miércoles, 24 de septiembre de 2014

Reflexiones desde Taizé (I)


Buen Vivir hoy en Europa


Taizé ha sido para mí un lugar de ensueño desde que estuve allí por primera vez en agosto de 2001. A partir de entonces la idea de colaborar a construir un mundo distinto donde poder vivir redobló su fuerza en mi mente.

¿Es posible burlar el cerco del sistema y vivir sabia y humanamente en el mundo actual? SÍ, sin duda alguna. Lo demostraron las comunidades libertarias ya en tiempos de la II República Española y lo demuestra hoy día la Comunidad de Taizé en plena Europa neoliberal e insolidaria.

Los seres humanos nos agrupamos en función de muchas variables, tales como el lugar geográfico del nacimiento con sus condicionantes físicos y humanos, el entorno cultural donde crecemos, la clase social de la familia… Luego la vida y las características personales de cada cual van haciendo el resto. “Dios los cría y el viento los amontona”, dice el refrán en una de sus versiones. Pero también “Dios los cría y ellos se juntan” se dice en otra. Y aunque parezca que dicen lo mismo, no es así.

Del amontonamiento nacen las masas, esas capas ingentes de población que a golpe de instinto corren como borricos lamineros tras la zanahoria que el poder les muestra. Del juntarse nace la organización social y todo cuanto de constructivo hacemos los humanos.

Se juntan, se unen, se asocian, colaboran quienes tienen intereses o motivaciones afines, quienes quieren llevar a cabo un proyecto común. Juntan sus fuerzas, sus capacidades personales. Aportan sus conocimientos y sus esfuerzos y los ponen al servicio del proyecto compartido. Así ha sido siempre a lo largo de los siglos y así será en tanto la humanidad subsista.

Juntarse es un acto de voluntad a la vez que de inteligencia y aun de instinto si al fondo vamos. Pero juntarse es básicamente un acto de compromiso. Un compromiso con el colectivo que nace y arranca de un compromiso con el propio yo. Porque nadie que no tenga en su mente un proyecto y sienta la necesidad de llevarlo a cabo puede comprometerse a colaborar en nada ni con nadie, como tampoco quien no sea capaz de autoexigirse el cumplimiento de lo que se propuso hacer.

El compromiso personal libremente elegido es la máxima manifestación de libertad que puede darse. Actuar sin presiones externas, sin más premio que la satisfacción de cumplir el deber autoimpuesto. Implicarse en la elaboración y desarrollo del proyecto común en la medida que permitan las propias capacidades. Vivir aprendiendo y ayudando a aprender, construyendo y ayudando a construir. Eso es libertad. Bien lejos del aborregamiento de quienes sin cuestionarse nada siguen las directrices marcadas por los líderes de turno.

Pero esa libertad no es gratuita, no es lluvia que cae del cielo sino fruto de una labor educativa que se debe llevar a cabo y que los gobiernos no abordan porque al poder establecido no le conviene. Padres y maestros son factores básicos, pero como dice un refrán africano, “para educar a un niño hace falta una tribu entera”. De ahí la necesidad de juntarse y organizarse. Y eso es lo que ofrecen los hermanos de la Comunidad de Taizé, en tierra francesa, cerca del medieval monasterio de Cluny. Un espacio material donde guarecer la mente y practicar vida comunitaria.

Una población de 5.000 personas, de procedencia diversa, convive y crece humanamente durante un tiempo que oscila entre una semana y tres meses cada año, ocupando su tiempo en meditar, orar, reflexionar y en tareas de voluntariado libremente aceptadas. Familias con hijos menores de todas las edades. Grupos de adolescentes custodiados por un adulto responsable. Jóvenes de ambos sexos. Adultos de edades diversas… Una comunidad ecuménica de monjes procedentes de diversas Iglesias cristianas acoge respetuosamente a creyentes y no creyentes. Convivencia y aceptación en grado sumo.

Ni un solo trabajo asalariado. Cubiertas todas las necesidades colectivas por trabajo voluntario, al modo como hicieron las comunidades libertarias en tiempos de la II República Española. Nada ni nadie queda desatendido. Algo difícilmente concebible para los tiempos que corremos, en los que las premisas capitalistas dicen no tener alternativa. Y he aquí que la tienen.

Taizé es un espacio para aprender, un ejemplo a seguir, aplicable tanto en ambientes religiosos como en profanos. Un modelo de vida libre de las asechanzas del consumismo que humanamente nos destruye. No es la Utopía, pero da una idea bastante aproximada de ella. Merece la pena verlo y vivirlo. Pero sobre todo merece la pena tratar de hallar espacios similares en el entorno que habitamos. Y en caso de no hallarlos, tratar de construirlos. Tribus urbanas en las que hacer crecer a los hijos de acuerdo con nuestros ideales y nuestra idea de cómo puede construirse un mundo mejor. La tarea no es fácil, pero tampoco imposible, pues hoy día tenemos forma de comunicarnos para infinidad de acciones. ¿No íbamos a poder hacerlo para ese propósito? ¡Ánimo!+ (PE)


Nota del autor:

Taizé es un pequeño pueblecito en el corazón de Borgoña, Francia, a pocos kilómetros del medieval monasterio de Cluny. En él el hermano Roger, calvinista de origen suizo, escondió diversas personas perseguidas por los nazis durante la ocupación militar alemana. Terminada la guerra fundó allí una comunidad cristiana ecuménica cuya finalidad es la de ayudar a la reflexión para alcanzar una convivencia feliz y en paz.

