miércoles, 21 de octubre de 2009

Maldición eterna a quienes bendicen sables


Con el mayor respeto por quienes profesan creencias religiosas, entre ellas las cristianas, que son las que guiaron los primeros años de mi vida y en las que me eduqué. Desde mi actual perspectiva humana, en tanto que cristiano de corazón pero agnóstico de pensamiento, no puedo sino maldecir el uso perverso que de la buena fe de la gente hacen algunas iglesias cristianas, entre ellas la Iglesia Católica Romana. Me mueve a ello la noticia publicada el 14 de octubre por “Mémoire des luttes”, traducida y difundida por “Rebelión” en lengua castellana con fecha 16/10, con el título “El sable, el hisopo y la sala de mercados”. [1]

Hace falta tener muy poca conciencia y unos principios éticos muy relajados para contemplar fríamente la desvergüenza con que el cardenal y arzobispo de Tegucigalpa Óscar Rodríguez Madariaga dio por legítimo el actual golpe militar de Honduras y el silencio que ha mantenido luego ante los atropellos y crímenes que los golpistas están produciendo en ese pequeño, pobre y maltratado país de América Latina, en el cual se ceban ahora las oligarquías de toda América del Sur y las clases dominantes de la América del Norte.

Que el Instituto Católico de Paris conceda las insignias de doctor honoris causa a alguien que acaba de manifestarse tan en contra de los más elementales derechos humanos, y que sean dos cardenales quienes convoquen el acto y pronuncien los discursos panegíricos, el cardenal André Vingt-Trois y Monseñor Hippolyte Simón, arzobispo de Clermont, no puede ser sino un oprobio para quienes de corazón se sientan miembros de esa Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.

El Banco Central Europeo (BCE) de la mano del Fondo Monetario Internacional (FMI) y juntos del brazo con eminencias cardenalicias, altas jerarquías de la Iglesia católica, no puede ser sino causa de repulsión profunda en el alma de quienes sientan un mínimo respeto por la paz y la justicia equitativa.

Si el mundo necesita con urgencia alzarse contra la injusticia, París será el próximo 24 de noviembre uno de los muchos lugares propicios para ese alzamiento.

Desde mi ancestral espíritu cristiano emplazo a las buenas personas católicas a alzar la voz y manifestarse públicamente contra semejante ignominia. El lema «todos somos Iglesia» no tiene que servir para escudar a los canallas que forman alianzas de poder contra los pobres del mundo entero, sino para exigir a sus autoridades eclesiásticas, en nombre de esa santa institución a la cual pertenecen y veneran, que sean consecuentes con los más elementales principios éticos que deben regir la convivencia humana. De no hacerlo así, quienes sienten el catolicismo en lo hondo de su alma tendrán que asumir también en ella la complicidad con semejantes criminales que su silencio conlleva.

[1] Homenajean al cardenal golpista de Tegucigalpa y al ex director general del FMI el día 24 de noviembre en la Universidad Católica de París   http://www.rebelion.org/noticia.php?id=93350


Este artículo ha sido publicado en:

ECUPRES - (27/10/2009)
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4084

MERCOSUR NOTICIAS – (27/10/2009)
http://www.mercosurnoticias.com/index.php?option=com_content&task=view&id=31944&Itemid=30

FEADULTA – (22/10/2009)
http://www.feadulta.com/iglesia-maldicion-bendicen-sables.htm

LA HORA DEL GRILLO – (21/10/2009)
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/2009/10/maldicion-eterna-quienes-bendicen.html

KAOSENLARED.NET – (21/10/2009)
http://www.kaosenlared.net/noticia/maldicion-eterna-quienes-bendicen-sables

viernes, 9 de octubre de 2009

Es en la rebelión donde el alma se revela

Rebelarse es una actitud visceral, un movimiento sísmico humano que arranca de lo hondo del alma. Cuando alguien se rebela lo hace con las entrañas y aun en contra de toda razón y conveniencia. Las grandes rebeliones de la historia las han protagonizado pueblos con conciencia, con el alma despierta. Pueblos formados por hombres y mujeres conscientes de su dignidad humana que se han rebelado contra la injusticia, la mentira, la humillación, y se han lanzado a la lucha en pos del ideal que brillaba en su mente, en su corazón y pensamiento, en su alma despierta.

