martes, 23 de diciembre de 2014

La lucha revolucionaria por la independencia y la fantasía independentista conservadora


Cataluña será independiente y libre si es revolucionaria, pero no lo será nunca mientras sea conservadora.


El pueblo catalán vive con deleite su afán de independencia. Es un sentimiento profundo que se mantiene a lo largo de tres siglos y que ha ido creciendo en la medida que ha crecido la opresión del Estado español. Pero no toda la población de Cataluña participa en esta lucha ni está movida por el sentimiento que la sostiene. En Cataluña viven unos siete millones y medio de seres humanos de origen diverso, principalmente español, que a pesar de haber nacido en tierra catalana se consideran a sí mismos españoles. Esta gente, que no perdió nada del 11S de 1714, casi no se les ha dicho nada que los pueda motivar a favor de esta independencia que tanto anhela la mayor parte de la nación catalana.

Entre la población catalana independentista que se plantea los pros y los contras de la independencia hay una estimable diversidad de opiniones. A pesar de coincidir en querer la independencia, a la hora de plantear la manera de conseguirla afloran las divergencias ideológicas. Mientras que unas opciones son claramente conservadoras, otras, son marcadamente revolucionarias. El privilegio de clase en las primeras. El bien común y el principio de igualdad en las demás.

Esta dicotomía política no es nueva en el ámbito independentista, sino que fue una constante desde la revuelta catalana de 1909 hasta la caída de la República. Por entonces, a la lucha por la supervivencia de la cultura y la nación catalana de carácter predominantemente romántico y burgués que se había iniciado con la Renaixença se le sumó la clase obrera, que vio en la independencia de Cataluña un refuerzo a su lucha contra la opresión del Estado español. El Estado oprimía las naciones sometidas al igual que la clase privilegiada oprimía la clase trabajadora, lo que hacía que quien estuviera por la libertad no pudiera obviar una en favor de la otra. Una buena exposición de este tema la hace Joan-Carles Ferrer i Pont en “Nosaltres sols: la revolta irlandesa a Catalunya”, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 2007. Pero documentación fiable se puede encontrar en varios sitios y los que tenemos una cierta edad lo supimos ya desde muy pequeños por haberlo escuchado de labios de padres y abuelos.

En el presente, el independentismo catalán atraviesa una situación que se asemeja con la de aquella época en que hay dos corrientes ideológicas completamente opuestos que aparentemente están a favor de la independencia. El pueblo catalán clama por la independencia. Las fuerzas conservadoras encabezan oficialmente el fervor popular, pero anteponen sus intereses de clase. Mal camino llevamos, porque todo el pueblo catalán de origen español, que no perdió nada del 11S de 1714 no tiene ningún motivo para apoyar esta independencia de que nada le aporta. Dicen los independentistas que nos ahorraremos el dinero que ahora nos roba España. Quizá sí, pero ¿que se hará de él? ¿Quién asegura que no irá a parar a manos de los mismos que se lo embolsan ahora? Pues no, no lo asegura nadie. Nadie habla de eso porque según parece ese es un tema tabú en el presente discurso independentista. "Primero la independencia, después ya hablaremos". Quizás sí que hablaremos pero, ¿a quién anima eso?

Mientras, van surgiendo otras opciones políticas que sí animan el pueblo, sobre todo a la parte de pueblo catalán de origen español. Crece el fascismo partidario del dominio imperialista español y crece también el número de los que esperan que las fuerzas políticas que afloran en España construyan un Estado con mayor justicia social. Si esto llegase a ser así, ¿qué motivo tendrían ellos para dejar de ser españoles?

Cataluña es hoy un país ocupado militarmente desde hace tres siglos e invadido civilmente a lo largo de todo el siglo XX pero muy especialmente de los años cuarenta acá. Hoy el sentimiento independentista palpita sin duda el corazón de una buena parte de la población catalana, pero no de la mayoría. A lo que sí aspira la mayor parte de la población, independentista o no, es una mayor justicia social, un tema que apenas ha asomado en la mayor parte de los actos en favor de la independencia. Es por eso que pensamos que se han equivocado mucho los líderes políticos independentistas que han apoyado al gobierno catalán de derechas. Se han equivocado porque han dejado de lado toda esta gran parte de población catalana de origen español que ahora espera que la liberación les llegue por parte de la nueva izquierda española.

En política no hay que olvidar las lecciones de la historia. Cataluña no consiguió la autonomía política cuando la defendió La Liga. No lo quiso el gobierno de España ni lo quiso La Liga porque la burguesía catalana quería el apoyo de España para tener sometido el pueblo catalán y al no lograrlo se echó atrás en sus propuestas de autonomía. Entonces la burguesía escogió seguir al lado de los que tenían el poder y ahora está haciendo lo mismo. El gobierno catalán de derechas exige el apoyo de los partidos independentistas en sus políticas neoliberales sabiendo que esto les hará perder el apoyo de la mayor parte de la población catalana. Es una trampa. La derecha catalana es ladina; lo hemos dicho en varias ocasiones y lo repetimos ahora.

Cataluña nunca será independiente mientras el independentismo lo lidere la derecha. No lo será porque nunca la derecha política catalana ha sido independentista sino nacionalista, es decir, españolista con concesiones a los rasgos diferenciales catalanes de forma que favorezcan la primacía social de las clases privilegiadas. El políticos catalanes de derechas han puesto siempre por encima de todo los intereses de su clase y no dejarán de hacerlo ahora que van a su favor las políticas neoliberales que vía Madrid impone la UE.

No hay ningún loco que tire piedras a su tejado. Ninguno, excepto los políticos catalanes independentistas de izquierda con representación parlamentaria en el día de hoy. Cegados por la obsesión independentista del pueblo, han apostado por la independencia a toda costa y han aceptado ingenuamente el juego hábil y tramposo que les ha planteado el gobierno de derechas.

Ojalá me equivoque, pero temo que el pueblo catalán pague muy caro este gran error estratégico de los políticos catalanes de izquierda. / PC


VER EL ORIGINAL EN CATALÁN:
http://pepcastelloenllenguapropia.blogspot.com.es/2014/12/la-lluita-revolucionaria-per-la.html


ARTÍCULOS RELACIONADOS:

Hay que acercarse al otro
http://escritosdepepcastello.blogspot.com.es/2014/11/hay-que-acercarse-al-otro.html

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/100589-hay-que-acercarse-al-otro

Tras el éxito viene el reto
http://escritosdepepcastello.blogspot.com.es/2014/11/tras-el-exito-viene-el-reto.html

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/100164-despr%C3%A9s-de-l-%C3%A8xit-ve-el-repte-cat-cas


PUBLICADO EN:

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/102644-la-lucha-revolucionaria-por-la-independencia-y-la-fantas%C3%ADa-independentista-conservadora

sábado, 22 de noviembre de 2014

Hay que acercarse al otro

A quienes queremos una Catalunya libre, independiente y anticapitalista.


Es un hecho constatado que los seres humanos nos juntamos en función de nuestras afinidades. Esto se puede ver a simple vista en todos los grupos del ámbito que sea. Nos juntamos para compartir lo que tenemos en común y, en este juntarnos, nos separamos de aquellos otros con quienes no encontramos nada o casi nada que compartir. Lo hacemos de forma instintiva, sin ni darnos cuenta en las más de las veces, y de ese  modo vamos convirtiendo la sociedad que nos rodea en un conglomerado de conjuntos diversos.

Diversidad y afinidad son las bases de toda sociedad, las de todo tipo de progreso e incluso las de la vida. Nada se podría hacer sin las afinidades que llevan a los individuos a col • laborar de manera casi instintiva los unos con los otros. Pero tampoco iríamos a parte alguna sin diversidad, con una uniformidad tal que dejara desatendidas un montón de funciones necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad.