  

Pep Castelló. Nacido en Barcelona el 12 de febrero de 1935, vivió y padeció la Guerra Civil Española y su posguerra. Maestro de Enseñanza Primaria Especialista en Educación Musical, cursó Electrotecnia en la Escuela Industrial, música en el Conservatorio Municipal y Pedagogía Musical en el Instituto Willems de Educación Musical con el Maestro Jacques Chapuis. Colabora en ECUPRES desde septiembre de 2009.




viernes, 19 de septiembre de 2014

Desobediencia

Cuando las normas son injustas y quien las dicta no atiende a razones, la única respuesta digna es la desobediencia.


La desobediencia civil ha sido siempre el motor del progreso social. Ha sido el arma que ha doblegado a quienes ejerciendo el poder dictaron normas injustas, contrarias al bien común o a la dignidad humana del total o de una parte de la ciudadanía. 

El alma humana es un complejo amasijo de contradicciones. La fraternidad y la bondad alternan en ella con el individualismo y la envidia. La generosidad con la codicia. El amor con el odio... De aquí que se den tantos intereses contrapuestos entre gobiernos y pueblos, pues es inevitable que cada cual vele en primer lugar por lo propio. Y es en esa contraposición de intereses donde el diálogo es absolutamente necesario si se quieren evitar situaciones de abuso e injusticia.

El diálogo es la base de la democracia. Sin diálogo, sin la escucha atenta de los argumentos opuestos, no existe posibilidad de acuerdos. Tan solo tiranía y sumisión caben donde hay ausencia de diálogo. La paz social se mantiene en ese caso por la fuerza. La tensión crece hasta que estalla, pues que no hay nadie, ni persona ni pueblo, que pueda ser sometido y anulado por siempre.

En el seno de toda sociedad sometida hay individuos que tienen vivo el germen de la libertad. Son los rebeldes, los que no se doblegan, los que a despecho de su subsistencia y aun de su seguridad física apuestan por existir. Esos seres escogidos son la levadura que más tarde o más temprano levanta al pueblo. Por eso son objeto de persecución por el poder opresor. Sus acciones son criminalizadas por quienes gobiernan. Sus nombres son estigmatizados en los medios de comunicación controlados por el poder establecido. Pero esos seres excepcionales son el espíritu encarnado de la revolución liberadora, del motor que impulsa los cambios que toda sociedad requiere para avanzar por el camino de la justicia, de la libertad, de la solidaridad, de la igualdad. De esa igualdad que los codiciosos se empeñan en menguar y aun destruir mediante la violencia estructural. Leyes injustas que someten, explotan y humillan al más débil.

Continuamente hay en el mundo movimientos de resistencia a la agresión de los fuertes. Son movimientos que cuentan únicamente con la fuerza de la razón y con el peso elocuente de la gran cantidad de población que movilizan. Contra ellos cargan los poderes opresores con represión judicial y policial basada en falsas acusaciones o en leyes ilegítimas promulgadas a tal fin.

Hoy día acá en España y en Catalunya la opresión se siente como hace tiempo no se sentía. Las exigencias de la UE más la codicia del poder establecido en suelo patrio hacen que los gobiernos actúen en permanente agresión al bien común y a los intereses de la mayor parte de la población. Numerosas organizaciones sociales denuncian esa injusta agresión, ese permanente abuso de poder de quienes gobiernan en favor de las capas sociales más privilegiadas. Hay denuncias de todo orden: escritos, declaraciones públicas y manifestaciones de grupos políticos minoritarios, de asociaciones profesionales, de colectivos sociales... Tanto el gobierno central como el autonómico desoyen esas voces y aun las criminalizan.

La organización estatal en forma de comunidades autónomas favorece la impunidad de los gobernantes agresores. Acá en Catalunya, los gobiernos autónomos mayormente de derechas llevan tiempo excusándose en el gobierno central para eludir las responsabilidades que les corresponden. Esas excusas son tan solo parcialmente ciertas. El pueblo catalán, harto de explotación y desgobierno, se organiza y reclama un estado propio y un gobierno accesible a las demandas del pueblo. El gobierno del Estado español desoye esas demandas y aun las criminaliza y reprime. El gobierno autonómico catalán se escuda en el gobierno de España. La reiterada terquedad de uno y otro gobierno no deja más camino que el de la desobediencia. Una desobediencia que más tarde o más temprano fraguará en ruptura, en liberación de Catalunya con respecto a España y en liberación del pueblo con respecto a sus gobernantes.