Rebelarse es la condición esencial del ser humano, el baremo que marca el nivel de humana dignidad de la persona. Y puesto que la natura humana tiene tendencia a someter al otro, a explotarlo, a obtener beneficio del esfuerzo ajeno, es preciso que el alma esté despierta para cerrarle el paso a toda esa injusticia, ajena y propia, puesto que todos estamos expuestos a caer en la más absoluta iniquidad. De ahí que la rebelión no sea tan sólo un acto contra otro u otros sino que puede y aun debe serlo también contra uno mismo cuando la conciencia a ello llama.

Pero para que la conciencia grite reclamando justicia hay que tenerla viva y bien despierta. Forjarse una conciencia no es algo gratuito; requiere dedicación, tenacidad, continuidad, firmeza, reflexión, meditar, contemplar la belleza de la vida con el alma serena y el corazón henchido. Requiere educación y aun autoeducación y un largo y generoso filosofar durante toda la vida. Forjarse una conciencia, hacer crecer el alma no es algo gratuito ni es nada banal que se obtenga sin más; requiere esfuerzo.

Ese ente misterioso y metafórico, el alma humana, que tanto verbo ha movido, no es algo que se pueda dejar en el olvido, al margen de la vida cotidiana pensando en sacarlo a relucir cuando convenga, igual que los pendones en las celebraciones y fiestas lugareñas. El alma vive y crece al ritmo de nuestra propia vida o se atrofia como miembro en desuso y al final fenece o si más no queda inservible.

Y es tal vez por eso que ahora en nuestro mundo acomodado rebelarse no se estila, que es una actitud fuera de moda, que no se lleva ya. Ha quedado tan sólo en rasgo peculiar de adolescentes, una incomodidad inevitable que padres y educadores intentan casi siempre esquivar y aun neutralizar, para bien del educando, según dicen. La mayoría de la población al asumir su condición de adulto entiende que madurar consiste en ser feliz a ultranza, adaptándose al sistema y sumiendo su alma en una estado de sopor que le impida plantearse toda cuestión acerca de cuanto pueda acaecerle, evitando de ese modo cualquier incomodidad de cuerpo y de alma, aun a costa de su propia dignidad humana. Algo así como un proceso de hibernación mental de por vida que garantice la supervivencia en el glacial panorama moral que va a envolverle.

Actualmente acá, la gente lleva años ya sin rebelarse más que contra la misma rebelión, contra todo lo que pueda constituir un estorbo en el camino trazado por la propia inercia. La inmovilidad parece ser uno de los valores máximos de esta sociedad nuestra que, paradójicamente, se caracteriza por la velocidad, por el movimiento permanente, por lo poco que duran ya las cosas empezando por los cacharros esos a que tan aferrados estamos y sin los cuales parece como si no pudiéramos vivir. Un afán desquiciado de renovación y consumo, que afecta incluso a la estructura emocional de las personas y a su vida afectiva, es la principal característica de esa inercia esclavizante contra la cual parece imposible rebelarse.

Un correr permanente, sin alma, sin conciencia, para así ir más deprisa a nadie sabe donde, hace como de balanceo de las almas, justo para mecerlas y dormirlas, para inmovilizarlas hasta atrofiarlas y así poder embrutecer a las personas hasta convertirlas en simples individuos de una gran masa, amorfa y manipulable por quienes ostentan el poder. Masa en lugar de pueblo. Individuos sin alma en lugar de personas conscientes.

Ese es el gran triunfo del capitalismo, convertir el pueblo en masa. Pero ese ha sido también siempre el gran objetivo de todas las ideologías y religiones generadoras de creencias: esclavizar el pensamiento, secuestrar las mentes, anular las conciencias, adormecer las almas para así convertir las personas en individuos y el pueblo en masa.

Personas sin alma, pueblos sin alma, individuos, masa... Sumisión permanente... Triunfo del poder esclavizante. Un pueblo sin conciencia, con el alma dormida, es un pueblo vencido y sometido.

Pero no para siempre, pues que ninguna esclavitud es perpetua. La crisis de opiáceos alcanza ya al mundo acomodado. Entre la gran masa empieza a florecer la conciencia ¿Despertarán las almas? ¡Quién sabe! Es en la rebelión donde el alma se revela.

NOTA: El presente artículo es la reedición hecha por su autor de uno que con el mismo título publicó en KAOSENLARED.NET el 9/7/2004.

Publicado en:

ECUPRES – 09.10.2009

http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4069

MERCOSUR NOTICIAS

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miércoles, 7 de octubre de 2009

Educar para la Paz


En un mundo de injusticia, la Paz exige subversión.