Las sociedades actuales son muestras claras de la interacción de estos dos componentes que nos ocupan, la afinidad y la diversidad, y en este sentido, Cataluña no es una excepción. El pueblo catalán es étnicamente diverso desde hace mucho tiempo, pero por lo que ahora nos ocupa es necesario que nos fijemos en la diversidad de nuestra sociedad actual.

En menos de un siglo, auténticas riadas humanas han convertido el pueblo catalán en una sociedad que podríamos calificar de aluvial. Si ya en 1931 había un porcentaje estimable de gente venida de otros lugares de España, entre los años 40 y 50 este porcentaje se incrementó tanto que allá por los años 60 de los tres millones escasos que éramos al terminar la guerra alcanzamos los seis millones. Una exposición admirablemente bien hecho de todo este proceso lo encontramos en el libro de Francisco Candel "Los otros catalanes", que podemos encontrar en la colección "bolsillo" de Ediciones 62.

Hoy Cataluña tiene una población de poco más de siete millones y medio de habitantes, la mayor parte de los cuales tiene ancestros de cuarta generación, e incluso de tercera, que no eran catalanes, sino españoles. Pero también hay una parte de la población proveniente de otras naciones de todo el mundo que ha llegado en los últimos quince años. Juntos vivimos en Cataluña. Juntos hacemos día a día el país. Juntos disfrutamos de todo lo que la sociedad catalana pone a nuestra disposición y juntos sufrimos también las injusticias que nos imponen las políticas neoliberales que hoy imperan.

En el momento presente, catalanes de antiguo origen y catalanes de origen forastero tenemos en común el hecho de ser víctimas de la agresión neoliberal del capitalismo. Los gobiernos hacen lo que quieren con el patrimonio público sin que los controle nadie. Con el dinero proveniente de los impuestos que paga todo el pueblo subvencionan quiebras bancarias fruto de fraudes y de mala gestión; financian negocios privados de empresas en las que ellos o personas de su entorno tienen intereses; promueven obras públicas que no tienen otra finalidad que el negocio de las empresas que las hacen... y toda una serie de cosas que podríamos estar señalando durante horas y horas. Todo ello pagado por el pueblo de Cataluña, es decir, catalanes "viejos" y catalanes "nuevos" juntos. ¿No es lógico, pues, que juntos nos defendemos de esta feroz y humillante agresión?

Hoy el pueblo catalán lucha por su dignidad como nación. Las organizaciones civiles que encabezan esta lucha quieren demostrar al mundo entero que todavía hoy somos un pueblo que lucha por los derechos que el Estado español le arrebató tres siglos atrás y nunca le ha devuelto. El tiempo no legitima lo que es ilegítimo, pero sí dificulta el recuerdo de la injusticia y enturbia la perspectiva. Las circunstancias cambian y a menudo las nuevas son consecuencia de los hechos pasados. No es fácil hacer justicia ni conseguir gente que la quiera. Y menos si esta gente no ha sufrido la injusticia e incluso ha sacado provecho.

Queremos una Cataluña independiente y soberana, libre de toda sumisión. Esto son dos reivindicaciones: la identidad nacional y la soberanía en todos los órdenes sociales. Una afecta sólo a aquella parte de la sociedad catalana actual que la siente como propia. La otra afecta a la mayor parte de la población, la sienta o no la sienta. Ambas están íntimamente ligadas. Sin independencia no tendremos nunca soberanía económica ni de ningún orden. Pero sin soberanía el opresor de turno, tanto si es España como la UE, hará con el pueblo catalán, con TODO el pueblo catalán, lo que más convenga a los intereses de las clases privilegiadas que controlen.

Es aquí donde aparece la necesidad de acercarnos al otro, a este otro para quien la identidad nacional catalana no es ninguna motivación pero sí lo puede ser la injusta realidad que compartimos.

La soberanía del pueblo no la construirá nunca la burguesía que vive de someterlo y explotarlo sino que debe construir el mismo pueblo con su actuar diario. Esto requiere organizaciones de base que los gobiernos de derechas no consentirán nunca, sea mediante normativas disuasorias o trampas políticas. Pero para poder hacer esta aproximación hay que dejar de lado fanatismos y prejuicios y hacer de la realidad social y de la causa política que la genera el centro de nuestra lucha. De otro modo lucharemos en minoría, rodeados por la niebla mediática burguesa que no nos dejará ver a donde nos lleva nuestro afán ciego… y no conseguiremos nunca la libertad que queremos. / PC 


PUBLICADO EN KAOSENLARED.NET

sábado, 15 de noviembre de 2014

Tras el éxito viene el reto


El reto consiste en hacer que al menos las dos terceras partes del censo electoral estén por la independencia.


El pueblo catalán se manifiesta cada vez con más convicción. Las manifestaciones en pro de la independencia patria son indiscutibles éxitos de organización. La prensa internacional da fe de ello. Las cifras de participación aumentan de acto en acto, pero ni aun así llegan a la mitad de la población en edad de votar. Es evidente que no toda la población de Cataluña se moviliza para pedir la independencia. ¿Por qué? Dado que no hay ningún impedimento para hacerlo ni ninguna represalia por quien lo haga, hay que pensar que la causa es la falta de motivación.

Dejando de lado si es posible o no conseguir esta independencia que tant fervorosamente pide la parte del pueblo que se manifiesta y que los políticos catalanes impulsan, (tema que merece atención aparte), nos centraremos ahora en lo que debiéramos hacer para que la cifra de manifestantes supere las dos terceras partes del censo electoral.

Si de lo que se trata es de movilizar a la población de Cataluña, deberemos tener presente su composición. Una gran parte de ella es de origen español. Sus padres o como mucho sus abuelos nacieron en algún lugar de España. Y lo que es más grave: vinieron a Cataluña convencidos de que iban a una región de España. Una vez aquí se encontraron con que la gente del país hablaba una lengua distinta a la suya, pero escribía con la misma porque era la que les habían enseñado en la escuela. Todo estaba escrito y rotulado en castellano. El catalán lo hablaban los catalanes entre ellos pero no tenía ninguna validez oficial porque según se enseñaba en la escuela no era una lengua sino un dialecto. Era evidente que no habían salido de España. Estaban en tierra propia y con pleno derecho. Nada les motivaba a aprender catalán ni a sentir ningún respeto por el pueblo que los acogía. Se instalaron aquí y se adueñaron del país tan pronto como pudieron.

Pasados los años, diversas circunstancias han hecho que la nación catalana esté bastante más presente en el entorno de una buena parte de la descendencia de aquellos "otros catalanes", según los denominó Francisco Candel. Saben que Cataluña está de pie y que lucha por su existencia. Pero eso no quiere decir que sientan esta lucha como propia. En consecuencia no se suman, porque eso de la lengua y la identidad nacional catalana no es cosa suya. Y en cuanto al derecho de gobernar les da igual, porque los políticos que encabezan la lucha por la independencia son tan burgueses y están tan lejos del pueblo como los del gobierno de España.

Pienso que lquienes de verdad deseamos una Cataluña independiente y libre debemos empezar por analizar la realidad actual de nuestro país. El pueblo catalán en peso, sea cual sea su origen, está padeciendo un ataque neoliberal como nunca habían imaginado. Se están recortando los presupuestos destinados a educación y sanidad. Se están privatizando servicios médicos. Se pierden puestos de trabajo por falta de consumo, lo que genera un desmesurado índice de paro. Los impuestos suben y con ellos suben los precios... Todo esto lo sufre la totalidad de la población tanto la de origen catalán como la de origen español. El gobierno catalán dice en su descargo que hace lo que le ordena hacer el gobierno español. ¿Queremos más motivos, pues, para dejar de estar a las órdenes del gobierno de España? ¿Para hacernos independientes y no tener que aceptar las limitaciones impuestas por los que desgobiernan en España? ¿Acaso no es motivo para unirnos y luchar juntos, catalanes de origen y catalanes allegados, contra la injusticia social que estamos sufriendo?

