En los acontecimientos políticos, la bondad
y la maldad, por ser valores morales, cuentan poco.
Ha transcurrido un mes desde el uno de octubre (1-O),
fecha histórica en Cataluña que difícilmente se borrará de la memoria de
quienes la vivieron. La República Catalana ha sido proclamada por los políticos
independentistas. El Estado español ha reaccionado encarcelando a quienes la
proclamaron y encausando a los líderes de las organizaciones pro independencia.
Cataluña tiene suspendida su autonomía y está en manos del gobierno español.
Nada hace pensar que la proclamada República Catalana
tenga posibilidad alguna de convertirse en un estado independiente mínimamente
reconocido. Y no obstante, las dos grandes entidades bancarias catalanas han
trasladado su sede fuera de Cataluña, y también lo hacen numerosas empresas grandes
y no tan grandes. Las cadenas de TV catalanas y españolas siguen ocupadas por
el proceso independentista, pero no van más allá de lo puramente anecdótico. ¿Por
qué no van a la raíz del conflicto?
Cuando se trata de política suele ocurrir que por encima
de los derechos de los pueblos se habla de sus gobernantes, ya sea para señalar
la sinvergüencería con que actúan unos o para elogiar sus supuestas virtudes. No
queremos caer en eso, porque sabemos bien que ahí están las trampas. Pero ahora
en Cataluña hay dos contendientes en lucha y vamos a tratar de ver qué de bueno
y qué de malo nos trae esa pelea.
Vaya por delante que rechazamos las leyes impuestas por
la fuerza, como lo es la presente Constitución Española, fraguada a la muerte
del dictador por sus secuaces para seguir detentando el poder bajo una apariencia
de democracia. No entraremos pues a discutir legalidades sino estrategias y
conductas.
Desde el inicio de eso que llaman democracia, en 1978, la
derecha española gobernante no ha desperdiciado ocasión de hacer méritos para
despertar la ira del pueblo catalán. Incluso hay políticos que hacen del ataque
a Catalunya un arma electoral. El principal agravio al pueblo catalán es el incumplimiento
de las obligaciones presupuestarias que fija el estatuto de autonomía. Pero
entre las más recientes está el ninguneo que el gobierno presidido por Mariano
Rajoy ha hecho de las demandas de los políticos catalanes.
Las ofensas de los gobiernos españoles fueron
capitalizadas por Artur Mas, presidente entonces de la Generalitat de
Catalunya, para lanzar una campaña independentista que empezó en 2012 y todavía
sigue. Resultado de ella es la actual situación por las que atraviesan las
instituciones catalanas y algunos de sus políticos. La pregunta que nos viene a
la mente es si esta desgracia institucional y económica que estamos padeciendo
en Cataluña forma parte de la estrategia de Artur Mas y sus colaboradores, o si
ha sobrevenido por causa de su torpeza.
Empecemos por la segunda suposición. ¿Se han encontrado
los líderes independentistas catalanes con que habían puesto en marcha un
movimiento ciudadano que les ha sobrepasado y no lo han sabido o podido
detener? ¿Qué puede haber impedido al presidente Puigdemont disolver el
parlamento catalán y convocar elecciones autonómicas según prevé el estatuto de
autonomía para evitar la represión del Estado?
Si pasamos a la primera suposición, la de que esta
situación estaba buscada, debemos preguntarnos con qué objetivos y qué fin. ¿Es
el triunfo electoral de Artur Mas el objetivo primero de esta campaña
independentista? ¿Pretenden poner en evidencia la falsa democracia del Estado
español para así fomentar el independentismo? ¿Está inspirada su estrategia en el Alzamiento de Pascua
irlandés de 1916 pero sin armas ni muertos, solo con independentistas
encarcelados?
Reiteradamente nos hemos mostrado contrarios a toda clase
de opresión, sea personal o colectiva. Entendemos que los pueblos tienen
derecho a decidir democráticamente su destino. Sabemos que el Estado español no
respeta los más elementales derechos exigidos en el marco de la Unión Europea.
Pero la culpa de una parte no exculpa a la otra. Veamos. ¿Pensaron en algún
momento los líderes independentistas en los daños que ese alzamiento podía
comportar al pueblo catalán?
Lamentamos todo lo que está ocurriendo en Cataluña. La
revuelta independentista ha creado una brecha social que va a perdurar. Después
de más de medio siglo de vivir en paz gentes provenientes de diversos lugares
de España, ahora se enfrentan identidades patrias en el seno del pueblo. No
podemos sino censurar la conducta de los gobiernos causantes de ese gran daño
social, los cuales son, a nuestro
juicio, tanto el antidemocrático gobierno español como el catalán que ha
fomentado el independentismo.
Ni la intolerancia constitucional ni la división
independentista nos parecen caminos aceptables. El deber de todo gobernante es
velar por el bienestar del pueblo con base a los principios de libertad,
igualdad y solidaridad. Todo lo que se aparte de ellos merece ser rechazado.
Ningún pueblo que acepte otras vías va por buen camino. Por más que logre triunfos,
acabará a la larga cosechando derrotas, porque con su mal hacer habrá perdido
el mayor de sus valores: la dignidad humana. /PC
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