sábado, 7 de julio de 2007

Templos a la Utopía

¿Acaso espera alguien cosechar sin riegos ni cultivo?


Decía, no hace mucho, Leonardo Boff en una conferencia que la función de las religiones no es gobernar sino «generar utopía». No me sorprendió un pensamiento tan franciscano en él, pero quedó resonando en mi mente, acorde con otro expresado por Jon Sobrino, del cual tuve noticia unos meses antes, que decía «la salvación de la humanidad está en los pobres». ¡Dios! No me extraña que a punto estuviesen desde Roma de anatemizarlo. Porque ¿puede alguien elogiar la pobreza sin menoscabar la dignidad de la jerarquía eclesiástica vaticana?

Es evidente que el mundo se ve distinto según el lugar desde el cual se mira. «Dime como vives y te diré como piensas». A nadie instalado en la opulencia de occidente se le ocurriría nada parecido. Ni que la salvación del mundo esté en los pobres, ni que la función propia de la religión sea generar utopía. Porque ¿cómo atisbar ni que sea de lejos la utopía estando de pragmatismo hasta las cejas? Y ¿como confiar en la pobreza pensando solamente en la riqueza?

A veces, no muchas por desgracia, la vida nos sorprende con pensamientos o hechos fuera de lo corriente. Son instantes que calan en nuestra mente y que nos cuestionan desde lo hondo del alma nuestras más importantes certezas. Poca cosa estas breves interpelaciones al lado del lavado de cerebro permanente a que nos somete el sistema, pero mucho si se tiene en cuenta lo difícil que es en el mundo actual acceder a un zarandeo emocional del orden que sea, pues vivimos la mayor parte del tiempo con el alma dopada, anestesiada la conciencia, impermeables a todo cuanto pueda perturbar nuestro seguro caminar por las vías que los amos del mundo nos tienen señaladas.

En el mundo actual, pensar distinto suele comportar riesgo. Vivimos esclavos de quien manda, y tiramos del arreo al que estamos sujetos como el burro en la noria. Hoy como ayer, aceptamos la voluntad soberana de los amos sin cuestionarla apenas, y aun pensando las más de las veces que eso es lo mejor de todo lo posible. «No hay cadena más fuerte que la forjada en la mente del esclavo». Seguimos nuestra ruta ciegamente, sin rebeldía alguna, aceptando con sumisión cuanto nos carguen y echando a andar a la primera voz del arriero, antes de que nos caiga el palo sobre el anca. ¡Dios! ¿Dónde quedó la dignidad humana?

Pienso que lo más grave que le puede ocurrir a un ser humano es conformarse a pensar «como Vicente, como piensa la gente», sin atreverse a imaginar algo distinto de lo que siempre ha visto. Tomar por bueno el pensamiento establecido sin cuestionarlo por temor a quedar fuera del sistema y no poder gozar en adelante los beneficios que comporta la “integración”, eufemismo que sirve para designar de forma aceptable el aborregamiento. Y justamente es esto lo que ocurre de un tiempo para acá. Hay un consenso general en todo el mundo sobre el orden de valores, y no hay nadie con entidad y fuerza que se atreva o que quiera cuestionarlo. Ni gobiernos, ni iglesias, ni partidos políticos, ni intelectuales siquiera no fuese que perdiesen sus prebendas. ¿Quién va a alimentar pues la Utopía que late en lo más hondo del corazón humano y que nos ha traído hasta el lugar que estamos desde las ya remotas y olvidadas cavernas?

Debiera haber un templo a la Utopía en cada barrio y en cada pueblo, igual que hay iglesias, bibliotecas, escuelas, gimnasios, piscinas, campos de fútbol y polideportivos. Un templo con las puertas abiertas a todo el mundo que se atreva a entrar con el alma desnuda de prejuicios y arrogantes creencias. Un templo donde rendirle culto a la bondad, a la gratuidad, a los nobles sentimientos, a los deseos generosos. Un templo con liturgias humanas motivadoras, activas y plurales, al margen de cualquier religión e ideología. Un templo donde hacer volar el corazón como una cometa a la brisa del alma, de esa dimensión de la persona que nos caracteriza como seres humanos. No sé de qué modo es posible construirlo y tenerlo en activo, pero sé que hay que hacerlo. Hay que hacer esto porque difícilmente se dan cosechas sin cultivo, y raramente crecen flores sin que alguien las riegue.

OTRO MUNDO ES POSIBLE, OTRA VIDA INTERIOR ES NECESARIA.

PUBLICADO EN:
kaosenlared.net 07 07 2007