La independencia patria motiva a la mayor parte del pueblo de origen o sentimiento catalán. La defensa de los derechos sociales puede motivar a la mayor parte del pueblo catalán actual, sea cual sea su origen. ¿Por qué, pues, las organizaciones civiles que encabezan el movimiento independentista no toman esto en cuenta? ¿Por qué están tan empeñadas en separar la lucha social de la lucha por la independencia? ¿Acaso no ven todo lo que estamos diciendo aquí? O quizá es que ya les gusta hacer toda esta liturgia de la reivindicación patria, pero no que no hayan cambios sociales?

A pesar de que una buena parte del componente humano que lucha por la independencia sea joven y su ideario esté a favor de una mayor justicia social, no parece que lo estén las cabezas visibles de las entidades organizadoras. Pero tanto si están por una Cataluña más igualitaria como si no, su discurso no lo deja ver claramente. Y en cuanto a la participación de los dos partidos políticos mayoritarios en el momento presente, tampoco hay ninguna manifestación que haga referencia a las desigualdades sociales que la línea política del actual gobierno favorecen. Antes al contrario, que cuando el presidente Mas ha sido interrogado al respecto ha dicho claramente que los "recortes" presupuestarios se seguirán haciendo aun cuando se logre la independencia. ¿Qué queremos, pues, que la población catalana de origen español se vuelque a pedir una independencia que no les reporta nada?

Pienso que no esa mayoría de calidad que deseamos mientras la llamada a la independencia esté impregnada de ideología burguesa. Mientras todo el pueblo no vea claramente que las perspectivas de futuro que se le ofrecen tienen muchas más garantías de justicia social que las ya presentes. Mientras piense que seguirán mandando y gobernando gente tan indiferente a las necesidades sociales y tan atenta a los intereses de las clases privilegiadas como la que gobierna ahora. El pueblo catalán de origen forastero no es estúpido y no se moverá por nada que no les va ni les viene.

Si de verdad queremos una Cataluña libre es necesario que comencemos librándola de la opresión interior. España expolia el pueblo catalán, pero la burguesía catalana también. Es por ahí por donde se debería empezar, por hacer ofertas políticas coherentes con las necesidades sociales de toda la población. Quizás a partir de ahí las clases modestas dejarían de ser indiferentes a nuestro deseo de independencia. Pero si no ofrecemos ningún cambio social que mejore las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas, si lo único que ofrecemos es cambiar la española "rojigualda" por la catalana “estelada”, seguiremos luchando en minoría por un cambio que no motiva a la mayor parte de lo que hoy es la población de Cataluña. / PC

http://www.kaosenlared.net/colaboradores/100164-despr%C3%A9s-de-l-%C3%A8xit-ve-el-repte-cat-cas

Ver original en catalán en:

sábado, 8 de noviembre de 2014

Los sentimientos de clase y de nación

Durante años la tiranía de los gobiernos al servicio de los poderosos ha sometido al pueblo a un proceso de destrucción sistemática de los sentimientos de clase y de nación. Pero hora el pueblo despierta.


Como casi todo el mundo sabe y los políticos saben mejor que nadie, los sentimientos son el motor de la conducta humana. De ahí su empeño en controlar los de cuanta más gente mejor, a lo cual dedican esfuerzos y recursos en abundancia. Y de ahí que quieran parecer ángeles cuando su conducta es la del peor espíritu maligno que cabe imaginar. Falsean datos estadísticos, mienten cínicamente y se hacen pasar por demócratas cuando en realidad son un hatajo de tramposos que dictan leyes a su medida y hacen uso de toda la fuerza del Estado para hacerlas cumplir.

No reparan en emplear toda clase de recursos que puedan despertar emociones, ya sean eventos deportivos, noticias deformadas en los cuales se criminaliza a quienes quiera que les sean adversos, campañas de socorro y asistencia a víctimas de daños que ellos mismos causaron, etc. Hacen lo que sea, sin escrúpulo alguno, con tal de confundir a la opinión pública y despertar sentimientos favorables a sus intereses.

Durante los tiempos de la dictadura fascista que gobernó en España desde 1939 hasta el comienzo de eso que vinieron en llamar democracia, se mintió a toda la población española en lo concerniente a las naciones y pueblos sometidos al tiránico gobierno que las armas impusieron en el Estado español. Se decía en los libros de texto escolares y se proclamaba por los medios que entonces había, prensa y radio principalmente, que el pueblo español era uno solo. Que la patria común de todos los españoles era España. Que Don Pelayo fue algo así como su fundador. Que la nación española era una y diversa en sus costumbres y lenguas pero que la única lengua que podía ser considerada como tal era la lengua castellana, siendo todas las demás simples dialectos. Ningún respeto para la lengua catalana, ni para la vasca, ni para la gallega, ni para otras que con el tiempo y la invasión centralista habían sido castellanizadas. Se trataba de destruir el sentimiento de identidad nacional de todas las naciones anexadas al Estado español, lo cual favorecía sin duda, el dominio de las mismas.

Después de lo que llamaron “transición”, en tiempos de lo que pretendieron y aún pretenden hacer pasar por democracia, el combate hacia el sentimiento de nación mermó y creció en su lugar el combate al sentimiento de clase. Ya no había clases sociales en España. Ya no había pobres, solo clase media. En todos los hogares había televisión, frigorífico, lavadora automática y un envidiable nivel de confort que deslumbraba a las personas mayores de aquel tiempo y les hacía olvidar las penurias sufridas en los años en que tuvieron que trabajar en condiciones infrahumanas o por sueldos de miseria. Había trabajo en abundancia y quien más quien menos disponía de dinero para comprar lo necesario y gastar en lujos y caprichos. La política la hacían los políticos y todo el mundo daba por sentado que la hacían bien.

La idea del debacle social que ahora padecemos no pasaba ni de lejos por el pensamiento de nadie durante los años de “esplendor” económico y social. De ahí que la “crisis” viniese tan de repente y que la mayor parte de la gente la tomase por una tormenta de verano que pronto iba a amainar. Pero pasan los años y el buen tiempo no llega, lo cual hace que el pueblo empiece a despertar.

Resucita el sentimiento de clase oprimida y el de identidad nacional. La gente abre los ojos y ve la miseria humana que se esconde tras la “grandeza” de las organizaciones estatales. La lucha por independizarse de su opresión tiránica crece. El pueblo toma conciencia de que es preciso combatir de raíz la injusticia que nos gobierna. De que si no luchamos vamos a ser los suburbios de esa mega nación que los ricos del mundo pretenden imponernos, de ese mundo que están empeñados en construir para los privilegiados.

Europa no es la patria de nadie salvo de los ricos. La Unión Europea no es nuestro mundo, por más becas Erasmus que acá se den y por más que los graduados con mejores calificaciones de los países periféricos puedan ir a trabajar a los países ricos de Europa. No es irse a trabajar fuera lo que hace falta sino poder trabajar en el propio país y participar del sentimiento de nación que se esfuerza por existir.

Durante años nos han lavado el cerebro con esa internacionalidad que ha dado lugar a la globalización del capitalismo, a ese endiablado dominio que el capitalismo ejerce sobre los pobres del mundo entero mediante las leyes dictadas por las corporaciones mercantiles y sustentadas por los ejércitos de los países poderosos.

Durante años nos han negado nuestra condición de clase dominada y la de pueblo sometido. Nos han hecho creer que la lucha no era necesaria. Ahora se esfuerzan en hacernos creer que no es posible. Mal lo tienen. Cada vez les va a ser más difícil mantenernos adormecidos. El pueblo está despertando. La clase social oprimida está tomando conciencia. La nación sometida lucha por su libertad. Ni leyes ni prohibiciones van a callarnos ni detenernos. Y aun menos someternos de nuevo. No nos pararán. Seguiremos luchando mientras nos quede un hálito de vida. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/99679-los-sentimientos-de-clase-y-de-naci%C3%B3n

 https://ecupres.wordpress.com/2014/11/25/los-sentimientos-de-clase-y-de-nacion/

sábado, 1 de noviembre de 2014

La unidad de España y el 9N

A aquella parte del pueblo español que está a favor de la violencia que el Estado ejerce sobre el pueblo catalán.


