En una de sus lúcidas prédicas Martin Luther King dijo
que los horrores padecidos por la humanidad durante el siglo XX se deben tanto a
la maldad de los malvados como a la pasividad de las buenas personas. Lamentablemente
eso sigue siendo así en la mayor parte del mundo cuando llevamos recorrido ya
un trecho del actual siglo XXI. Apenas son contestadas las atrocidades
cometidas por quienes gobiernan. Se dan por buenas sus mentiras después que las
difunden reiteradamente los medios de difusión que controlan, que son los más y
los más importantes. Y lo que es peor: se cuestiona a quienes disienten del
discurso oficial, que suelen ser minoría. Viene esto a cuento de lo vivido en los
atentados de Catalunya (Barcelona y Cambrils) durante el pasado mes de julio y
lo que está ocurriendo en Argentina a día de hoy.
Desde los medios oficiales se potenció acá en Catalunya
la compasión, el acatamiento del orden, el apoyo a las fuerzas represivas y muy
especialmente el rechazo de toda clase de violencia (la violencia terrorista,
por supuesto, pero no la que ejerce el Estado en defensa del orden impuesto).
Se silenció todo cuanto pudiese inducir a la gente a preguntarse por las causas
ocultas del terrorismo que padecemos. Se silenciaron también las voces de
quienes acusaban a las máximas autoridades del Estado de complicidad con
quienes organizan y financian las acciones terroristas. La manipulación de las
mentes ejercida por los medios triunfo en esta ocasión.
En Argentina, desde que asumió la presidencia Mauricio
Macri el gobierno ha tomado un continuo de medidas que perjudican a las clases
más desfavorecidas de la sociedad. Una parte de la población ha ido contestando
esas fatales decisiones, pero la mayoría las acepta de buen grado y da por
buenas las “razones” que difunden los principales medios que están controlados
por quienes gobiernan. No en vano es un gobierno de ricos para ricos el que
allí ejerce y, como dijo en su día Quevedo, “poderoso caballero es Don Dinero”.
[1]
Pero todo tiene un límite y hay hechos que sobrepasan lo
que la conciencia de las gentes puede soportar. La desaparición de Santiago
Maldonado en manos de la gendarmería el pasado día uno de agosto en la
provincia de Chubut es uno de ellos. Gran parte del pueblo argentino se ha
lanzado a la calle en numerosas poblaciones del país para reclamar, de forma
pacífica, su aparición con vida y censurar la brutalidad del gobierno. Las
manifestaciones se llevaron a cabo sin incidentes que mereciesen ser remarcados,
salvo en la capital, donde una vez concluida la gran marcha se organizó una
refriega entre la policía y un grupo de encapuchados de ignorada procedencia.
Las fuerzas del orden aprovecharon ese acto de violencia para hacer redadas por
las calles vecinas y detener a diversas personas acusándolas de agresión a la
policía. Curiosamente, no faltaron las cámaras de televisión para testimoniar
la supuesta violencia de quienes se manifestaron. [2]
Es un hecho común en el viejo y en el nuevo mundo que gran
parte del pueblo trague ingenuamente las mentiras que los gobiernos urden para
esconder sus ignominias. No en vano cuentan con numerosos equipos de
especialistas en la desinformación y controlan los principales medios de
difusión de noticias verdaderas y falsas. Y también lo es que la gente engañada
se posicione a favor de los mentirosos y en contra de quienes denuncian las
mentiras. El engaño programado acaba fracturando la capacidad de razonar a cualquiera
que sistemáticamente dedique gran parte de su tiempo libre a dejarse bombardear
el cerebro por las emanaciones del televisor.
Pero no es tan común que el pueblo se indigne y salga a
la calle reclamando verdad y justicia en la medida que lo está haciendo en ese
gran país que es Argentina. Para poder hacer algo así hace falta mucha
conciencia de pueblo, algo que no se improvisa. El pueblo argentino lleva años
bregando por sus derechos y enfrentándose a quienes se los quieren arrebatar.
También acá en Catalunya hay una larga tradición de
reivindicaciones populares. Muchas de ellas han ido perdiendo fuerza con los
años, con la dictadura primero y luego con la desmovilización programada de la supuesta
democracia en que vivimos. Pero otras se mantuvieron vivas y otras fueron
apareciendo como rechazo a las políticas neoliberales que imponen los
gobiernos. Entre las que vienen de lejos está el afán de independencia que cada
año el pueblo catalán reivindica el 11 de setiembre, un rechazo a la ya secular
opresión de los gobiernos españoles.
No será fácil ni en Argentina ni en Catalunya contagiar
el fervor de lucha al pueblo pasivo que calla y otorga. No lo es en parte
alguna. Despertar de su letargo a la mayor parte de una población dopada y
adormecida requiere mucho tesón y que acompañe la suerte; que algo inesperado
mueva las entrañas de la gente. Pero la vida es una gran lucha que no concluirá
mientras haya un solo ser humano con conciencia. /PC
Publicado en ECUPRES
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