sábado, 10 de mayo de 2014

Los mil y un frentes de la revolución

El paradigma capitalista es un pulpo voraz, con grandes y poderosos tentáculos. Una hierba parásita que a modo de hiedra se agarra con múltiples raíces a los seres que parasita y les succiona el alma. Cada una de esas finas raíces es un frente de lucha revolucionaria.


La naturaleza de lo que pudiéramos llamar el alma humana es muy compleja. Su principal característica es su maleabilidad por vía afectiva, lo cual la hace manipulable y que tanto dé para el bien como para el mal. El capitalismo manipula la mente de las gentes sobre las cuales actúa. Hace que tengan por bueno lo que conviene a los amos y por malo cuanto pueda liberarles del servilismo que les esclaviza.

En el mundo occidental del cual somos parte, las sociedades fueron evolucionando desde estados muy primitivos en los cuales el pueblo era tenido por simples bestias al servicio de los más fuertes y violentos hasta otros en los cuales regían principios de mayor racionalidad y sobre todo de humanidad, tales como la igualdad, la solidaridad, la justicia y la libertad. Esos cambios no fueron fenómenos naturales como la lluvia o los vientos sino consecuencia de la aplicación del pensamiento a buscar el modo de salir de la opresión dominante.

Los principales actores de esos cambios tienen nombre y apellido, pero la realidad nos enseña que si bien esas eran las mentes pensantes, lo que en realidad hacían era sintonizar con el anhelo de la mayor parte de la población oprimida. Nunca hubiese trascendido su pensamiento de no ser por esa sintonía. El afán de libertad es inherente al alma humana y estaba en el ánimo del pueblo oprimido. Y por esa razón, ese mismo pueblo que inspiró el pensamiento liberador fue la gran caja de resonancia que expandió las vibraciones de esas magistrales cuerdas.

Del siglo de las luces acá, el proceso liberador fue creciendo hasta transformar por completo el pensamiento colectivo que había sido dominante durante siglos. El poder pasó de manos de la aristocracia inmovilista a las de una burguesía ambiciosa y progresista. El liberalismo se impuso y afianzó las bases de una nueva forma de opresión, el capitalismo. Su poder se extendió por todos los rincones del planeta y hoy impregna el pensamiento colectivo dominante a nivel mundial. Se ha enseñoreado de la ciencia y de todos los campos donde se transmite el saber humano. Nada escapa a su dominio. Su capacidad de manipular las mentes es inmensa.  

La humanidad fue esclava durante siglos de un inmovilismo ideológico que gozaba de la protección de todos los poderes terrenales. Hoy lo es de una forma de pensar que es puro suicidio social. El individualismo más exacerbado se ha apoderado del pensamiento colectivo de tal modo que el individuo queda totalmente desprotegido frente al poder opresor. La lucha colectiva ha sido completamente desarticulada durante los años de abundancia económica y ahora que esta se acaba el pueblo está desprotegido y desarmado frente a unos estados gobernados por mentes inhumanas cual las de los más desalmados esclavistas.

Retomar la lucha social sin recuperar la conciencia de clase es tarea vana. Al igual que lo es querer despertar esa conciencia sin una base ética que la sustente. La conciencia de clase exige apostar por la igualdad, por la solidaridad, por la libertad, por una justicia equitativa que vele por el bien común. En ella no cabe el individualismo que lleva a la competencia, pues el sentido de colectividad debe ser el punto de partida de toda acción.

La simple lucha por logros materiales no nos va a llevar a nada. Otros vendrán que de nuevo nos los quitarán. La revolución fracasa cuando se pierde el horizonte de la utopía. Cuando el espíritu revolucionario no impregna la totalidad de la vida de quienes luchan. Cuando la mirada no alcanza a atisbar la vastedad de ese sueño que nos mueve a avanzar sin límites hacia cotas de mayor igualdad, de mayor libertad, de mayor solidaridad en todas y cada una de las acciones que a diario realizamos. Son mil y un frentes los que ofrece la lucha revolucionaria, tantos como decisiones tomamos a lo largo de nuestra vida. En cada uno de ellos se juega el destino de la revolución.

Los cantos de sirena del capitalismo alcanzan por doquier nuestros oídos. Ocupan todos los ámbitos de la vida y es muy difícil resistir su zalamero atractivo. De ahí que el campo de batalla donde deba librar mis personales combates sea mi propia vida. La revolución no es tarea ajena sino propia. De mí depende que triunfe o que fracase. /PC


http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/87287-los-mil-y-un-frentes-de-la-revoluci%C3%B3n.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario