No se arredra. No se mueve. No parece que hay nada capaz de causar espanto a ese pueblo español diezmado ideológicamente hace tres cuartos de siglo por una de las más sangrientas dictaduras de la Europa del siglo XX. ¿Será que inoculado el terror en lo más hondo de sus entrañas ha ido transmitiendo a las nuevas generaciones el temor a los cambios? Ni un millón de parados, ni la pobreza que avanza a pasos agigantados, ni la desfachatez de una clase política que no se molesta siquiera en esconder la poca vergüenza que la caracteriza hacen que parpadee la mayor parte de la población a la hora de emitir su voto.
Pasó el 26J, esa fecha que debía mostrar en las urnas una reflexión que el impase político de los anteriores comicios ameritaba, pero no sucedió apenas nada. El inmovilismo político sigue campando por sus anchas en esta España sin alma ni conciencia, sin principios sociales que muevan masas ni aun cuando el ahogo oligárquico asfixie a gran parte de la población. La pelota sigue en el tejado. Nada ha resuelto el nuevo escrutinio de deseos políticos del electorado. Nada va a cambiar acá por ahora. Ni el ejemplo de la clase obrera de la vecina Francia ni el hartazgo de la población del Reino Unido han hecho mella en la mente del rebaño que mansamente ha acudido a las urnas o ha dejado de ir a ellas.
Con gran júbilo se frota las manos la derecha española y con ella la europea. En esta Piel de Toro que las fuerzas conservadoras domesticaron a placer durante el pasado siglo, el abuso institucional sigue asegurado. Por lo menos en tanto que las pensiones de los abuelos contribuyan a paliar parte de las necesidades de su descendencia. Luego habrá que ver por dónde se decanta la masa no pensante. Habrá que ver si la indignación estalla ya de una vez o si puede más el temor y la estulticia que cimientan la prodigiosa indignidad de este pueblo que acepta sin inmutarse tanta mentira y tanta corruptela política.
No pasaron los tiempos que hicieron pensar a Machado que un español quería vivir y a vivir empezaba entre una España que moría y otra que sin terminar de despertar bostezaba. Hoy esa España apenas si empieza a desperezarse cómodamente tumbada sin ponerse de pie. Y no porque no haya gente que se mueva. No porque la totalidad de la población viva a modo de zombi, sino porque la inquietud de quienes se mueven no alcanza a despertar a los inertes.
La derecha mundial sabe bien como arremeter contra las poblaciones rebeldes. Sabe que estupidizando a las mayorías logra neutralizar cualquier esfuerzo humanizador que las escasas minorías pensantes puedan hacer. Y eso le sirve para pueblos como el español del presente y para buena parte de algunos que otrora fueron bravos en la defensa de sus derechos, por más que para estos últimos tenga que poner en juego a la vez otros recursos más contundentes. Pero y la izquierda, ¿qué es lo que sabe la izquierda? Nada, de momento no parece que sepa nada. Es como si le faltase encontrar un lenguaje con el cual dirigirse al pueblo, a esa masa de población no pensante que es la que siempre vota a favor de quienes más la perjudican.
Muchas son las hipótesis que ante la evidencia de esa gran incomunicación pueden llegar a formularse, pero en opinión de quien esto escribe, la partida la perdió la izquierda por vía afectiva. La gente pobre adora a los ricos y ansía tener acceso a cuanto ellos muestran como medios para alcanzar la felicidad. Tanto es así, que los logros materiales han paso a ocupar el primer plano en el orden axiológico, con desprecio de cualquier manifestación de felicidad que no venga del placer corporal o de la presunción de estar en el camino recto para llegar cuanto antes al paraíso terrenal que el sistema promete.
Se nos han metido en el bolsillo mediante el confort y la estética. Han logrado que la debilidad mental de los menos pensantes, que dicho sea de paso son las grandes mayorías, se quede boquiabierta de admiración ante el poder de los déspotas que tratan como a perros a quienes no se acercan a su altura. Han logrado que el pobre desprecie al pobre y adore al rico que lo esclaviza, al tiempo que sueña con ser él quien esclavice a quienes tenga alrededor. Han logrado deshumanizar a la humanidad entera y a fuerza de palos y regalos convertirla en rebaños de animales domésticos que aceptan las cargas que se les imponen, convencidas de que tras ellas llegarán las correspondientes gratificaciones.
La competitividad se ha instalado en el pensamiento colectivo del mundo “desarrollado”. Millones de personas tienen hoy día como principal objetivo el de alcanzar un empleo bien remunerado y, al igual que los perros con los que experimentaba Iván Pavlov, salivan copiosamente con tan solo pensarlo. No va a ser fácil que la gente descubra que esa es una forma de sutil esclavitud. Pero aun cuando llegasen a darse cuenta, faltaría todavía lograr que descubriesen el valor de la libertad y la amasen.
Ese es el gran reto que en nuestra opinión la izquierda tiene: lograr formas de vida que enamoren al pueblo más de lo que lo enamoran las melifluas carantoñas del consumismo capitalista. Ánimo pues, militantes del alma, porque en el campo de lo inmaterial se juega la batalla. /PC
Lo acabo de leer. Es buen texto. Lo he copiado y mañana se publicará en el blog perroflatasdelmundo; constando tu autoría y el enlace quí. Gracias: PAQUITA
ResponderEliminarGracias.
EliminarMuy bueno.
ResponderEliminar"Para colonizar las conciencias hay que suprimirlas, vaciarlas de pasado.Matar la memoria " - Galeano -
Tal cual.
EliminarLo han hecho y han triunfado.
El franquisme no és residual. És ben viu.
ResponderEliminarSí, senyor. És ben viu.
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