Hay palabras que por el uso perverso que de ellas se ha hecho han sido condenadas a la más absoluta ambigüedad, motivo por el cual generan sospechas cuando no rechazo en buena parte de quienes las reciben. Y así vemos que un término tan loable en su origen como es “paz” genera en no pocas mentes tantas alarmas como su contrario “guerra”. Razones hay para ello más que sobradas, pues a estas alturas de la historia son ya muchos los millones de seres que han sufrido y aun sufren la “paz” de quienes la imponen mediante sanguinarias guerras y crueles represiones. Y no en tiempos pasados sino en tiempos actuales, ya que como todo el mundo sabe hasta las Fuerzas de Paz de la ONU son ejércitos compuestos por tropa de origen pobre al servicio de los ricos, pues sirven para imponer el orden que establecen los países poderosos y sus clases dominantes.

La palabra “paz” al uso, según viene voceada desde las altas esferas, no es sino una falacia. Piden paz los opresores, los déspotas de todo género cuando quieren que nadie se oponga a sus punibles acciones. Apelan a la paz ciudadana y a su correlato el orden los gobiernos autoritarios que no aceptan que nadie discuta sus arbitrarias decisiones. La paz es, para toda esa canallada, el escudo que les permite permanecer en la arbitrariedad y la injusticia sin que nadie les discuta nada.

Desde muy antiguo se ha asociado paz con sumisión, con aceptación resignada de las imposiciones de quienes detentan el poder. En la formación de esa idea ha contribuido no poco la religión cristiana, que al amparo de los poderes terrenales a partir del siglo IV ha tenido sumo cuidado en predicarle al pueblo la paz asociándola a la sumisión y desvinculándola de la justicia, algo que por pocas luces que se tenga ya se ve claramente que es un camino sin otra salida que la impunidad de quienes detentan el poder.

La paz como incondicional mansedumbre, como sumisión de unos seres humanos a la voluntad de otros no es sino una apología de la injusticia y del más absoluto desorden, tanto si esa sinrazón ocurre en el seno de un sistema tan sencillo como puede ser una familia como si es a nivel estatal o mundial.

Afortunadamente, la naturaleza humana tiene en su raíz suficiente sentido de la supervivencia como para despertar de todos los letargos mentales en que puedan intentar sumirlo quienes manipulan el pensamiento colectivo, lo cual hace que cada vez sea más manifiesto el rechazo a semejante forma de entender la paz.

Desde una perspectiva pedagógica, superada la trasnochada idea de paz que nos predicaron durante siglos las fuerzas del poder, debemos entender hoy que educar para la paz es educar en el respeto a la dignidad humana, en la justicia equitativa, en la libertad responsable y en el compromiso humano, valores sin los cuales cualquier simulacro de paz es pura falacia.

Sin dioses, sin ídolos, sin mitos, sin falacias ni dogmas; con tan sólo la confianza profunda en la capacidad humana para discernir el bien del mal, lo justo de lo injusto, lo noble de lo espurio, lo humano de lo inhumano... Esa es la senda que la pedagogía actual tiene que hollar de nuevo en esta civilización que ha emponzoñado con intereses y odios los viejos caminos de la sabiduría y de su tradicional vehículo transmisor, el lenguaje.

La tarea de educar y de educarse no exime a nadie. Es un imperativo categórico que afecta a todo ser humano. Cada cual debe llevarla a cabo en la medida de sus capacidades sin que quepa excusa alguna. Nadie puede sentirse exento de esta obligación, pues es la principal de las funciones de relación que tenemos en tanto que miembros de la gran familia humana.

A la vista de la situación mundial presente, quienes tienen responsabilidades educativas, sea cual sea el grado de responsabilidad que ocupen y el modo como lo hagan, deberán replantearse qué senda van a seguir en sus tareas de ahora en adelante. Nadie puede ignorar que llevamos siglos avanzando por una ruta equivocada, la cual nos ha traído hasta el caos presente y nos conduce inexorablemente hacia el caos total.

La Paz no es ningún regalo, tiene un precio y un gran costo, que es el de cultivarla primero en la propia mente, intelecto y corazón, para luego con esfuerzo construirla día a día con quienes tengamos cerca y hacer que vaya extendiéndose como una mancha de aceite hasta abarcar todo el mundo.

Construir la Paz equivale a oponerse a la injusticia, a alzarse contra ella y contra quienes la ejercen.

En un mundo de injusticia, la Paz exige subversión.



Publicado
el miércoles 7 de octubre de 2009 en:

ECUPRES
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4055

MERCOSUR NOTICIAS
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LA HORA DEL GRILLO (miércoles 7 de octubre de 2009)
http://lahoradelgrillo.blogspot.com.es/2009/10/educar-para-la-paz.html