jueves, 10 de febrero de 2005

No sólo los obispos...

...sino la institución eclesiástica entera y la validez de una buena parte de sus enseñanzas es lo que cabe poner en tela de juicio.


Desde que el PSOE ganó las elecciones -o tal vez mejor, desde que el PP las perdió- no hemos  dejado de oír ni un sólo día alguna noticia relacionada con actos más o menos sorprendentes protagonizados por la jerarquía episcopal española en defensa de lo que a todas luces parece considerar sus derechos adquiridos sobre la sociedad española. Nada nuevo, ya que siempre se comportó de ese modo el clero. Pero lo novedoso de esta situación es que mientras los católicos ultramontanos cierran filas en torno a sus pastores, algo completamente lógico si bien se mira, hay una muy respetable cantidad de voces también católicas que se pronuncian en desacuerdo y les piden públicamente a las autoridades eclesiásticas que reflexionen. No obstante, esas mismas voces, aceradamente críticas algunas veces contra esas conductas, siguen proclamando a ultranza su adhesión al Papa so pretexto de la unidad de la Iglesia de Cristo, para lo no tienen ningún inconveniente en meter en el mismo cambalache a Teresa de Calcuta, Escribá de Balaguer, Rouco Varela, Pedro Casaldàliga, Oscar Romero, Juan Pablo II y un sinfín de personajes de lo más diverso que lo único que tienen en común es su pretendida adscripción al credo católico. Diríase que a esos creyentes, respondones pero dóciles y de buena fe al fin y al cabo, les importa más lo que las palabras proclaman que el testimonio de fe que dan los actos.

A quienes tenemos ya alguna edad y hemos sido educados más o menos religiosamente en aquella España franquista, autoritaria y confesionalmente católica, que llenaba a rebosar las iglesias los domingos y en cuya escuela pública (ESCUELAS NACIONALES las denominaban con patrio orgullo los adalides de la NACIÓN ESPAÑOLA) era obligatoria la enseñanza y aun la práctica religiosas, no nos extraña en absoluto la abundante presencia en la actual sociedad española de católicos que limitan su relación con el mundo religioso a las ceremonias de bodas, bautizos, primeras comuniones y funerales, ni nos extraña tampoco que haya grandes capas de población que se confiesa atea y que da muestras de alergia a cualquier idea religiosa. Unos y otros nos parecen consecuencia lógica de aquella religión formal impuesta a machamartillo. Tampoco nos extraña la extrema cerrazón de una buena parte de la población católica que se muestra insensible a las vergonzosas maquinaciones políticas de su amada Iglesia, ya que ésta es heredera directa de aquel ultramontano nacionalcatolicismo. Nos es fácil entender que los defensores a ultranza del catolicismo se esfuercen por mantener la unidad de esa institución que consideran fundamental para la pervivencia de sus creencias ya que siglos de machacona repetición les han hecho creer, aun contra toda evidencia, que la doctrina que ella imparte es la mismísima que llevó a la cruz a Jesús de Nazaret. Pero nos resulta bastante incomprensible que esas voces disidentes que se consideran «cristianos de base», que están al día de lo que se cuece en el campo de la crítica histórica y de las consecuencias teológicas que de ella se derivan tanto como de los avances del conocimiento antropológico, se sumen a esa sinrazón de querer minimizar y aun justificar lo inaceptable con tal de seguir sintiéndose con derecho a participar en esos ceremoniales católicos a los cuales la jerarquía eclesiástica da categoría de ritos sagrados.

Hoy en día la avanzada del pensamiento religioso está por el reconocimiento de la gran dosis de sabiduría que conllevan todas las tradiciones religiosas, al margen y aun en contra de las enseñanzas de sus instituciones líderes en muchas ocasiones. Reconoce y comparte la gran dosis de sabiduría que hay en el humanismo, y ve la necesidad de establecer vínculos humanos de colaboración y fraternidad entre todas las formas de pensamiento que lleven a la unidad de la gran familia humana, sin preferencias ni prejuicios. Hoy en día, la avanzada del pensamiento religioso sabe que muchas de las creencias que durante siglos se han considerado indiscutibles en el seno de cada religión no tienen mayor fundamento que el proveniente de la conveniencia temporal a una circunstancia determinada. Que muchas creencias religiosas han sido y son aún motivo de grandes injusticias inaceptables por nadie con un mínimo de humanidad. Que las instituciones líderes son organismos de poder temporal que nada tienen que ver con esa tan necesaria espiritualidad que el mundo necesita, y la cual no pocas veces ellas mismas dificultan. Y concretamente en lo que a la Iglesia Católica y a sus jerarcas se refiere cabe decir que quienquiera que con un nivel de instrucción medio se interese por la historia de esa institución podrá comprobar que está tan plagada de mentira y de ignominia que es imposible que ese Espíritu Santo al que de palabra invoca pueda conferir más Luz a sus dirigentes que la que confiere a los de cualquier otra organización humana que obren de buena fe.

Por ese motivo y por muchos otros que nos llevarían páginas enteras relatar, pero sobretodo porque creemos firmemente que no son rituales de magia religiosa lo que el mundo necesita sino bondad en los corazones de las personas, deseamos fervientemente que los hombres y las mujeres de buena fe, profesen las creencias que profesen, abran los ojos, aprendan a discernir entre lo esencial y lo accesorio, abominen ya de una vez por todas de los hipócritas y de las instituciones terrenales que los albergan, y busquen la verdad y la justicia en cualquier parte donde estas se hallen./PC

Kaosenlared.net      10.02.2005

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