domingo, 12 de abril de 2015

Hacia la tercera, sí, pero… ¿qué clase de república?

Catorce de abril, octogésimo cuarto aniversario de la proclamación de la II República Española, un acontecimiento que merece ser recordado y reflexionado, porque “no es oro todo lo que reluce”.


No cabe duda de que la II República Española fue un loable intento de poner la dignidad humana en el primer plano de la vida pública. Pero hay que decir claro y alto y sin dejar lugar a la menor duda, que fue un intento tímido i mal definido. Un homenaje a la moderación y la prudencia condenado al fracaso, no tanto por la intransigencia de la población reaccionaria como por la falta de convicción de quienes tal empresa acometieron. 

Ni dinastías ni linajes ni privilegios de casta o de clase merecen estar por encima de la dignidad de todo ser humano. Ese principio que debiera ser el Norte de todo proceso constituyente no parece que estuviese suficientemente claro en la mente de los responsables políticos que protagonizaron aquel momento. De haberlo estado, no hubiesen echado mano de las fuerzas armadas para reprimir las huelgas obreras que reclamaban retribuciones y condiciones de trabajo acordes con la condición humana de quienes los realizaban. No hubiesen estado dispuestos, como sí lo estuvieron, a complacer las exigencias de las clases privilegiadas en perjuicio de las desposeídas. Ni hubiesen buscado la alianza con los sectores más aburguesados de la clase obrera. Muy al contrario. Hubiesen sido consecuentes y hubiesen atendido los reclamos populares de acuerdo con principios de humanidad, no conforme a los privilegios que en calidad de república debieran haber abolido.

Aquella república gestada por una burguesía bienintencionada no fue ni carne ni pescado. Fue tibia y nada revolucionaria. Fue un intento de modernizar las formas sin cambiar la estructura social, algo así como encender una vela a Dios y otra al diablo. Lo cual no significa que no aportase nada mejor que lo hasta entonces establecido, pero sí que ese aporte fue del todo insuficiente a los ojos de gran parte de aquel pueblo que llevaba siglos viendo pisoteada su dignidad humana.

La tibieza de aquellos republicanos moderados nos trajo la sangrienta represión que las rancias derechas ejercieron a partir de julio de 1936, la cual se instauró con el derecho que dan las armas y duró hasta la muerte del dictador. Una represión que acto seguido retomaron los sucesores de los golpistas de entonces de forma más blanda, con mayor inteligencia, pero más eficaz todavía. Porque como bien se sabe, es más fácil pervertir en democracia que doblegar en dictadura. Lavar cerebros bajo la égida de la libertad es infinitamente más eficaz que repetir incansablemente proclamas que nadie puede creer.

Perdió el Norte toda civilización que anteponga cualquier valor a la dignidad humana. Esa dignidad que es la clave de todo proceso humanizador, que ha dado lugar a tantísimas horas y modos de pensar, que vemos compartida por todas las tradiciones de sabiduría, que cavando hondo podemos encontrar en la base de las principales tradiciones religiosas que han llegado hasta nuestros días… Esa dignidad humana que es el único Norte que puede salvarnos del apocalíptico final al que va lanzada a velocidad vertiginosa esta civilización regida por la estupidez, la irresponsabilidad y la codicia de un colectivo humano prácticamente global manipulado por las mentes necias que gobiernan en el mundo. 

No sirven las medias tintas en los procesos de cambio. Pues si ya las revoluciones acaban caducando, más y antes caducarán los cambios que ni siquiera se atrevan a ser cambios. Cambiar algo para que nada cambie. Hacer como que sí, pero queriendo que sea no. Alzar el puño izquierdo teniendo bien escondida la derecha que agarra la billetera. Falsedad y mentira que acabará topando con su propia contradicción.

La historia está llena de mentiras. Falsos procesos reformadores, proclamas revolucionarias que fueron ideas potentes manejadas por ambiciosos sin escrúpulos… ¡FRATERNIDAD, IGUALDAD y LIBERTAD! ¿En qué quedó ese lema?

Hoy en España los espíritus progresistas claman por una tercera república. Sin duda ese clamor merece aplauso. Pero cuidado, que no vaya a ser esa tercera como aquella segunda que para nada tuvo en cuenta los pueblos que integraban el Estado ni las clases sociales que lo hacían sostenible. Como aquella segunda, que no dejó de ser en su origen un proyecto centralizador, clasista y excluyente.

A por la tercera, sí, sin duda alguna. Pero teniendo como valor supremo la dignidad humana. /PC

PUBLICADO EN:

http://kaosenlared.net/hacia-la-tercera-si-pero-que-clase-de-republica/

https://ecupres.wordpress.com/2015/04/17/hacia-la-tercera-si-pero-que-clase-de-republica/





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