lunes, 2 de noviembre de 2015

La hora de la verdad del independentismo catalán


Con mayoría de escaños en el parlamento catalán (72/135) las formaciones independentistas JxS y CUP se disponen a llevar a cabo la parte compartida de su programa electoral que consiste en declarar la independencia de Catalunya.


La coalición JxS presentó en su campaña electoral como objetivo único declarar unilateralmente la independencia de Catalunya respecto del Estado español si el número de escaños alcanzados en las elecciones del pasado 27S lo permitían. Para alcanzar dicho objetivo consideraron que eran imprescindibles dos cosas: 1) dejar de lado todo ideario político y centrar todas las acciones en la consecución de la independencia; 2) reelegir al presidente saliente Artur Mas sin cuestionar las decisiones políticas de sus gobiernos hasta el presente y las que pueda dictar en su nueva entapa. 

En cambio CUP sostuvo firmemente durante su campaña que no daría soporte a la investidura de Artur Mas por desacuerdo con las políticas de corte neoliberal que viene aplicando a lo largo de su mandato. Ambas formaciones coinciden en su objetivo de declarar unilateralmente la independencia de Catalunya y desobedecer las exigencias del gobierno del Estado cuando estas sean contrarias a los intereses del pueblo catalán. Pero difieren en cuanto a lo que consideran de interés para el pueblo. En tanto que a la CUP quiere una república catalana de corte socialista, JxS es plenamente neoliberal y los intereses que defiende son los de las clases privilegiadas, contrarios a los de la mayor parte de la población.

Establecer pactos partiendo de idearios políticos tan contrarios entraña grandes dificultades que para bien de su ideario independentista ambas formaciones políticas se esfuerzan en sortear. Y entretanto discuten uno y otro punto en desacuerdo se aplican a llevar a cabo el único punto en que coinciden, que es la declaración de independencia de la nación catalana en relación a las exigencias del gobierno del Estado. 

El gran atrevimiento que semejante gesto comporta ha puesto en guardia a los incondicionales defensores de la unidad del Estado. Dando muestras de poca imaginación, al presidente Mariano Rajoy no se le ha ocurrido sino imitar al catalán Artur Mas en su estrategia de unir bajo una misma bandera a los defensores de la patria, la española para Rajoy y la catalana para Mas. Ese ardid les permite ocultar bajo sus respectivas banderas toda la podredumbre que sus formaciones políticas acumulan tras los muchos años que llevan gobernando y controlando los medios de comunicación, silenciando voces disidentes y dando tribuna a los incondicionales aduladores. 

Pero por más que las mentes puedan estar hipnotizadas hasta el punto de extraviar el pensamiento de forma que impida discernir lo real de lo narrado o imbuido, todavía las hay que resisten a ese permanente lavado que desde el poder se está haciendo del pensamiento colectivo, tanto en Catalunya como en el resto del Estado. Hay quienes sin renunciar a los derechos de los pueblos a establecer sus propios gobiernos de forma libre y democrática defienden a un tiempo los derechos fundamentales de todo ser humano. Hay quienes no ahogan su ideario político con el espejismo de identidades que aun siendo en sí respetables dejan de serlo cuando son utilizadas para alcanzar espurios fines políticos.

La vocación de imperio del viejo Reino de Castilla se enraizó en el corazón del Estado español. A las conquista en territorio peninsular le siguieron las que llevaron a cabo en el continente europeo y allende los mares. Siempre a punta de lanza, imponiendo su ley a fuego y espada. Esa “vocación de imperio” claramente expresada por el fascista José Antonio Primo de Rivera pervive todavía. El Estado español no tan solo no renuncia a sus victorias de armas sino que se enorgullece de ellas en fechas y actos solemnes cada 12 de octubre y las reivindica ahora ante el pueblo catalán que reclama a voz en grito como nunca antes lo hiciera su derecho a ser tenido como tal y respetado por ese Estado heredero de todas las miserias humanas que desde 1939 predicaron como virtudes los políticos fascistas.

En el parlamento catalán el independentismo se puso en marcha. CUP y JxS se enfrentan a las formaciones políticas que sordas y cerradas a todo diálogo están incondicionalmente por la unidad del Estado. Entretanto en el seno del independentismo la lucha por lo social que defiende CUP se enfrenta a la codicia de CDC, generadora de esos grandes eventos impulsores del independentismo con los cuales pretende, según hemos ya señalado, encubrir la codicia de esa burguesía catalana ávida de poder y de riquezas. 

Ambas formaciones tienen su respectivo talón de Aquiles. CDC, las políticas neoliberales aplicadas durante su gobierno, a las cuales hay que sumar las demandas por corrupción que enfrentan diversos miembros de su partido. CUP tiene como punto débil su programa independentista, que no goza de la merecida comprensión ni dentro ni fuera de Catalunya y que CDC aprovecha para presionar en favor de la reelección del presidente Artur Mas. ¿Hasta qué punto una y otra formación podrán vencer en su personal duelo? ¿Buscarán ambas formaciones algo parecido a un empate técnico provisional y aplazarán su lucha hasta mejor ocasión? Eso se sabrá en breve. De momento la lucha sigue presentándose como de Catalunya contra España. Esperemos que desaparezca pronto esa gran cortina de humo y aflore la realidad política tanto catalana como española. /PC

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