sábado, 12 de abril de 2014

La vía de la intolerancia

El Reino de España dice no a las aspiraciones del pueblo catalán a emanciparse del dominio de la Corona. La Vía de la Intolerancia supera en mucho a la Vía de la Independencia que trazó el pueblo catalán el pasado 11 de setiembre. (NO 299 / SÍ 47 / Abstención 1).


Es lamentable que ni el presidente del gobierno español ni la mayor parte del conjunto de diputados entienda que el más elemental derecho de los pueblos consiste en gobernarse a sí mismos, en tener sus propias leyes, no las que les impongan mandatarios de otros pueblos. Que no entiendan ni esté en su modo de pensar que nadie tiene derecho a someter a nadie, ya se trate de personas o de pueblos. Que no entienden que la convivencia es contraria al abuso y que abuso es lo que los gobiernos del Reino de España vienen haciendo desde hace tres siglos con el pueblo catalán.

Argumentos como los de Rajoy cuando dijo que la independencia de Catalunya no tiene sentido porque la sangre de los catalanes está mezclada con la de los otros pueblos de la gran España evoca a los líderes nazis obsesionados con la pureza de la sangre. Ni de lejos parece pasarle a ese hombre por la cabeza la idea de que no es una cuestión de sangre ni de razas sino de principios, de ética.

Tampoco parece que toda esa gente que compone la Cámara de Diputados tenga mucha conciencia de ser representantes de un pueblo a cuya voluntad se deben. Más bien parece que la idea fija en su cabeza es la de que son ellos quienes tienen derecho a decidir lo que debe hacer, pensar y sentir el pueblo. Su conducta denota un claro convencimiento de que su función consiste en gobernar con miras a los intereses de la oligarquía  capitalista que se ha apropiado de este mundo.  Ellos, los políticos y legisladores, no dan muestra de estar atentos a ningún otra función que no sea la de impartir la injusticia social que exige esa oligarquía.

La legitimidad de todo ese colectivo de representantes políticos no se sostiene por parte alguna. En primer lugar porque las disposiciones que de esa cámara dimanan son contrarias al bien común de la población. En segundo lugar, porque no es cierto que estén ahí porque los puso el pueblo mediante sus votos. Están ahí porque las leyes y normas electorales vigentes son una pura trampa que tiene como fin garantizar ese supuesto bipartidismo que no es sino monopartidismo, dado que ambos partidos mayoritarios son la mano política de los grandes intereses capitalistas a los que ambos representan y sirven.

Hace tiempo ya que el pueblo descubrió que esa casta política no le representa. Lo decían los mayores ya cuando yo era niño. El consabido “todos son iguales” es ancestral. Pero la mano dura del Estado ha encontrado siempre la forma de evitar que el pueblo tomase las riendas de su propio destino. La violencia de los poderosos ha echado por tierra una y otra vez los esfuerzos de quienes han luchado por establecer sociedades más justas, formas más humanas de convivencia, menos discriminativas y más acordes con el bien común. Eso ha sido así bajo todas las ideologías que han intervenido en la historia de los pueblos. Parece como si el destino de la humanidad estuviese marcado a fuego por el signo de la catástrofe y nada, ni pensamiento ni sentimiento alguno pudiese borrar esa huella.

Quien esto escribe no es optimista en cuanto al destino de la humanidad entera, sino que en su opinión la especie humana se autodestruirá en más o menos tiempo. No hay más que ver la violencia que hay desatada en el mundo, tanto a nivel de estados como de capas sociales. El mundo entero está en manos de la más irrefrenable locura y a eso no hay quien le dé vuelta. Pero al mismo tiempo una visión de la dinámica de los pueblos centrada en la naturaleza humana nos lleva a pensar que la injusticia no lo va a tener fácil. Siempre ha habido quien se le enfrente y siempre habrá quien lo siga haciendo. Siempre habrá quien dé la batalla por la dignidad humana, por el bien común, por la pervivencia de lo justo, de lo legítimo, de lo solidario, de lo humano.

Mal lo tienen quienes se empeñan en ponerle puertas al campo. Los pueblos son rebeldes porque la rebeldía es inherente a la naturaleza humana, de modo que donde haya un opresor aparecerá siempre, sin lugar a dudas, un rebelde insumiso.

Se equivocan los políticos españoles que han optado por la opresión. Ni las clases humildes se van a someter sin dar batalla ni lo van a hacer los pueblos humillados por ese Estado español que hoy los somete. El final llegará indefectiblemente para gentes y pueblos, pero la lucha no cejará mientras haya un solo ser humano con una gota de sangre corriéndole por las venas. /PC

PUBLICADO EN:

http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/85223-la-v%C3%ADa-de-la-intolerancia.html
 
http://ecupres.wordpress.com/2014/04/16/la-via-de-la-intolerancia-2/
 

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