sábado, 2 de febrero de 2008

Desvarío


A golpe de corazón camina el mundo y se hace la vida, y cuando éste no late el cuerpo muere. Hierve la sangre con el calor del alma, del fuego que nos arde en las entrañas, en lo más hondo, cuando nadie lo apaga con desencantos o con tristes malas artes. ¡Y que poco avanzamos sin este fuego interno que nos mueve!

Pero ahí están los sabios, los prudentes, los que solamente miran por sus bienes y consideran a los demás mortales como bestias u objetos, animales domésticos para su propio uso, metiendo siempre de por medio a la “sabiduría”. Ahí nos vienen siempre con la “prudencia”, su gran arma secreta, antiquísimo escudo antimisiles, destructor de todo cuanto empuja y se mueve. Ahí están moderando el empuje del corazón, que moderar es la función primordial de la prudencia, del pensamiento sabio, ponderado, conservador por encima de todo, del que cuida que no vayamos a descarrilarnos.

¡Nada de brusquedades! Un balanceo suave, moderado, ora a la derecha ora a la izquierda, pero siempre en su sitio, sin rebasar los límites marcados por la propia conveniencia de quienes ejercen la moderación suprema.

Y a propósito de supremo, Dios de por medio, porque de él echan mano casi siempre los ambiciosos y los conservadores, los que ansían doblegar a la gente para así explotarlos con más facilidad y menos esfuerzo, y los que temen que algo se les vaya de las manos si el pueblo piensa y deja de temer a ese Padre Eterno creado por la mente de las gentes creyentes a imagen y semejanza del muy amado, temido y respetado terrenal padre. ¡Dios, qué tragedia! ¡Y Tú que según dicen nos enviaste a tu Hijo para que nos despertase la conciencia y nos revolucionara! ¿O no fue para eso? No sé donde habré leído yo algo de todo esto, de enfrentar hermanos con hermanos, padres con hijos… Soy mal cristino yo y tengo mala memoria, pero me suena que en algún evangelio Jesús dice que no vino a traer paz… O algo parecido.

Bueno, pues no. Una cosa es lo que dice el evangelio que Jesús dijo, y otra lo que piensa la clerecía que conviene. Que le conviene a ella y a sus gentes, que las otras no importan. Que hay demasiada gente en el mundo, y no están de más las guerras y las enfermedades y el hambre de los otros. ¡Qué desvarío! Bueno a veces desvariamos los humanos de madrugada, ¡pero de día…! ¿Será que el desvarío me ha venido de leer las noticias de esta semana? El presidente de Francia predicando sumisión y religiones en vez de libertades y República; obispos católicos españoles, supuestamente cristianos, recomendando votar a partidos fascistas, intolerantes, violentos... ¿Un nuevo golpe militar, si pudieran…?

Lo dijo Jon Sobrino: «la salvación del mundo está en los pobres». Bueno, yo no lo creo. No creo que a este mundo lo salve nadie. Pero no es cosa de creerlo sino de hacerlo, de vivirlo a golpe de corazón como toda la gente que lucha aun sabiendo que poco se puede hacer en esta vida sino luchar para avivar el fuego que nos arde en lo hondo del alma, en lo más nuestro, para que no se apague, aunque en ello nos vaya la misma vida. «No temáis los que matan el cuerpo…». Pues aunque no lo crea, si encuentro ese escrito de Sobrino que debo de tener metido en alguna carpeta lo pondré en este sitio, para que quien quiera alentar todavía su esperanza y su lucha y su fuego interno se lo lea.

Y ahora cierro, termino, que ya es hora de acabar con tanto desvarío.

Que la Luz os guíe, y que el Gozo y la Paz os sean estímulos, no opio para el alma.




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