Las leyes injustas impuestas por gobernantes injustos merecen ser debidamente contestadas. En esa contestación, tanto como en la desobediencia civil existe riesgo. Es deber de conciencia de toda la ciudadanía asumir dicho riesgo. Cada cual deberá ser fiel a su conciencia y actuar conforme a sus posibilidades. Eso o colaborar con los opresores mediante la sumisión y el silencio. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/96283-desobediencia


viernes, 12 de septiembre de 2014

El “incomprensible” afán de independencia del pueblo catalán


PREGUNTA: ¿Cabe mayor gloria que la de ser español? // RESPUESTA: Pues sí, cabe la gloria de ser libre y ser parte de un pueblo que no quiere oprimir ni ser oprimido.


Para quienes consideran legítimo el ataque armado, la invasión y el dominio de unos pueblos sobre otros, Cataluña es una porción del territorio español y como tal debe ser administrada según normas del gobierno de España. Pero no es así para quienes consideran que toda agresión armada es un crimen y que toda opresión denigra al pueblo opresor y humilla al pueblo oprimido.

Dado que los libros de historia que ha tenido a su alcance la mayor parte de la población española actual están teñidos de nacionalismo español, es difícil que la gente llana no demasiado letrada sepa que la anexión de Cataluña al Estado español nunca fue voluntad del pueblo catalán sino resultado de acciones armadas. De aquí que recomendemos a quienes no entienden el afán catalán de independencia que revisen cuanto llevan aprendido de Historia de España. Para quienes sientan pereza o no sepan cómo informarse debidamente, ahí va un  breve resumen.

En aquellos tiempos en que los pueblos no pintaban nada y sus pobladores eran poco menos que bestias domésticas al servicio de los poderosos, se produjeron pactos y alianzas entre gobernantes que dieron lugar a posteriores organizaciones administrativas, algunas de las cuales alcanzan nuestros días. Pero con el paso del tiempo los pueblos en lucha han logrado modificar la condición de esclavitud a que estaban sometidos y la dignidad humana ha ido ocupando cada vez más el lugar que le corresponde en las relaciones entre gobernantes y gobernados. Bendita sea, pues, la lucha que sirve para dignificar a personas y pueblos.

A pesar de esos avances, son muchas las mentes que todavía aceptan las relaciones de poder como base de las relaciones humanas, con lo cual dan por bueno cuanto se estableció tiempo atrás por la fuerza de las armas. Así los herederos de los golpistas de 1936 nunca han pedido perdón por las muertes y sufrimientos que causó aquella guerra fratricida y dan por buenas las relaciones de poder que ella estableció y su continuidad en tiempos de eso que llaman democracia. Niegan que la actual Constitución Española se estableciese bajo la presión de las fuerzas fácticas del momento en que fue aprobada, entre ellas la del ejército y exigen su cumplimiento a toda la ciudadanía implicada como si de un pacto legítimo se tratara.

Igualmente su concepto de la nación española se fundamenta en hechos históricos en los que el pueblo nunca participó, así como en los resultados obtenidos mediante acciones armadas, tales como la conquista de Cataluña en 1714 por las tropas del Borbón Felipe V, antepasado del actual rey de España que lo es por abdicación de su padre el heredero del dictador Franco. Nada de todo eso tienen en cuenta quienes no entienden el actual afán de independencia del pueblo catalán o se atreven a cuestionar su legitimidad.

Nada tan peligroso como la incultura política. Quienes ignoran la realidad histórica difícilmente podrán entender el hondo sentimiento de nación que une al pueblo catalán, cuya identidad nacional queda reflejada en su lengua y en las múltiples instituciones que los gobiernos de España nos prohibieron a partir del Decreto de Nueva Planta promulgado por el rey Borbón invasor. Apenas nada de eso se restableció en todo lo que llevamos de democracia y aun se empeora día a día con las disposiciones de los sucesivos gobiernos españoles. El pueblo catalán sigue siendo humillado políticamente y expoliado económicamente sin que la organización política del estado le permita defenderse de cuantos abusos de poder se le infringen.

A tal extremo ha llegado la cerrazón de los gobiernos españoles que el pueblo catalán en peso ha dicho basta. Nada queremos de España, pues que nada bueno y sí mucho malo de allí nos viene. Queremos volver a nuestra independencia nacional, a gobernarnos con propias leyes según lo éramos antes de la invasión borbónica de 1714. Somos una nación y tenemos derecho a tener un estado propio y a organizarnos políticamente como mejor nos venga en gana. Y eso lo queremos tanto si lo entienden los gobernantes españoles y esa parte del pueblo español que con unos lamentables principios éticos da por buena la historia tal como la han determinado las fuerzas del poder. Lo queremos y así lo manifestamos año tras año en ese 11 de septiembre que para nosotros tanto significado tiene.

Se acabaron los tiempos de la barbarie y de las imposiciones por la fuerza. Hoy las relaciones humanas, tanto entre personas como entre pueblos y naciones, deben regirse por principios éticos. Quienes quieran seguir haciéndolo por principios bélicos deberán reflexionar sobre ello si quieren merecer ser considerados seres humanos dignos de estima. /PC

https://ecupres.wordpress.com/2014/09/17/el-incomprensible-afan-de-independencia-del-pueblo-catalan/