El pasado sábado día 26 tuvo lugar en Barcelona el solemne
acto final de ese ceremonial de “conducción emocional de la ciudadanía” que los
expertos tienen establecido para los ya frecuentes casos de ataque terrorista
en ciudades europeas. Una gran manifestación del pueblo encabezada por los
estamentos ciudadanos que protagonizaron la asistencia a las víctimas y la
defensa de la población, tales como policía autonómica, servicios médicos, agrupaciones
de taxistas, etc., seguidos por las autoridades que se mantuvieron en un
discreto segundo plano y cedieron el primero al pueblo.
Como es lógico, al acto no podían faltar los máximos representantes
del Estado, tales como el presidente del gobierno y Su Majestad el Rey de
España. No acudieron autoridades extranjeras, como si hicieron en París, quizá
porque Barcelona no lo merecía dado que no es la capital de España, como sí lo
es París de Francia. Pero esa ausencia quedó hasta cierto punto paliada porque
una buena parte del pueblo catalán no siente como propios ni al rey ni al presidente
del gobierno español, con lo cual para ese gran colectivo sí que hubo gente de
fuera.
Tampoco vieron con buenos ojos la presencia de esas
máximas autoridades los activistas de izquierdas, esas minorías sospechosas de
estar contra el sistema que, según la gente cabal y agradecida, protestan por
todo sin tener en cuenta que aún podríamos estar peor. Manifestaron su
descontento armando una sonora bronca cuando Su Majestad y el presidente
español descendieron del coche y ocuparon el centro de la fila de autoridades.
Silbidos, gritos adversos y una pancarta que señalaba la causa de los atentados
con una frase que recordaba aquella canción de Atahualpa Yupanqui, “El
arriero”, en la cual dice: “Las penas y la vaquitas se van por la misma senda;
las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”. Así, ajenos son también
los negocios que causan muertes en el pueblo.
Pero fue empezar el escrache y empezar también a oírse
fuerte el lema acordado para la manifestación: NO TINC POR (NO TENGO MIEDO)
algo muy oportuno para dar coraje al público y a la población entera, para que
no cunda el pánico, para que todo siga como si no hubiese ocurrido nada. Un
eslogan que gritó a pleno pulmón la población musulmana de Catalunya para
manifestar que no teme ser excluida por el pueblo que la acoge, pese a las
malas acciones de unos locos que sin legitimidad alguna dicen actuar en nombre
de Alá. Un loable acto de confianza en la sensatez del pueblo catalán y en la
solidaridad que lo caracteriza.
No cundió, pues, la bronca entre la gran multitud que se
manifestaba contra el terrorismo y en solidaridad con las víctimas. No lograron
los gritos de protesta contagiar al gran público. Que los muertos fuesen
propios y la causa fuese los negocios ajenos no resonó en las mentes de esa
población disciplinada, consciente de que su deber no es otro que el de cuidar
su bienestar según manda el orden establecido. La más absoluta serenidad reinó
en todo momento. Unidad frente a la agresión terrorista. Cortesía hacia los
máximos mandatarios del Estado. Todo fue según lo planificado por los expertos.
La pulcritud y el orden ganaron por goleada a la indignación y la bronca.
¿Qué pensar ante tanta sumisión al orden establecido? Cuatro
gritos fácilmente apagados. Ninguna organización importante aprovechando el
momento para manifestarse contra la inmundicia que ese orden esconde. Los
máximos representantes de un Estado que encubre negocios de armamento con los
países que financian a los terroristas manifestándose junto a la multitud que
rechaza el terrorismo y se solidariza con las víctimas. ¿Cabe mayor
desfachatez? Y tan solo una minoría fácilmente silenciada manifestando
indignación.
¿Es razonable esa conducta en esta sociedad catalana que
tantas quejas dice tener del gobierno español? ¿De veras cabe esperar algo
digno de un pueblo que tan pocas muestras de rebeldía da?
Muchas dudas nos deja ese ceremonial. La mansedumbre
nunca trajo consigo libertad. Siempre fue la rebeldía la que hizo menos
esclavos a los pueblos. Y a decir verdad, rebeldía estamos viendo muy poca ante
tanta sinvergüencería organizada. /PC
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