Los partidos independentistas catalanes, mayoritarios en su conjunto en el Parlamento Autonómico catalán, respondiendo al clamor de una gran parte de la población acordaron hacer el próximo 9 de noviembre un plebiscito en torno a la independencia de Catalunya respecto del Estado español. El gobierno español se opone a la realización de dicha consulta alegando que es inconstitucional.

Cabría preguntarse en qué se basa la inconstitucionalidad de ese plebiscito si tuviese carácter vinculante, pero dado que se trata tan solo de conocer el sentir de la población de Catalunya, esa Comunidad Autónoma constituida sobre lo que desde siglos viene siendo Cataluña, tierra patria de la nación catalana, la legalidad de dicha prohibición no es la principal cuestión. Lo es, eso sí, el motivo por el cual el gobierno español prohíbe que se lleve a cabo dicha consulta. ¿Qué es lo que temen los gobernantes de España? ¿Temen que se sepa el grado de descontento del pueblo catalán con las decisiones de los gobiernos españoles? ¿O que se dé público conocimiento de que una gran parte del pueblo catalán está harto de ser tratado como botín de guerra desde aquel fatídico 1714 en que los ejércitos del Borbón Felipe V, antepasado del actual rey de España, invadieron Catalunya?

Nadie con un mínimo de conocimiento de la historia de los pueblos que hoy forman el Estado español puede negar que la tan cacareada unidad de España tenga como fundamento y sostén la violencia. No es voluntad del pueblo catalán estar sometido a las leyes y gobiernos de España, sino que esa condición le ha sido impuesta a punta de bala. Los poderes político, judicial y militar concurren en la acción represora, al igual que el poder económico de unas instituciones financieras que controlan a los gobiernos que manejan a su manera los impuestos que paga toda la población.

La violencia del Estado español no es cosa del pasado, ni siquiera de los tiempos de la dictadura, sino que permanece en la legalidad presente, controlada, como bien sabemos por las fuerzas que se sublevaron contra el espíritu progresista de la II República, la cual sin ser un prodigio de perfección era un estimable avance democrático. Muestras claras de la actual violencia estatal son la vergonzosa ley mordaza, que pretende acallar las protestas del pueblo ante las injusticias de sus gobernantes y en el caso presente negar el derecho de plebiscito al pueblo catalán.

El terco empeño de quienes defienden la unidad de España nos mueve a preguntar a quien favorece y a quien perjudica. Y sin lugar a duda alguna nos atrevemos a afirmar que perjudica a quienes pagamos el gasto y favorece a quienes del esfuerzo ajeno se benefician. Otro sería el discurso catalán si los impuestos que pagamos sirviesen por igual para bien de toda la población del Estado español. Pero lejos está la realidad presente de ese supuesto. Los impuestos que pagamos los catalanes van preferentemente a engrosar los dividendos y beneficios de las grandes corporaciones mercantiles internacionales.

Si al expolio fiscal le añadimos la agresión y la falta de respeto que el pueblo catalán viene padeciendo desde hace tres siglos por parte de los gobiernos de España, podremos entender la sensibilidad que ahora nos mueve a clamar por la independencia. Desde el genocidio perpetrado por el Borbón Felipe V y la anexión de Catalunya al territorio español, nunca hasta nuestros días el pueblo catalán ha recibido la menor reparación por parte de los gobiernos españoles. ¡Nunca! Y lo que es peor: nunca lo han mencionado. Desde España se ha dado siempre por bueno el desenlace de la invasión de Catalunya.

Actualmente ese Estado español heredero de la dictadura nos sigue imponiendo un rey hijo y sucesor del que impuso a dedo el dictador y los poderes fácticos que dominaron durante la dictadura y siguen hoy dominando. Falsa es a todas luces la apariencia de democracia que reina en España. Ni derecho a expresar su sentir y su pensar tiene el pueblo catalán según el Tribunal Constitucional Español. ¿Qué clase de democracia es, pues, la que niega el más elemental derecho de expresión?

El pueblo catalán vive bajo el dominio de los gobiernos de España desde hace tres siglos. Eso que puede incluso parecer lógico y aun bueno por quienes de ello se benefician no lo es para quienes lo padecemos. Tres siglos de sumisión no pueden tornar justa la injusticia que cometieron las armas y el poder. El pueblo catalán no acepta ese resultado ni parece dispuesto a aceptarlo nunca. La lucha sigue y seguirá hasta que la dignidad de la nación catalana sea respetada como merece. Y eso exige librarse de la opresión española. Ténganlo claro, pues, quienes a lo justo anteponen la conveniencia de la unidad de España. No nos pararán. No cejaremos. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/99209-la-unidad-de-espa%C3%B1a-y-el-9n 
 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Reflexiones desde Taizé (I)


Buen Vivir hoy en Europa


Taizé ha sido para mí un lugar de ensueño desde que estuve allí por primera vez en agosto de 2001. A partir de entonces la idea de colaborar a construir un mundo distinto donde poder vivir redobló su fuerza en mi mente.

¿Es posible burlar el cerco del sistema y vivir sabia y humanamente en el mundo actual? SÍ, sin duda alguna. Lo demostraron las comunidades libertarias ya en tiempos de la II República Española y lo demuestra hoy día la Comunidad de Taizé en plena Europa neoliberal e insolidaria.

Los seres humanos nos agrupamos en función de muchas variables, tales como el lugar geográfico del nacimiento con sus condicionantes físicos y humanos, el entorno cultural donde crecemos, la clase social de la familia… Luego la vida y las características personales de cada cual van haciendo el resto. “Dios los cría y el viento los amontona”, dice el refrán en una de sus versiones. Pero también “Dios los cría y ellos se juntan” se dice en otra. Y aunque parezca que dicen lo mismo, no es así.

Del amontonamiento nacen las masas, esas capas ingentes de población que a golpe de instinto corren como borricos lamineros tras la zanahoria que el poder les muestra. Del juntarse nace la organización social y todo cuanto de constructivo hacemos los humanos.

Se juntan, se unen, se asocian, colaboran quienes tienen intereses o motivaciones afines, quienes quieren llevar a cabo un proyecto común. Juntan sus fuerzas, sus capacidades personales. Aportan sus conocimientos y sus esfuerzos y los ponen al servicio del proyecto compartido. Así ha sido siempre a lo largo de los siglos y así será en tanto la humanidad subsista.

Juntarse es un acto de voluntad a la vez que de inteligencia y aun de instinto si al fondo vamos. Pero juntarse es básicamente un acto de compromiso. Un compromiso con el colectivo que nace y arranca de un compromiso con el propio yo. Porque nadie que no tenga en su mente un proyecto y sienta la necesidad de llevarlo a cabo puede comprometerse a colaborar en nada ni con nadie, como tampoco quien no sea capaz de autoexigirse el cumplimiento de lo que se propuso hacer.

El compromiso personal libremente elegido es la máxima manifestación de libertad que puede darse. Actuar sin presiones externas, sin más premio que la satisfacción de cumplir el deber autoimpuesto. Implicarse en la elaboración y desarrollo del proyecto común en la medida que permitan las propias capacidades. Vivir aprendiendo y ayudando a aprender, construyendo y ayudando a construir. Eso es libertad. Bien lejos del aborregamiento de quienes sin cuestionarse nada siguen las directrices marcadas por los líderes de turno.

