lunes, 29 de julio de 2013

El papa Francisco y el papel político-social de la Santa Madre Iglesia Católica Romana


 
Interesante artículo el de Carlos A. Valle publicado en ECUPRES con fecha 27 07 2013. Claro discernimiento entre lo deseable (L. Boff), lo previsible (R. Dri), y lo exigible (E. de la Serna).

Por muy buenos deseos que se alberguen y muy generosa perspectiva desde la cual se mire, la Iglesia Católica Romana tiene una trayectoria histórica insoslayable. Hace falta una ingenuidad desmesurada para pensar que de hoy para mañana puede dejar de ser lo que es, una institución religiosa encargada de frenar toda oposición al poder, todo movimiento de liberación de esclavos, de desposeídos de la tierra que pueda surgir en cualquier lugar del mundo. De ahí que quienes diseñan estrategias para la manipulación del pensamiento colectivo hayan visto la conveniencia de elevar a papa a un latinoamericano.

Pese a que en América Latina la ideología capitalista domina el pensamiento colectivo, al igual que en el resto del mundo, sigue vivo en ella el espíritu liberador como en ninguna otra parte. Los derechos humanos están siendo defendidos por algunos gobiernos, al tiempo que de acuerdo con ellos o al margen suyo surgen en los pueblos fuertes movimientos de reivindicación popular. El poder sabe que no puede descuidarse si quiere seguir siendo lo que es, para lo cual no descarta recurrir a la más tradicional de las alianzas, la de esa Santa Madre Iglesia Católica Romana que tanto ha contribuido a lo largo de los siglos a doblegar rebeldes y mantener sumisos a los pueblos.

Tras observar la trayectoria política de los dos papas anteriores al actual, el polaco Wojtyla y el alemán Ratzinger, cuesta imaginar que de pronto la curia romana pueda elegir a alguien dispuesto a arrojar piedras sobre su propio tejado. El conservadurismo de ambos, su claro posicionamiento al lado de las fuerzas conservadoras y del más inhumano capitalismo no deja lugar a dudas y muestra claramente que los  intereses que sostienen esa estructura eclesiástica son los mismos que ahogan revoluciones, que organizan guerras, que derriban gobiernos favorables al pueblo y los sustituyen por títeres dispuestos a gobernar de acuerdo con los intereses capitalistas.

Son los mismos que controlan los medios de comunicación y con ellos lavan el cerebro de las gentes mediante la desinformación, la permanente distracción y las persuasivas campañas publicitarias. Son los mismos que han impuesto en el mundo formas de vida individualistas, basadas en la codicia, centradas en el yo e ignorantes del nosotros.

A nadie con un mínimo sentido de la realidad le puede pasar por la cabeza que esa sacrosanta institución vaya a cambiar hoy de rumbo. Largos siglos de actuar han configurado una praxis católica que perdura y rige todas sus acciones. No queremos negar la bondad de tanta feligresía católica eclesiástica y seglar que fiel al evangelio y más allá de cuanto disponga la jerarquía siguen conductas ejemplarmente cristianas. En absoluto. Pero sí señalar que no es ese gran colectivo humano el que ejerce su influencia sobre las decisiones políticas de los gobiernos ni sobre el pensamiento colectivo. Quienes tal hacen son quienes tienen voz y púlpito en la sociedad, que son quienes gozan del beneplácito de la jerarquía romana. Ellos son, salvo raras excepciones, quienes fomentan el papanatismo eclesiástico, falaz remedo de fe, que pone la emoción en el lugar que le corresponde a la reflexión.

En opinión de quien esto escribe, nada cabe esperar de ese tan agasajado papa Francisco. Nada que no sea lavarle la cara a esa desprestigiada institución, que no ha sabido mantener vivo mayoritariamente a lo largo de los siglos el espíritu cristiano en los pueblos donde de un modo u otro ha impuesto el signo de la cruz. Nada que no sea contribuir con sus prédicas a la resignación colectiva, a la sumisión de los pueblos, al triunfo de la codicia sobre la caridad.

Una buena parte de América Latina canta hoy alabanzas a su flamante papa Francisco. Miles de personas siguen sus discursos y arden en deseos de verle. El catolicismo gana con ello adeptos en el continente americano. Quizá eso contribuya a aumentar la piedad popular. Quizá aumente también la compasión, la caridad… Quizá.

Pero eso no va a cambiar en absoluto la relación de fuerzas entre pobres y ricos que hoy rige en el mundo, sino al contrario. La piedad contribuirá a la sumisión, a la aceptación resignada del destino impuesto por las clases dominantes sobre las desposeídas. Las buenas personas resignadas serán modélicas. Las leyes seguirán siendo injustas y quienes las contesten serán tenidos por alteradores del orden o quizá terroristas. El mundo seguirá girando a impulso de la brutalidad. La injusticia seguirá siendo norma de conducta social y política.

Pero la Santa Madre Iglesia Católica Romana seguirá encabezando el ranking mundial de las religiones y sus fieles tendrán el gozo de ser seguidores de la Iglesia campeona. De eso se trataba. Alirón, Alirón, Francisco campeón. 

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