Los jueces españoles dictaron sentencia condenatoria a
los presos independentistas catalanes y la ira estalló en Cataluña. Los
desmanes de los grupos manifestantes han superado todo lo previsible. Han interrumpido
el tránsito urbano, han cortado las principales rutas interurbanas, han sitiado
el aeropuerto hasta impedir el tráfico aéreo, han intentado asaltar edificios
públicos estatales, han quemado contenedores de basura en las calles y, por si
todo eso fuese poco, han protagonizado enfrentamientos
con grupos de manifestantes fascistas que ha hecho intervenir a la policía para
evitar que se matasen entre sí.
Grande la tarea que los políticos catalanes
independentistas vienen llevando a cabo desde que en el año 2011 el gobierno
autonómico catalán de derechas decidió promover el afán de independencia para
asegurarse votantes. Propaganda patriótica en todos los medios de comunicación
dependientes de la administración catalana, manipulación de los informativos,
falseamiento de hechos históricos, enaltecimiento de la nación catalana,
siembra de banderas independentistas por doquier, manifestaciones masivas en
fechas de significado histórico catalán…
Como colofón de tanta campaña patriótica, una declaración
unilateral de independencia a cargo del entonces presidente de la Generalitat
de Catalunya, Carles Puigdemont, quien acto seguido se refugió en Bélgica
huyendo de la justicia española que lo acusa de haber violado la legalidad vigente.
Desde allí prosigue su campaña en pro de la autoproclamada República Catalana, cuya
defensa corre a cargo de guerrillas urbanas que con el nombre genérico de
Comités de Defensa de la República (CDR) están protagonizando el vandalismo que
impera en Cataluña.
Todo sea por la patria. Por la patria y por ocultar las
estafas que se les estaban descubriendo a los políticos catalanes de derechas
que ocuparon el gobierno autonómico durante veintitrés años.
Actualmente la mayor parte de los integrantes de las
guerrillas CDR son gente joven que no ha vivido la opresión de la dictadura
franquista. Responden a un odio atávico exacerbado por la propaganda que en
estos últimos siete años han hecho las organizaciones patrióticas catalanas. No
son conscientes de la manipulación de que son objeto por parte de unos
políticos catalanes tan corruptos como los españoles de los que pretenden
librarse.
Si el patriotismo consiste en amar la patria de la cual
nos sentimos parte. Si la patria es el país donde hemos crecido, con su gente,
su cultura, su modo de sentir y de ser. Si amar consiste en cuidar y aportar, en
unir esfuerzos para lograr una vida mejor para toda la población. Si ser
patriota consiste en defender derechos, pero no en ponerse de parte de quienes
los vulneran, de quienes eslavizan a la población con impuestos y políticas
neoliberales que siembran desigualdad y miseria. Si eso es así, entonces
debemos reconocer que esos pobres diablos que obedecen órdenes de políticos
neoliberales no son patriotas. A lo sumo serán unos pobres ingenuos que no
saben lo que hacen.
Somos conscientes de que el secular autoritarismo de los
gobiernos españoles permanece como en los mejores tiempos de la dictadura.
Nunca el diálogo y la voluntad de convivencia política han triunfado en España,
patria de codiciosos conquistadores. Pero sembrar odio es peligroso. En todo
tiempo desde que tenemos memoria histórica, el sentimiento identitario ha sido
causa de desmanes, crímenes y guerras en el mundo entero.
Lanzar a la población a una confrontación identitaria
para obtener beneficios electorales puede ser válido en política, pero no nos
parece ético ni sensato. Si algo es difícil de controlar y a la vez fácil de
manipular en el ser humano son los sentimientos identitarios. Porque somos
gregarios, porque no soportamos la soledad, sentimos necesidad de
identificarnos con algún colectivo que nos dé seguridad. La idea con que nos
identificamos late siempre en lo más hondo del corazón.
Los políticos independentistas y de derechas catalanes
han abusado del sentimiento adverso hacia el Estado español. Las consecuencias
que eso puede acarrear pueden ser muy graves. No tan solo pueden causar
perjuicios políticos para el pueblo catalán sino también para el resto de
España, de la cual, de grado o por fuerza, somos parte.
Quienes a lo largo de nuestra vida hemos padecido la
opresión del Estado español y hemos hecho cuanto ha estado a nuestro alcance
para combatirla rechazamos ese irracional independentismo que unos políticos
catalanes han fomentado para su propio beneficio.
La desigualdad que generan las políticas neoliberales que
imperan en el mundo y concretamente en nuestra patria exige la unión de todas
las clases oprimidas. De no ser así, la opresión continuará, tanto si Cataluña
es parte de España como si es un estado independiente. La guerra de los ricos
contra los pobres seguirá y quienes ahora gozan de un cierto bienestar de clase
media acabarán viendo cómo sus privilegios decaen.
Parémonos, pues, a reflexionar. Acabemos con la
estulticia colectiva y apliquemos nuestras fuerzas a luchar contra el verdadero
enemigo. Porque no seamos los más pobres del mundo no nos pongamos del lado de
quienes defienden a los ricos opresores. Obremos sensatamente y luchemos por lo
que debemos luchar. /PC
Publicado
en ECUPRES