Pero esa libertad no es gratuita, no es lluvia que cae del cielo sino fruto de una labor educativa que se debe llevar a cabo y que los gobiernos no abordan porque al poder establecido no le conviene. Padres y maestros son factores básicos, pero como dice un refrán africano, “para educar a un niño hace falta una tribu entera”. De ahí la necesidad de juntarse y organizarse. Y eso es lo que ofrecen los hermanos de la Comunidad de Taizé, en tierra francesa, cerca del medieval monasterio de Cluny. Un espacio material donde guarecer la mente y practicar vida comunitaria.

Una población de 5.000 personas, de procedencia diversa, convive y crece humanamente durante un tiempo que oscila entre una semana y tres meses cada año, ocupando su tiempo en meditar, orar, reflexionar y en tareas de voluntariado libremente aceptadas. Familias con hijos menores de todas las edades. Grupos de adolescentes custodiados por un adulto responsable. Jóvenes de ambos sexos. Adultos de edades diversas… Una comunidad ecuménica de monjes procedentes de diversas Iglesias cristianas acoge respetuosamente a creyentes y no creyentes. Convivencia y aceptación en grado sumo.

Ni un solo trabajo asalariado. Cubiertas todas las necesidades colectivas por trabajo voluntario, al modo como hicieron las comunidades libertarias en tiempos de la II República Española. Nada ni nadie queda desatendido. Algo difícilmente concebible para los tiempos que corremos, en los que las premisas capitalistas dicen no tener alternativa. Y he aquí que la tienen.

Taizé es un espacio para aprender, un ejemplo a seguir, aplicable tanto en ambientes religiosos como en profanos. Un modelo de vida libre de las asechanzas del consumismo que humanamente nos destruye. No es la Utopía, pero da una idea bastante aproximada de ella. Merece la pena verlo y vivirlo. Pero sobre todo merece la pena tratar de hallar espacios similares en el entorno que habitamos. Y en caso de no hallarlos, tratar de construirlos. Tribus urbanas en las que hacer crecer a los hijos de acuerdo con nuestros ideales y nuestra idea de cómo puede construirse un mundo mejor. La tarea no es fácil, pero tampoco imposible, pues hoy día tenemos forma de comunicarnos para infinidad de acciones. ¿No íbamos a poder hacerlo para ese propósito? ¡Ánimo!+ (PE)


Nota del autor:

Taizé es un pequeño pueblecito en el corazón de Borgoña, Francia, a pocos kilómetros del medieval monasterio de Cluny. En él el hermano Roger, calvinista de origen suizo, escondió diversas personas perseguidas por los nazis durante la ocupación militar alemana. Terminada la guerra fundó allí una comunidad cristiana ecuménica cuya finalidad es la de ayudar a la reflexión para alcanzar una convivencia feliz y en paz.

  

Pep Castelló. Nacido en Barcelona el 12 de febrero de 1935, vivió y padeció la Guerra Civil Española y su posguerra. Maestro de Enseñanza Primaria Especialista en Educación Musical, cursó Electrotecnia en la Escuela Industrial, música en el Conservatorio Municipal y Pedagogía Musical en el Instituto Willems de Educación Musical con el Maestro Jacques Chapuis. Colabora en ECUPRES desde septiembre de 2009.




viernes, 19 de septiembre de 2014

Desobediencia

Cuando las normas son injustas y quien las dicta no atiende a razones, la única respuesta digna es la desobediencia.


La desobediencia civil ha sido siempre el motor del progreso social. Ha sido el arma que ha doblegado a quienes ejerciendo el poder dictaron normas injustas, contrarias al bien común o a la dignidad humana del total o de una parte de la ciudadanía. 

El alma humana es un complejo amasijo de contradicciones. La fraternidad y la bondad alternan en ella con el individualismo y la envidia. La generosidad con la codicia. El amor con el odio... De aquí que se den tantos intereses contrapuestos entre gobiernos y pueblos, pues es inevitable que cada cual vele en primer lugar por lo propio. Y es en esa contraposición de intereses donde el diálogo es absolutamente necesario si se quieren evitar situaciones de abuso e injusticia.

El diálogo es la base de la democracia. Sin diálogo, sin la escucha atenta de los argumentos opuestos, no existe posibilidad de acuerdos. Tan solo tiranía y sumisión caben donde hay ausencia de diálogo. La paz social se mantiene en ese caso por la fuerza. La tensión crece hasta que estalla, pues que no hay nadie, ni persona ni pueblo, que pueda ser sometido y anulado por siempre.

En el seno de toda sociedad sometida hay individuos que tienen vivo el germen de la libertad. Son los rebeldes, los que no se doblegan, los que a despecho de su subsistencia y aun de su seguridad física apuestan por existir. Esos seres escogidos son la levadura que más tarde o más temprano levanta al pueblo. Por eso son objeto de persecución por el poder opresor. Sus acciones son criminalizadas por quienes gobiernan. Sus nombres son estigmatizados en los medios de comunicación controlados por el poder establecido. Pero esos seres excepcionales son el espíritu encarnado de la revolución liberadora, del motor que impulsa los cambios que toda sociedad requiere para avanzar por el camino de la justicia, de la libertad, de la solidaridad, de la igualdad. De esa igualdad que los codiciosos se empeñan en menguar y aun destruir mediante la violencia estructural. Leyes injustas que someten, explotan y humillan al más débil.

Continuamente hay en el mundo movimientos de resistencia a la agresión de los fuertes. Son movimientos que cuentan únicamente con la fuerza de la razón y con el peso elocuente de la gran cantidad de población que movilizan. Contra ellos cargan los poderes opresores con represión judicial y policial basada en falsas acusaciones o en leyes ilegítimas promulgadas a tal fin.

Hoy día acá en España y en Catalunya la opresión se siente como hace tiempo no se sentía. Las exigencias de la UE más la codicia del poder establecido en suelo patrio hacen que los gobiernos actúen en permanente agresión al bien común y a los intereses de la mayor parte de la población. Numerosas organizaciones sociales denuncian esa injusta agresión, ese permanente abuso de poder de quienes gobiernan en favor de las capas sociales más privilegiadas. Hay denuncias de todo orden: escritos, declaraciones públicas y manifestaciones de grupos políticos minoritarios, de asociaciones profesionales, de colectivos sociales... Tanto el gobierno central como el autonómico desoyen esas voces y aun las criminalizan.

La organización estatal en forma de comunidades autónomas favorece la impunidad de los gobernantes agresores. Acá en Catalunya, los gobiernos autónomos mayormente de derechas llevan tiempo excusándose en el gobierno central para eludir las responsabilidades que les corresponden. Esas excusas son tan solo parcialmente ciertas. El pueblo catalán, harto de explotación y desgobierno, se organiza y reclama un estado propio y un gobierno accesible a las demandas del pueblo. El gobierno del Estado español desoye esas demandas y aun las criminaliza y reprime. El gobierno autonómico catalán se escuda en el gobierno de España. La reiterada terquedad de uno y otro gobierno no deja más camino que el de la desobediencia. Una desobediencia que más tarde o más temprano fraguará en ruptura, en liberación de Catalunya con respecto a España y en liberación del pueblo con respecto a sus gobernantes.

Las leyes injustas impuestas por gobernantes injustos merecen ser debidamente contestadas. En esa contestación, tanto como en la desobediencia civil existe riesgo. Es deber de conciencia de toda la ciudadanía asumir dicho riesgo. Cada cual deberá ser fiel a su conciencia y actuar conforme a sus posibilidades. Eso o colaborar con los opresores mediante la sumisión y el silencio. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/96283-desobediencia


viernes, 12 de septiembre de 2014

El “incomprensible” afán de independencia del pueblo catalán


PREGUNTA: ¿Cabe mayor gloria que la de ser español? // RESPUESTA: Pues sí, cabe la gloria de ser libre y ser parte de un pueblo que no quiere oprimir ni ser oprimido.


