Hace años, cuando todavía pensaba que los cristianos
podían cambiar el mundo, imaginé una huelga de la feligresía católica que
consistía en negarse a entrar en los templos en tanto la Iglesia Católica
Romana en peso, con su jerarquía al frente, no encabezase acciones directas
contra quienes causan la pobreza en el mundo. Imaginaba piquetes de fieles
concienciados frente a los templos, con pancartas y carteles que explicasen sus
reclamos, interpelando a quienes pretendían entrar para participar en rezos y
liturgias. Una huelga indefinida, como debe ser toda huelga que se precie y de
verdad quiera obtener la victoria. Eso y más cosas me han venido a la cabeza
después de leer lo que Claude Lacaille cuenta de sus años de compartir la lucha
de los pobres en América Latina.
Lo primero que me trajo a la memoria esa fantasía
piquetera que recuerdo fue su “Carta Abierta al Cardenal Ratzinger” que ya en
su día leí. En ella prescinde de protocolos y jerarquías y tratándole de
hermano en la fe cristiana le señala la obligación que ambos tienen de ponerse
al lado de los desposeídos como se puso el Jesús de los evangelios, tras lo
cual le reclama respeto por quienes abrazaron la teología de la liberación y la
opción por los pobres.
Nunca llegué a escribir aquella fantasía porque además de
parecerme una idea poco menos que esperpéntica pensé que produciría un efecto
contrario a lo que yo me proponía, que era movilizar la conciencia de ese
catolicismo tibio que Lacaille señala en su libro y avala con una cita de San
Pablo. Por eso y porque pensé que reforzaría el rechazo de la religión a los no
creyentes, algo que tampoco nos lleva a parte alguna. Pero sí que me acerqué a
ese tema en una serie de escritos que tenían como lugar común “orar en tierra
de nadie”, en los cuales señalaba la poca diferencia que observaba entre la
forma de vida de las personas creyentes y las que no lo eran. En ellos yo exponía
mi honda convicción de que no es cristiano ese catolicismo que me rodea y me ha
rodeado siempre. Que no lo es porque enciende “una vela a Dios y otra al diablo”,
algo que el mismo Jesús del evangelio condena claramente. Las personas
católicas de mi entorno, con sus clericales pastores al frente, aman como quien
más al poder y al dinero, con lo cual dan callado soporte a ese capitalismo
atroz que causa miseria y sufrimiento y destruye a la humanidad entera.
También me transportó a mis años mozos la referencia que
hace de la encíclica de Pablo VI en la cual prohíbe el uso de anticonceptivos a
los fieles católicos, que acá ya era preceptivo en tiempos de Pío XII aunque no
hubiese una proclama pontificia que así lo dijera. ¡Cuántas buenas almas
piadosas tuvieron hondos sentimientos de culpa por causa de la intromisión de
la moral católica en su lecho matrimonial! ¡Qué lejos del pueblo ha estado
siempre la Iglesia Católica Romana!
Más adelante, cuando expone el silencio de la jerarquía
eclesiástica chilena ante el sangrante atropello que perpetraban los militares
contra el pueblo, en contraste con las comunidades de base que se unían a la
resistencia, recordé la connivencia de las autoridades eclesiásticas españolas
con la dictadura fascista del golpista general Franco, responsable de miles de
asesinatos, no tan solo por haberse alzado en armas contra un régimen
republicano legalmente establecido sino por la limpieza ideológica que ordenó tras
su victoria, con más de 120.000 fusilados, lo cual lo sitúa justo detrás de
Hitler y Stalin entre los genocidas de la Europa del siglo XX.
Son muchas las calamidades vividas que me ha traído a la
memoria la lectura de ese libro. Desgracias que han marcado la vida de millones
de personas en mi país y muchas en mi entorno. Pero lo que más me ha impactado
de esta narración es el contraste entre la valentía de aquel pueblo que se
rebelaba contra la criminal injusticia que padecía y la mansedumbre que se
respiró durante años acá en la España de posguerra, la cual se ha prolongado
hasta alcanzar nuestros días.
Actualmente tanto acá en Europa como en América Latina el
capitalismo neoliberal está atacando con una crudeza impresionante. No se vale
de los militares, como en el siglo pasado, sino del control del pensamiento
colectivo a través de los medios de comunicación. A partir de ahí, políticos y
jueces custodiados por fuerzas policiales imponen leyes esclavizantes.
Precariedad de vida por causa del desempleo programado y el robo de impuestos que
hacen los gobiernos, acompañado de golpes blandos en América Latina. Esos son
los procedimientos de que se valen las clases dominantes para afianzar su
estatus en este siglo XXI.
La pregunta que cabe hacerse es: ¿reaccionarán los
pueblos de Europa y América Latina y se opondrán a esta brutal agresión del
capitalismo? Queremos pensar que sí, porque tenemos la firme convicción de que el
mundo se mantiene en pie gracias a la lucha de quienes no se rinden, de quienes
día a día se oponen a la codicia de los poderosos en los muchos frentes que
frenan sus embestidas.
No quiero terminar sin aplaudir de corazón a todos los
pueblos que han luchado y luchan contra la opresión, así como a las personas de
quienes tengo noticia que esas luchas han compartido. Entre ellas está Claude
Lacaille, que cierra las páginas de su libro con esos versos de Violeta Parra
que dicen “gracias a la vida, que me ha dado tanto”.
De verdad puede darlas. Lean su libro y saquen conclusiones.
/PC
* Claude Lacaille, Les Éditions Novalis inc 2014. ISBN 978-2-89688-050-8
PUBLICADO EN:
https://ecupres.wordpress.com/2016/05/26/tras-leer-el-libro-de-claude-lacaille-en-mision-dans-la-tourmente-des-dictatures/
* Claude Lacaille, Les Éditions Novalis inc 2014. ISBN 978-2-89688-050-8
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https://ecupres.wordpress.com/2016/05/26/tras-leer-el-libro-de-claude-lacaille-en-mision-dans-la-tourmente-des-dictatures/
Excelente análisis.
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