domingo, 13 de junio de 2004

Dime cómo vives..., y te diré cómo piensas

Es viejo por sabido que el conocimiento viene de la vivencia. 


Conoce de verdad quien ha vivido, quien ha experienciado. La verdad revelada es la que la propia vida revela a cada cual, no a ningún otro. El conocimiento teórico sirve para muchas cosas, pero no para concebir la vida y vivirla. Por eso Simone Weil se fue a trabajar a una fábrica. Por eso MF (no me siento autorizado a citar el nombre de esa excepcional mujer a quien en una ocasión pude estrechar la mano) cuando decidió dedicarse de lleno a los sin techo, a quienes duermen en la calle, dejó su confortable vivienda de Sarrià (un barrio de clase alta, para quien no conozca Barcelona) y se fue a vivir al mismísimo corazón del Raval, el Barrio Chino barcelonés, hábitat de quienes no gozan precisamente de la renta más alta. Por eso la rehabilitación de los marginados pasa por que descubran por sí mismos una forma de vivir dignamente sin entrar en conflicto con la sociedad. Por ese motivo los anacoretas se refugiaban en el desierto, para que nada se interpusiera entre ellos y la profundidad de su alma. Y por ese mismo motivo, mientras sigamos viviendo tan cómodamente no seremos capaces de imaginar siquiera otra forma de vida.

Lo ve claro Una Rana, esa inteligente lectora que nos obsequia de vez en cuando con sus agudos comentarios, según muestra en el que hace al precioso escrito de Jaime Richart

    Breve ensayo sobre el espíritu de kaos
    http://www.esfazil.com/kaos/noticia.php?id_noticia=3373

Ahí está la gran estrategia del capitalismo, en difundir y aun imponer una forma de vida esclavizante, un síndrome de Estocolmo para todo el mundo, que arrastra a la aceptación inconsciente del viejo «dame pan y dime tonto» sin demasiadas posibilidades de caer en la cuenta de que es el camino más recto y directo hacia la necedad total, la indignidad absoluta, la negación de la esencia humana, la animalidad.

Muchos son los esfuerzos que desde diversos lugares del planeta se están haciendo en pro de la dignidad humana, eso que suena tan teórico y espiritual pero que es tan real como la vida misma, como el tener que ir a la compra o pagar el alquiler, o el recibo de la luz o del agua o del gas. Porque ahí está el tema, no nos engañemos, en que todo cuanto necesitamos para vivir está en manos de los que gobiernan el mundo, y mientras no encontremos la forma de eludir su control estaremos en sus manos.

Somos todos siervos de ese capitalismo esclavista, desalmado e inhumano que nos atenaza y por ese motivo difícilmente podemos hacer otra cosa sino seguir pegados a la gleba. Pero no sumisos! No sin buscar permanentemente, con toda el alma y sin tregua una salida a este laberinto camuflado de jardín en el que estamos metidos.

Cierto que todo esto suena a utópico, pero es que todo lo distinto suena raro. La mente humana necesita un más o menos largo proceso para asimilar todo lo que no le es habitual. Y ahí está a mi ver el gran reto de la educación. Educar es poner las condiciones para que el educando descubra por sí mismo lo que más le conviene. Y eso no me lo invento yo. Decirle al educando qué tiene que hacer, qué tiene que pensar y cómo tiene que sentir y vivir no es educar sino amaestrar. Y eso es lo que está haciendo nuestro sistema educativo, amaestrar, hacer ciudadanos de conveniencia. Pero no a la sociedad sino a las “sociedades anónimas” que nos controlan hasta cuando dormimos.

El gran problema está en “educar a los educadores”, y lo pongo entre comillas porque soy consciente de la contradicción en la que aparentemente caigo. Porque si educar a un crío significa ponerlo en situación de que pueda descubrir por sí el camino, educar a un adulto no puede ser otra cosa. Y ahí está la dificultad, en que la reeducación de un adulto no es sino un proceso de descubrimiento de la verdad, de iluminación, de conversión personal. Y a parte de que toda conversión exige soltar lastre, algo que cuesta muchísimo y a lo que en principio casi nadie está dispuesto, para que se dé necesita además de unas condiciones que la favorezcan una motivación. Y ésa es a mi ver la primera gran tarea colectiva que tenemos que llevar a cabo: motivarnos mutuamente sin descanso para que nadie desfallezca, para que nadie se detenga.

¡¡¡ Ánimo, pues, y adelante !!!

kaosenlared.net  13.06.2004

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