Para quienes consideran legítimo el ataque armado, la invasión y el dominio de unos pueblos sobre otros, Cataluña es una porción del territorio español y como tal debe ser administrada según normas del gobierno de España. Pero no es así para quienes consideran que toda agresión armada es un crimen y que toda opresión denigra al pueblo opresor y humilla al pueblo oprimido.

Dado que los libros de historia que ha tenido a su alcance la mayor parte de la población española actual están teñidos de nacionalismo español, es difícil que la gente llana no demasiado letrada sepa que la anexión de Cataluña al Estado español nunca fue voluntad del pueblo catalán sino resultado de acciones armadas. De aquí que recomendemos a quienes no entienden el afán catalán de independencia que revisen cuanto llevan aprendido de Historia de España. Para quienes sientan pereza o no sepan cómo informarse debidamente, ahí va un  breve resumen.

En aquellos tiempos en que los pueblos no pintaban nada y sus pobladores eran poco menos que bestias domésticas al servicio de los poderosos, se produjeron pactos y alianzas entre gobernantes que dieron lugar a posteriores organizaciones administrativas, algunas de las cuales alcanzan nuestros días. Pero con el paso del tiempo los pueblos en lucha han logrado modificar la condición de esclavitud a que estaban sometidos y la dignidad humana ha ido ocupando cada vez más el lugar que le corresponde en las relaciones entre gobernantes y gobernados. Bendita sea, pues, la lucha que sirve para dignificar a personas y pueblos.

A pesar de esos avances, son muchas las mentes que todavía aceptan las relaciones de poder como base de las relaciones humanas, con lo cual dan por bueno cuanto se estableció tiempo atrás por la fuerza de las armas. Así los herederos de los golpistas de 1936 nunca han pedido perdón por las muertes y sufrimientos que causó aquella guerra fratricida y dan por buenas las relaciones de poder que ella estableció y su continuidad en tiempos de eso que llaman democracia. Niegan que la actual Constitución Española se estableciese bajo la presión de las fuerzas fácticas del momento en que fue aprobada, entre ellas la del ejército y exigen su cumplimiento a toda la ciudadanía implicada como si de un pacto legítimo se tratara.

Igualmente su concepto de la nación española se fundamenta en hechos históricos en los que el pueblo nunca participó, así como en los resultados obtenidos mediante acciones armadas, tales como la conquista de Cataluña en 1714 por las tropas del Borbón Felipe V, antepasado del actual rey de España que lo es por abdicación de su padre el heredero del dictador Franco. Nada de todo eso tienen en cuenta quienes no entienden el actual afán de independencia del pueblo catalán o se atreven a cuestionar su legitimidad.

Nada tan peligroso como la incultura política. Quienes ignoran la realidad histórica difícilmente podrán entender el hondo sentimiento de nación que une al pueblo catalán, cuya identidad nacional queda reflejada en su lengua y en las múltiples instituciones que los gobiernos de España nos prohibieron a partir del Decreto de Nueva Planta promulgado por el rey Borbón invasor. Apenas nada de eso se restableció en todo lo que llevamos de democracia y aun se empeora día a día con las disposiciones de los sucesivos gobiernos españoles. El pueblo catalán sigue siendo humillado políticamente y expoliado económicamente sin que la organización política del estado le permita defenderse de cuantos abusos de poder se le infringen.

A tal extremo ha llegado la cerrazón de los gobiernos españoles que el pueblo catalán en peso ha dicho basta. Nada queremos de España, pues que nada bueno y sí mucho malo de allí nos viene. Queremos volver a nuestra independencia nacional, a gobernarnos con propias leyes según lo éramos antes de la invasión borbónica de 1714. Somos una nación y tenemos derecho a tener un estado propio y a organizarnos políticamente como mejor nos venga en gana. Y eso lo queremos tanto si lo entienden los gobernantes españoles y esa parte del pueblo español que con unos lamentables principios éticos da por buena la historia tal como la han determinado las fuerzas del poder. Lo queremos y así lo manifestamos año tras año en ese 11 de septiembre que para nosotros tanto significado tiene.

Se acabaron los tiempos de la barbarie y de las imposiciones por la fuerza. Hoy las relaciones humanas, tanto entre personas como entre pueblos y naciones, deben regirse por principios éticos. Quienes quieran seguir haciéndolo por principios bélicos deberán reflexionar sobre ello si quieren merecer ser considerados seres humanos dignos de estima. /PC

https://ecupres.wordpress.com/2014/09/17/el-incomprensible-afan-de-independencia-del-pueblo-catalan/

domingo, 31 de agosto de 2014

Reflexiones desde Taizé *


I - La deshumanización de las masas

La incultura política y la falta de compromiso social hacen de la humanidad un conjunto de grandes rebaños de borregos. Las clases sociales privilegiadas cuidan de que así sea.


Durante mucho tiempo, pero muy especialmente a partir del siglo XVIII, quienes anhelaban un mundo más equitativo y humano pensaron que el analfabetismo era la causa de los grandes males que padecían las capas sociales oprimidas. A fin de atajar esos males, se esforzaron en promover la enseñaza pública y establecer las condiciones necesarias para que toda la población tuviera acceso a ella, no tan solo a los niveles básicos de alfabetización sino a grados de instrucción elevados.

A finales del siglo XX los grandes estados del mundo contaban con organizaciones de enseñanza capaces de dar altos niveles de instrucción y conocimientos a la mayor parte de su población. Y no obstante, durante la primera década del siglo XXI la opresión que padecen las capas sociales humildes se ha incrementado en grado sumo y la desigualdad social crece de forma alarmante. ¿Qué está ocurriendo? ¿Se equivocaron quienes pensaban que la causa del mal era el analfabetismo?

No se equivocaron al pensar que el analfabetismo era un gran mal social, pero sí al pensar que bastaría con aumentar el nivel de instrucción de la población para liberar su pensamiento. Que instrucción y reflexión andaban de la mano. Que el ser humano es predominantemente racional y que el intelecto es el rector de la conducta humana. Se equivocaron al desestimar el gran poder de lo emocional, de lo irracional callado y escondido en lo hondo del alma de todo ser humano. 

A principios del siglo XX quienes estudiaban la conducta humana pusieron de relieve el poder de lo inconsciente. Al amparo de esa nueva perspectiva la pedagogía dio un vuelco y empezó a tomar en cuenta la motivación emocional en los procesos de aprendizaje y en la adquisición de conocimientos. La investigación científica creció de forma nunca imaginada y los avances técnicos fueron espectaculares en todos los campos. Nada nos hacía pensar que junto a esa gran suerte se estuviese fraguando una gran desgracia. Que ese avance científico y técnico daría nuevas armas al capitalismo para manipular las mentes y controlar la conducta de las masas.

Haciendo gala de la mayor simplificación que en materia de lenguaje cabe imaginar, los pregoneros capitalistas denominaron simple y llanamente “progreso” a cualquier superación de los parámetros mesurables de cuanto hacemos los humanos, sin distinguir lo que verdaderamente redunda en mejorar nuestras formas de vida, tal como pueden ser los avances de la medicina, del pensamiento, de la organización social, etc., de lo que es puramente accesorio y aun peligroso, como lo es el gran incremento de automóviles, televisores, teléfonos móviles y el poder letal de las armas.

Para nada se tiene en cuenta el costo humano de ese mal llamado progreso. Ni la polución que generan los automóviles. Ni las guerras por la posesión de los yacimientos petrolíferos. Ni la deforestación de espacios naturales y zonas verdes que las autopistas y carreteras exigen. Ni la gran cantidad de deshechos y basura no absorbible por la naturaleza que la producción de esos artefactos y otros similares produce. Nada dicen esos apologistas del “progreso” del continuo lavado de cerebro a que está sometida la población mundial entera a través de la televisión. Ni de la banalidad que conlleva el continuo parloteo de los celulares, más transmisores de tópicos y lugares comunes que de pensamiento mínimamente reflexionado. Y para afianzar toda esa irracional mezcla de bueno y malo, ahí tenemos ese invento del PIB, que dando valor monetario a todo cuanto se produce y transfiere pone al mismo nivel las escuelas y los hospitales con el armamento.

