Triste,
porque no hay memoria más triste que la vencida por el olvido. Y lo que se ha
olvidado en la España de hoy, entre otras muchas cosas, es que el día 1 de abril del año 1939, Francisco
Franco, jefe supremo de las fuerzas fascistas que se rebelaron contra el
legítimo gobierno de la República Española, proclamaba: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado
las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.
Franco
proclamaba el triunfo de las tropas fascistas sobre el ejército republicano y,
a un tiempo, el comienzo de una sangrienta dictadura cuya sombra alcanza
nuestros días.
Más
de diez años de limpieza ideológica siguieron a aquella victoria fascista.
Cualquier indicio de rojez era motivo de investigación y castigo. La muerte, el
exilio y la cárcel dejaron en la orfandad a quienes aspiraban a construir una
sociedad más justa. Una vez más la plutocracia había vencido.
La
esclavitud, más o menos disimulada, seguía oprimiendo al pueblo español.
Prohibidos los sindicatos salvo el Sindicato Vertical establecido por el
régimen que regulaba las relaciones laborales establecidas por el gobierno.
Prohibidas las huelgas, las reuniones, las manifestaciones de disconformidad.
Controlados todos los medios de información, que así siguen.
La
Iglesia Católica Romana bendijo aquel alzamiento militar y la dictadura que le
siguió. Nunca aquella Iglesia ha pedido perdón por haber bendecido aquella
guerra y aquellos crímenes que se hicieron, decían, para salvar a España del
comunismo ateo. Y así, tras aquellos salvadores asesinos vino la clerecía
salvadora de almas. “Hay que meterlas en el cielo aunque sea a puntapiés”, decía
un cura conocido de quien esto escribe.
La
violencia cambiaba de forma pero seguía. El único matrimonio válido era el
católico. El concubinato era delito. Los únicos nombres válidos para la
inscripción en el Registro Civil de los seres que venían al mundo eran los
castellanos y católicos. La doctrina católica se enseñaba obligatoriamente en
todas las escuelas. Los curas predicaban hasta por la radio en tiempo de
Cuaresma. El silencio era obligado en Semana Santa y ni hablar en voz alta se
podía, pues cualquiera que pasara por la calle podía ser un policía vestido de
paisano.
Luego
llegaron los ministros del Opus Dei y dieron comienzo los “Planes de
desarrollo”. Se trataba de que la gente estuviese contenta y trabajase con
alegría. Y así, llegó el consumismo para ya nunca más desaparecer. La gente
trabajaba 12 y hasta 14 horas diarias para poder comprar el frigorífico, la
lavadora y el televisor. Y para la clase privilegiada, es decir quienes explotaban
a quienes estaban socialmente más abajo, estaba el coche, que se establecía
como signo inequívoco de superación social.
Aquel
gran disparate de miseria humana no podía durar siempre. Llegó un tiempo em el
que las dictaduras no estaban bien vistas en la Europa que contribuyó por
activa y por pasiva a instaurar la que en España regía. Y aprovechando que el
dictador murió, quienes manejaban la política en aquel momento buscaron el modo
de transformar la dictadura en una democracia, pero sin que nada cambiase.
Nuevas leyes, nuevas formas, pero los poderes fácticos en las misma manos.
Sobre
la base de la limpieza ideológica se estableció un nuevo pensamiento
hegemónico. ¿Para qué pensar en reivindicaciones sociales si podemos ser
felices distrayéndonos en la medida de lo posible con todo lo que la sociedad
de consumo nos ofrece? Ahí está el quid de la cuestión. ¿Qué poner en primer
lugar, el mero goce o la dignidad humana?
Y
así hemos llegado a otro olvido: el de la DIGNIDAD HUMANA. ¿Qué es la dignidad
humana? En un mundo dominado y gobernado en gran parte por sinvergüenzas que no
dudan en sacrificar a pueblos enteros en provecho propio, ¿vale la pena pensar en
la dignidad humana? ¿No es mejor sobrevivir lo mejor que se pueda sin
complicarse la vida por nada ni para nada?
Cada
cual tiene su respuesta, pero ya vemos lo que está ocurriendo con ese olvido.
Una forma de vida insolidaria que prioriza los negocios a la salud. Multitudes
que, desoyendo las recomendaciones médicas, eligen divertirse aunque eso cueste
la vida a miles de personas, abandonadas muchas de ellas en residencias
geriátricas a las que apenas llega el recuerdo de quienes de ellas recibieron
la vida. Destrucción de la naturaleza y aumento de la desigualdad entre los
pueblos del planeta Tierra. Y podríamos seguir contando.
Día
1 de abril, Día de la Triste Memoria en España. Pero solo un día más de la
victoria de la indignidad sobre la dignidad humana en el mundo entero. /PC.
Publicado: https://kaosenlared.net/1o-de-abril-dia-de-la-triste-memoria/ KAOS EN LA RED
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