. ¿Hasta cuándo?
Hoy es
el pueblo argentino quien grita BASTA. Su grito resuena lejos, como resonó el
de todas las gargantas que lucharon y el de quienes dieron su vida en aras de
la libertad. Fruto de esas resonancias fue la huelga de La Canadiense en
Barcelona, en febrero de 1919, la cual dio lugar al primer decreto de jornada laboral
de ocho horas que dictó un gobierno en el mundo entero. Nunca se sabe el
alcance de una lucha. Pero ninguna es estéril.
Sabemos
que los violentos no se van a rendir. Que su afán de tener esclavos no va a
menguar por unas nuevas derrotas. Que van a morir matando. Que su política es
de tierra quemada y campos sembrados de sal. Pero también sabemos que la
humanidad progresó en derechos cuando unas almas rebeldes se lo propusieron.
Hay que
evitar a toda costa que la molicie de las gentes se una a la violencia de los
opresores. La lucha tiene diversos frentes y hay que combatir en todos. Hay que
cultivar la rebeldía sin tregua. Todo es cíclico en la vida. Las semillas que
esparce el viento germinan y arraigan cada tanto. Habrá que ver cuánto tardan
en brotar de nuevo en esta vieja España. /PC