Actualmente grandes capas de la población mundial tienen altos niveles de conocimientos, pero aun así su conducta sigue siendo irracional, hacen dócilmente lo que mediante la publicidad les dictan las grandes corporaciones mercantiles y viven sometidas a los poderes políticos de turno. Nadie parece interesarse por el futuro de la Humanidad. Apenas nadie se interesa en buscar formas de vida y de organización social más humanas y acordes con la Madre Naturaleza. Son masivamente desoídas las voces de los profetas que conminan a la rebelión contra un sistema injusto que genera miseria y sufrimiento a millones de seres humanos y que amenaza con destruir a la especie humana entera.

La incultura política que los gobiernos opresores han promovido hace que el individualismo y la indiferencia por todo lo social sea la norma de vida aceptada por la mayor parte de la población mundial. Tan solo unas ínfimas minorías se sienten motivadas por el bien común. La deshumanización de la sociedad es más que preocupante en este momento histórico que nos sitúa al borde del abismo. El capitalismo sigue en su loca carrera economicista y pese a los muchos esfuerzos minoritarios que surgen en diversas partes del mundo, no parece que nada vaya a pararle los pies. ¿Debemos aceptar que estamos en la puerta del fin del mundo, o cabe pensar que al tocar fondo la población mundial reaccionará y se darán grandes cambios revolucionarios?

Allá cada cual con su perspectiva. Quien tenga fe en la Humanidad tiene aún ocasión de luchar por ella. /PC





II - Las inquietudes de la juventud española actual

¿En qué pueden pensar los hijos de quienes a lo largo de su vida solo pensaron en vivir confortablemente y pasarlo bien?


Llegó el verano, tiempo de vacaciones, y en los más de los pueblos semiabandonados del país las colonias de veraneantes han organizado fiestas y desmanes juveniles que escandalizan a las personas mayores de la población autóctona que todavía queda. Algunas no tan mayores, ante la irrespetuosa conducta de los jóvenes se preguntan: ¿que habremos hecho mal para que nuestra juventud sea así?

Sin duda una pregunta de esa índole tiene respuestas múltiples, pero a fin de ir a la raíz de lo que nos ocupa proponemos a quienes se la formulan que respondan a las siguientes:

•    ¿En qué hemos ocupado nuestra mente a lo largo de nuestra vida que no sea el propio bien económico y vivir de forma placentera?

•    ¿Qué inquietudes de orden social hemos compartido con nuestros hijos?

•    ¿Qué lugar han ocupado en nuestra vida las acciones en favor del bien común?

•    ¿Cuales han sido los compromisos sociales que hemos asumido en presencia de nuestros hijos y de qué modo los hemos hecho partícipes de nuestras actividades en ese campo?

En opinión de quien esto escribe, tras el triunfo de las fuerzas fascistas en 1939 y el subsiguiente exterminio de la población que de algún modo compartía algún ideario social considerado de izquierdas, la sociedad española quedó prácticamente despolitizada. Desapareció de la escena pública la inquietud social, la oposición a la ideología de los dictadores y la lucha de clases con todo lo que comporta de conciencia colectiva. El riesgo de ser detenido y exterminado era tan grande que se consideraba loco de remate a quien se atreviese a afrontarlo. Los principales centros de interés de todas las familias fueron a partir de entonces la subsistencia, la mejora de la economía familiar y alcanzar el máxime nivel de goces y placeres. Y la norma básica compartida por la mayor parte de la población fue dejar de lado cuanto no reporte beneficio en alguno de esos campos.

En ese caldo de cultivo, denso en egoísmo y desinterés social se nutrieron quienes nacieron en el Estado español a partir de 1940. Tan solo quienes compartían la ideología opresora, ya fuese por origen familiar o por alguna otra circunstancia, se implicaron políticamente.

A finales de los años 50 la economía da un salto y los electrodomésticos entran a formar parte del mobiliario doméstico de la mayor parte de los hogares. El astro rey de todos ellos es el televisor. Con él, el poder establecido tiene a su disposición ya en la década de los 60 la principal herramienta de manipulación de masas que jamás se inventó. Desde esa tribuna se han predicado criterios sobre la forma de vivir que han acabado convirtiéndose en valores sociales. Nada de cuanto a la sociedad incumbe está fuera de su control. Lo que el televisor no muestra, no existe.

La mayor parte de la población cree a pies juntillas lo que la televisión proclama. La desinformación que desde esa tribuna se ejerce es total. El número de horas que ese aparato ocupa la mente de cada individuo es considerable. Los mensajes de todo orden que desde él se emiten suelen ser letales para el desarrollo del pensamiento crítico. La parte de población que escapa a ese poder es mínima, por no decir insignificante.

A partir de ahí el consumismo crece y la sociedad se aburguesa. Ya somos europeos en nuestra forma de vida. El capitalismo ganó la partida y ya no hay quien lo desbanque.

Llegado a este punto debemos preguntarnos: ¿Qué cabe esperar de una sociedad en la cual el pensamiento colectivo está manipulado de tal modo que cuanto concierne al bien común no tiene cabida?

Las justas protestas que en el presente se están alzando contra la tiranía de los gobiernos adscritos a la ideología neoliberal, aun siendo justas son insuficientes, porque en su mayoría no van contra el sistema sino contra los escandalosos desmanes de los gobiernos. Pero pocas son las propuestas sociales ni políticas que propongan cambios verdaderamente revolucionarios. No parece que la gente quiera cambios sino algo más de justicia dentro de la misma forma de vida. Luego dentro del mismo sistema. Visto lo cual cabe preguntarse: ¿Bastará con hacer leves cambios para atajar los grandes males causados por un sistema injusto que pervive gracias a la desmotivación de la sociedad? Y también: ¿Se pueden hacer cambios importantes sin que el pueblo los desee?

Es evidente que hace falta una gran labor de pedagogía en el campo del pensamiento colectivo. Los valores por los cuales nos regimos son nefastos, luego se impone cambiarlos. ¿Cómo hacerlo? /PC





III - Buen Vivir hoy en Europa

¿Es posible burlar el cerco del sistema y vivir sabia y humanamente en el mundo actual? SÍ, sin duda alguna. Lo demostraron las comunidades libertarias ya en tiempos de la II República Española y lo demuestra hoy día la Comunidad de Taizé en plena Europa neoliberal e insolidaria.


Los seres humanos nos agrupamos en función de muchas variables, tales como el lugar geográfico del nacimiento con sus condicionantes físicos y humanos, el entorno cultural donde crecemos, la clase social de la familia... Luego la vida y las características personales de cada cual van haciendo el resto. “Dios los cría y el viento los amontona”, dice el refrán en una de sus versiones. Pero también “Dios los cría y ellos se juntan” se dice en otra. Y aunque parezca que dicen lo mismo, no es así.

Del amontonamiento nacen las masas, esas capas ingentes de población que a golpe de instinto corren como borricos lamineros tras la zanahoria que el poder les muestra. Del juntarse nace la organización social y todo cuanto de constructivo hacemos los humanos.

Se juntan, se unen, se asocian, colaboran quienes tienen intereses o motivaciones afines, quienes quieren llevar a cabo un proyecto común. Juntan sus fuerzas, sus capacidades personales. Aportan sus conocimientos y sus esfuerzos y los ponen al servicio del proyecto compartido. Así ha sido siempre a lo largo de los siglos y así será en tanto la humanidad subsista.

