Eso es lo que decían los falangistas a los
jornaleros del campo cuando los iban a asesinar porque pedían el reparto de los
latifundios entre quienes trabajaban las tierras.
Ocurría por allá los años treinta. De esos crímenes no se
ha hablado en esta España controlada desde 1939 hasta el día de hoy por
herederos y cómplices de aquellos caciques asesinos. Se han silenciado todos sus
crímenes en tanto que se ha dado pábulo ininterrumpidamente a los “crímenes de
los rojos”, abominables como todo crimen, por más que esos fuesen en venganza
de siglos de inhumana opresión.
Durante años se rindió homenaje a los Caídos por Dios y
por España, que eran los combatientes del bando golpista, del que se alzó en
armas contra un gobierno surgido de las urnas, elegido por el pueblo. Según las
“buenas gentes” de derechas, esa elección del pueblo era contraria a los principios
que predicaba la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, según reza
su credo. Por eso había que derrocar aquella república y por eso había que
acabar con los rebeldes que osaban echar abajo tan sagrado orden. Eso era lo
que decían. Lo que no decían era que por encima de todo defendían sus
privilegios, que rechazaban la igualdad de derechos y deberes, que no era causa
justa alguna sino puro egoísmo lo que los movía a usar la violencia.
Aquella España cainita no murió, sino que viva y vestida
de lo que hoy llaman democracia sigue adorando la violencia. Así lo demuestra,
entre un sinfín de hechos más, la conmemoración de ancestrales “victorias” de
más de cinco siglos, puro genocidio donde los haya, en fechas como el fatídico
12 de Octubre, Día de la Raza años ha, Día de la Hispanidad luego. Con tal fin
se ha hecho una vez más acá en España el tradicional alarde militar con pompa y
gala, presidido por las máximas autoridades del Estado y sus allegados. Un
claro homenaje a la supremacía de la fuerza bruta expresado sin ninguna
vergüenza y sin ninguna autocrítica.
Esas gentes, gobernantes y gobernados, que se vanaglorian
de tan luctuosos hechos en esas fechas son las mismas que dan soporte a las actuales
políticas neoliberales que destruyen los logros sociales alcanzados tras siglos
de esfuerzo y trabajo. Sacrificio y lucha de gentes que a lo largo de años dedicaron
su vida a construir un mundo mejor para los desheredados, para esas capas de
población oprimidas por las fuerzas represivas y explotadas por la burguesía
dominante. Ese pueblo que aspiraba a ser libre fue aplastado por la codicia, el
odio y la mala sangre de aquella España ultraderechista que fue y que sigue
siendo.
Las pobres gentes que adoran el dinero que da bienestar
material, ni que sea a cambio de dar por buena la fuerza bruta y el sofisticado
engaño, siguen hoy como ayer poniéndose al lado de los opresores, de quienes no
sienten escrúpulo alguno en medrar robándole al desamparado pueblo hasta lo más
básico, como es casa, comida, asistencia médica y educación. Esas gentes, que
se dicen a sí mismas civilizadas, pueden incluso en muchos casos declararse fervientes
seguidoras del más ortodoxo catolicismo romano, como decían ser en aquellos
años de reivindicación obrera los asesinos que otorgaban parcelas de tierra de
dos metros de largo por setenta centímetros de ancho, o sea tumbas, a quienes reclamaban
justicia social.
Quienes hoy aceptan, cuando no apoyan con sus votos,
políticas neoliberales no son conscientes, ni parece que deseen serlo, de que
su posicionamiento político comporta la exclusión y la miseria para amplias
capas de la población menos favorecida. Obnubiladas sus mentes por las
pantallas de los televisores que permanentemente miran, no se dan cuenta de que
ese bombardeo audiovisual les impide observar la realidad y reflexionar sobre
ella.
Poco cabe esperar de quienes celebran los crímenes del
pasado, pero tampoco cabe esperar nada de quienes no los rechazan. Esa
indiferencia ante el crimen político, ante la exclusión social, ante la mentira
institucionalizada es el caldo de cultivo que nos trajo las presentes
desgracias y nos seguirá trayendo todas las venideras. /PC
Un bon article. Totalment d'acord!
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