sábado, 14 de junio de 2014

La lengua vehicular en la enseñanza reglada en Catalunya

El debate transmitido por la cadena de TV autonómica catalana el pasado 12 de junio dejó claro que el nacionalismo español sigue teniendo vivo su afán de dominio y también que entre la población castellanoparlante de Catalunya hay quienes se sienten respaldados por el derecho de conquista.


El ataque lingüístico que el gobierno de España viene ejerciendo sobre Catalunya en estos últimos años ha llegado a niveles de desvarío. Desde hace treinta años, con el traspaso de competencias a los gobiernos autonómicos, se estableció que la lengua catalana fuese la vehicular en las escuelas de Catalunya. Al mis mismo tiempo se acordó dedicar igual número de horas lectivas al estudio de las lenguas catalana y castellana. Tal decisión ha dado como fruto positivo el dominio de dos lenguas a las jóvenes generaciones y ha hecho posible la convivencia de las dos comunidades lingüísticas en un mismo ámbito territorial. Cuestionar esos logros y las decisiones de gobierno que las hicieron posibles es de una cortedad de miras difícilmente aceptable.

En el debate de referencia, una de las contertulias pedía que la lengua vehicular de la escuela básica en Catalunya fuese indistintamente el catalán y el castellano y argüía que ese es su derecho. Esa persona daba muestra evidente de ignorar el largo proceso de persecución lingüística que desde hace tres siglos viene sufriendo la nación catalana. Ella y quienes como ella opinan, dan muestras claras de ignorar o dar por bueno que con el triunfo del Borbón Felipe V en la guerra de sucesión española le fueron anulados los fueros a Catalunya y prohibido el uso de su lengua en documentos públicos, así como impuesta la enseñanza obligatoria del catecismo en lengua castellana. Y también que con el triunfo de las tropas fascistas sobre el legítimo gobierno de la República Española en 1939 y la implantación de la dictadura que nos gobernó durante cuarenta años se prohibió tajantemente la enseñanza de la lengua catalana en todo el ámbito escolar. Consecuencia de ello fue que quienes fuimos escolarizados entre 1939 y 1978 crecimos analfabetos de nuestra lengua materna. La cultura catalana fue ignorada por completo en la escuela básica. Nuestros héroes patrios eran Don Pelayo, El Cid Campeador, los Reyes Católicos, etc. Todo lo cual, se mire como se mire, son acciones de puro genocidio cultural sobre el pueblo catalán.

Ignorar cuanto antecede y proponer la vuelta a la normativa de los tiempos de la dictadura es querer recordarle a todo el pueblo catalán que Catalunya es, aún en el día de hoy, un territorio ocupado e invadido. Ocupado militarmente por las fuerzas armadas del Estado Español desde hace tres siglos. Invadido civilmente por quienes al amparo de esa fuerza agresora se sienten con derecho a imponer su nacionalismo español en la ancestral patria de la nación catalana.

Desde que en 1939 se instauró en España la dictadura, los sucesivos gobiernos se han dedicado a ocultar la existencia de la nación catalana. Con tanta aplicación lo hicieron, que la mayor parte de la población que emigró allá por los años 50 desde diversas zonas de la península hacia Catalunya lo hizo sin tener conciencia de que estaban ocupando la tierra del pueblo catalán. De ahí que una buena parte de esa gente no se sintiese con la obligación moral de respetar al pueblo que invadía. Y según dice el refrán, “de aquellos polvos vinieron estos lodos”. Hoy la idea de que Catalunya es parte de España está fija en la mente de una buena parte de la población castellano parlante que habita tierra catalana. 

Invadir por las armas el territorio de otro pueblo imponiéndole leyes y lengua es un atropello. Y cualquier derecho del invasor que devenga de ese atropello, por más que haya sido legalizado, es ilegítimo.

No somos amantes de fronteras que impidan la libre circulación de las personas a lo largo y ancho del planeta Tierra. Pero los territorios que ocupan los pueblos tienen que ser administrados, cuidados y protegidos de los desmanes de quienes de forma desaprensiva maltratan o pretenden apropiarse de lo que es patrimonio común. Y esa administración y cuidado requiere organización y demarcaciones que no pueden ser ajenas al pueblo que habita en cada territorio.

Si ningún ser humano tiene derecho a imponer su voluntad sobre otro ser humano, ningún pueblo tiene tampoco derecho a imponer la suya sobre otro pueblo. Los derechos de los pueblos dimanan de los derechos de las personas que los forman. La rapiña y el botín de guerra no pueden ser nunca legítimos, por más que el vencedor los legalice.

La lengua, la religión y las leyes fueron armas colonizadoras desde tiempos remotos. Durante siglos la fuerza bruta ha sido una forma universalmente aceptada de relación entre personas y pueblos. Pero ya en el siglo XXI cabe esperar que esa relación se base en otros principios. El respeto a la dignidad humana debe suplir al derecho de la fuerza. El espíritu de convivencia, al afán de dominio. Quien no entienda esto debe reflexionar profundamente antes de opinar sobre temas en los que entre en juego la relación de Catalunya con el Estado Español. En caso de no hacerlo dará testimonio vivo de estar aferrándose a principios éticos que en absoluto van a mejorar la convivencia en el mundo. /PC

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