Juntarse es un acto de voluntad a la vez que de inteligencia y aun de instinto si al fondo vamos. Pero juntarse es básicamente un acto de compromiso. Un compromiso con el colectivo que nace y arranca de un compromiso con el propio yo. Porque nadie que no tenga en su mente un proyecto y sienta la necesidad de llevarlo a cabo puede comprometerse a colaborar en nada ni con nadie, como tampoco quien no sea capaz de autoexigirse el cumplimiento de lo que se propuso hacer.

El compromiso personal libremente elegido es la máxima manifestación de libertad que puede darse. Actuar sin presiones externas, sin más premio que la satisfacción de cumplir el deber autoimpuesto. Implicarse en la elaboración y desarrollo del proyecto común en la medida que permitan las propias capacidades. Vivir aprendiendo y ayudando a aprender, construyendo y ayudando a construir. Eso es libertad. Bien lejos del aborregamiento de quienes sin cuestionarse nada siguen las directrices marcadas por los líderes de turno.

Pero esa libertad no es gratuita, no es lluvia que cae del cielo sino fruto de una labor educativa que se debe llevar a cabo y que los gobiernos no abordan porque al poder establecido no le conviene. Padres y maestros son factores básicos, pero como dice un refrán africano, “para educar a un niño hace falta una tribu entera”. De ahí la necesidad de juntarse y organizarse. Y eso es lo que ofrecen los hermanos de la Comunidad de Taizé, en tierra francesa, cerca del medieval monasterio de Cluny. Un espacio material donde guarecer la mente y practicar vida comunitaria.

Una población de 5.000 personas, de procedencia diversa, convive y crece humanamente durante un tiempo que oscila entre una semana y tres meses cada año, ocupando su tiempo en meditar, orar, reflexionar y en tareas de voluntariado libremente aceptadas. Familias con hijos menores de todas las edades. Grupos de adolescentes custodiados por un adulto responsable. Jóvenes de ambos sexos. Adultos de edades diversas... Una comunidad ecuménica de monjes procedentes de diversas Iglesias cristianas acoge respetuosamente a creyentes y no creyentes. Convivencia y aceptación en grado sumo.

Ni un solo trabajo asalariado. Cubiertas todas las necesidades colectivas por trabajo voluntario, al modo como hicieron las comunidades libertarias en tiempos de la II República Española. Nada ni nadie queda desatendido. Algo difícilmente concebible para los tiempos que corremos, en los que las premisas capitalistas dicen no tener alternativa. Y he aquí que la tienen.

Taizé es un espacio para aprender, un ejemplo a seguir, aplicable tanto en ambientes religiosos como en profanos. Un modelo de vida libre de las asechanzas del consumismo que humanamente nos destruye. No es la Utopía, pero da una idea bastante aproximada de ella. Merece la pena verlo y vivirlo. Pero sobre todo merece la pena tratar de hallar espacios similares en el entorno que habitamos. Y en caso de no hallarlos, tratar de construirlos. Tribus urbanas en las que hacer crecer a los hijos de acuerdo con nuestros ideales y nuestra idea de cómo puede construirse un mundo mejor. La tarea no es fácil, pero tampoco imposible, pues hoy día tenemos forma de comunicarnos para infinidad de acciones. ¿No íbamos a poder hacerlo para ese propósito? ¡Ánimo! /PC





IV - Moisés ante la Tierra Prometida

¿Vale la pena luchar por algo que ya sabemos de antemano que no vamos a alcanzar?


Soñar con alcanzar una meta y acabar viéndola como un imposible porque la vida se nos acaba antes de poder dar los pasos definitivos bien puede ser uno de los significados de esa metáfora bíblica. Haber luchado con tesón por algo que ya sabíamos de antemano que no íbamos a lograr, puede ser otro.

La primera de esas dos interpretaciones nos invita a la resignación. La vida da para lo que da y es inútil pedirle más. Y puesto que lo saludable es tomar las desgracias con calma y no con desesperación, lo más sensato en ese caso es darle gracias por todo lo vivido, por el camino recorrido y por cuanto de bueno esa brega sin logro definitivo nos dio, porque vivir no es llegar sino caminar.

La segunda es una invitación a la fe. La fe que mueve a luchar, a bregar, a vivir con la ilusión de hacer posible una idea, un sueño quizá, pero siempre algo que merece el esfuerzo que le vamos a dar. No importa que no alcancemos la meta, porque habremos abierto camino para que otros lo sigan. El ideal está ahí, nos llama y nos mueve. Creemos que vale la pena. Nos gana el corazón y nos da la fuerza necesaria para la lucha. Y esa lucha nos da vida.

Grande es la utilidad de esa fe en los tiempos que corremos. Una humanidad abocada al abismo como nunca lo había estado. La codicia de los poderosos es tan desmesurada y la estupidez de las masas es tan grande que nadie parece darse cuenta de que la forma de vida que llevamos está destrozando la naturaleza de manera irreversible y que dentro de pocos años el planeta Tierra será inhabitable.

Muchas son las voces proféticas que advierten al mundo de la catástrofe que se nos avecina, pero pocas son las tribunas a las que tienen acceso, ya que los principales medios de información están en poder de esos necios dominados por la codicia. Por su parte la gente tampoco parece muy interesada en escuchar nada que no complazca sus oídos. Se ocupan de sus intereses personales y de sus distracciones favoritas, y viven como si el mundo fuese una eternidad inmutable.

Pocas esperanzas pues para quienes pretenden alertar a sus congéneres del inminente peligro que encierra atacar a la naturaleza del modo que lo hacemos. Sin medios de difusión que hagan llegar sus voces a las grandes capas de población mundial y con pocas ganas de estas para escuchar sus advertencias, las posibilidades de alcanzar el fin que mueve sus desvelos son tan mínimas que sus voces son prédicas en desierto. Por poco realistas que sean verán que nunca alcanzarán sus objetivos. Nunca ellos. Quizá quienes les sigan, pero muy probablemente tampoco.

Ahí está la tierra prometida hacia la que invitan al pueblo a caminar. Una tierra prometida que consiste en vivir de forma respetuosa con el medio ambiente y en fraternidad con la gran familia humana. En colaborar en vez de competir. En trabajar por la paz en la tierra y en las almas. Por la humanización y la vida en vez de la destrucción y la muerte.

La indiferencia del mundo ante los males que padece y la catástrofe que se le avecina es el mayor dolor que puede sufrir alguien que con espíritu profético se empeña en hacer realidad lo imposible. El desánimo, el mayor de los peligros que pueden acecharle. Porque el desánimo lleva a bajar los brazos y abandonar la lucha, traicionar los propios ideales, dejar de ser lo que se es para engrosas el montón de gentes desalmadas, aborregadas, masificadas, convertidas en estúpido rebaño deshumanizado.

Nadie que sienta la llamada a formar parte de las minorías que luchan por promover en su entorno un mayor nivel de justicia y humanidad puede hacer oídos sordos sin menoscabo de su felicidad. Porque en todo ser humano vivir felizmente está condicionado a satisfacer lo que el corazón le manda.

Cierto que se puede ser feliz con solo seguir los impulsos del instinto. Ahí tenemos a los animales y a esas ingentes masas de seres humanos desalmados. Mayor demostración no cabe. Pero ahí está también la advertencia de la metáfora bíblica: Moisés era un ser evolucionado, consciente de su dignidad humana y de las voces que en su alma se alzaban. Difícilmente hubiese podido ser feliz comportándose como un vulgar carnero. /PC


* Taizé es un pequeño pueblecito en el corazón de Borgoña, Francia, a pocos kilómetros del medieval monasterio de Cluny. En él el hermano Roger, calvinista de origen suizo, escondió diversas personas perseguidas por los nazis durante la ocupación militar alemana. Terminada la guerra fundó allí una comunidad cristiana ecuménica cuya finalidad es la de ayudar a la reflexión para alcanzar una convivencia feliz y en paz.