domingo, 23 de febrero de 2014

Los golpistas del 36 y el gobierno actual

Esos buenos españoles de derechas que nos hunden en la miseria, protegen a torturadores y asesinos y fingiendo proteger al feto someten a la mujer que lo gesta me traen a la memoria aquellos buenos españoles, también de derechas, que tres cuartos de siglo atrás entre misa y misa asesinaban rojos.


No han cejado en el empeño de tener sometido al pueblo. Aquellas gentes de orden, de buenas costumbres y buena vida, devotas de la Iglesia Católica, que allá entre los años 1931 y 36 vieron peligrar sus privilegios bajo el gobierno de una República que en tímidos y dubitativos gestos de justicia social reconocía a la clase trabajadora algunos de los derechos que siempre le habían sido sustraídos, no resistieron la tentación de alzarse en armas para arrebatarle el poder al gobierno elegido democráticamente por el pueblo. No dudaron en desencadenar una guerra fratricida que costó millares de muertos, a los que sumaron luego los que creyeron convenientes para garantizar la limpieza ideológica del pueblo español.

Falangistas y requetés, con vocación de purificadores patrios, se unieron a las fuerzas golpistas y colaboraron cuanto pudieron en la sagrada tarea de limpiar de rojos la población de España. Eso sí: sin dejar de confesar y comulgar devotamente entre asesinato y asesinato. Tan solo gran parte de la clerecía vasca y una pequeña parte de la catalana permanecieron fieles a la República. De ahí que Franco, asesino de rojos bendecido por la clerecía fascista, mandase fusilar a los curas rebeldes en cuanto cayeron en sus manos. 

Los militares golpistas nada respetaron. Bombardearon las ciudades repletas de población civil no combatiente. Persiguieron y ametrallaron a mujeres y niños que huían de la masacre de la guerra. Asesinaron sin piedad alguna a quienes supuestamente les eran adversos. Conforme iban conquistando terreno iban implantando un régimen de terror que duró cuarenta años.

Recordando aquellos hechos vivos en la conciencia familiar de quienes los padecimos, uno se pregunta si eran conscientes de los crímenes que estaban perpetrando o si su ideología y creencias personales les obnubilaban la conciencia hasta el punto de hacerlos irresponsables de las acciones que cometían. Cabe preguntarse también si quienes ocupaban los altos cargos del mando militar golpista, es decir, quienes ordenaban bombardear a las ciudades repletas de población civil no serían auténticos psicópatas, incapaces de sentir empatía alguna con sus victimas. Y también si no debieran ser juzgados por crímenes de lesa humanidad.

Sea como fuere, los asesinos militares y paramilitares que en 1936 se alzaron en armas contra el pueblo difieren poco de quienes hoy promulgan leyes que hunden en la miseria a gran parte de la población española. Leyes que favorecen a las clases bienestantes con perjuicio de las desposeídas. Leyes que llenan las arcas de los ricos y aumentan las desigualdades sociales de una forma por demás inhumana. Tanto se parecen los fines que perseguían aquellos asesinos con los que persiguen los actuales gobernantes, que lo primero que viene a la cabeza al pensar en unos y otros es que son los mismos. Son esa derecha despiadada que entonces se llenó las manos de sangre y hoy no duda en cometer crímenes menos sanguinarios pero igualmente inhumanos.

Curiosamente unos y otros se declaran próximos, cuando no fieles seguidores, de la Iglesia Católica Romana. Unos y otros defienden el nacionalismo español en contra de las aspiraciones independentistas de las diversas naciones que forman eso que vienen en denominar España. Unos y otros son clasistas hasta los tuétanos y cínicos mentirosos hasta lo inimaginable. Manipulan la información a través de los medios que controlan y se esfuerzan en aparentar honestidad ante un pueblo que día a día empieza a abrir los ojos.

Hoy el pueblo se rebela, sale a la calle, protesta... Pero ellos tienen el poder y la fuerza. El pueblo no cuenta todavía con organizaciones fuertes que le permitan ejercer la necesaria oposición a la brutal agresión de quienes gobiernan. Los fascistas sí cuentan con organización y apoyo suficiente y lo están demostrando en diversas partes del mundo. Venezuela, Ucrania, Siria... Ahí actúan disfrazados de pueblo. No son pueblo en lucha sino agitadores profesionales, bien entrenados y bien capitaneados por expertos en guerra sucia. Dicen que son pueblo, pero no lo son. El pueblo se distingue de ellos en su independencia. El pueblo no tiene quien financie sus campañas, como los tienen ellos, como los tuvieron los golpistas de 1936. El pueblo está solo ante la violencia organizada del estado represor.

Protestar es necesario. Hay que salir a la calle a denunciar las injusticias para que todo el pueblo se entere y las mentiras de quienes gobiernan no tengan eco. Pero sin ejercer violencia alguna, para que no nos confundan con los fascistas, con los violentos, con los que están al servicio de quienes nos oprimen, de quienes nos roban la sanidad, la educación, el dinero que pagamos con los impuestos y encima pretenden amordazar nuestras protestas.

Luchar por lo que nos pertenece es justo y necesario. Pero para luchar contra la injusticia hay que organizarse desde abajo, desde el barrio, desde la comunidad de trabajo, desde donde el pueblo es pueblo y nada puede hacer que se confunda con lo que no es.

Unámonos. Organicémonos. O de lo contrario los fascistas que gobiernan y quienes a su lado luchan volverán a derrotarnos. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/81375-los-golpistas-del-36-y-el-gobierno-actual.html

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