El conflicto hispano catalán se recrudece. El juez Pablo
Llarena ha hecho ingresar en prisión a Carme Forcadell, Dolors Bassa, Jordi
Turull, Raül Romeva y Josep Rull. Con Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Jordi
Cuixart y Jordi Sánchez son nueve ya los políticos catalanes que el Estado
español tiene retenidos en prisión preventiva. También ha cursado una orden de
detención internacional contra Puigdemont, Marta Rovira y otros cuatro huidos,
por la cual ha sido detenido Puigdemont en Alemania.
No hay lugar a duda alguna respecto a la afinidad
ideológica de quienes ejercen el poder hoy día en el Estado español con la de
quienes protagonizaron los años de dictadura. Al igual que en aquellos tiempos,
el poder judicial actúa de acuerdo con el poder político. La represión es
total. Los derechos humanos garantizados por la Constitución no cuentan en
absoluto para quienes gobiernan y enjuician.
La escandalosa actuación de la cúpula judicial española
ha movilizado a gran parte de la población catalana y ha llegado hasta el Grupo
de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas. A día de hoy ha
habido grandes manifestaciones en diversas poblaciones de Cataluña y en Barcelona
se han producido enfrentamientos con la policía en los que han resultado heridos
varios manifestantes.
La conducta de los poderes estatales nos ha devuelto a
los viejos tiempos de la dictadura, cuando legisladores, gobernantes y jueces
respondían a los intereses de los poderes fácticos y actuaban conforme a una
única ideología, sin respeto alguno por los derechos humanos. Eso hace que al
igual que en aquellos tristes tiempos de lucha política, más allá de personales
ideologías y de objetivos políticos, el pueblo se una en el rechazo a la
brutalidad estatal.
El desafecto hacia el Estado español sobrepasa ya al afán
de independencia y alcanza a gran parte de la población catalana, sea o no
independentista. El rechazo a la razón de la fuerza, único argumento que ampara
la conducta represiva de los políticos y jueces que actúan contra los
independentistas catalanes, es un rechazo a todas las imposiciones antisociales
de esos paladines de las clases privilegiadas que desde remotos tiempos oprimen
a los pueblos de España, catalán incluido. El alma del pueblo despierta de su
letargo ante los manifiestos abusos de poder de quienes gobiernan.
No esperaba tanto la derecha catalana que puso en marcha
el proceso independentista para silenciar las voces de los indignados que protestaban
por la política neoliberal del gobierno. Su objetivo no era la independencia de
Cataluña, según proclamaban, sino su permanencia en el poder. Mintieron
cínicamente, pero cometieron el gran error de subestimar al pueblo. Pensaron
que lo podrían manejar, que podrían detener las protestas en el momento que les
conviniera. Creían tener en sus manos las bridas de un castrado jamelgo, pero
se encontraron con un indómito pura sangre.
El independentismo catalán no es distinto de los demás
independentismos. Tiene como origen el secular abuso del Estado español sobre
el pueblo catalán y se manifiesta y actúa de la misma forma que todos los
independentismos, con odio hacia el Estado opresor. Sabemos que ese odio está
más que justificado, pero no podemos apostar por él porque no creemos que pueda
ser fuente de paz. Las acciones de los independentistas catalanes provocan
reacciones de los poderes estatales que evidencian la tiranía de su talante
político, pero difícilmente servirán para menguarla y aun puede ser que la
refuercen. No en vano un estado es una institución de poder.
El pueblo catalán ha apostado por la protesta. Sale a la
calle, alza la voz y pone el cuerpo. El gobierno español opta por la violencia
policial y jurídica. Palo y cárcel para los insurrectos. Quieren someternos,
quieren destruir nuestra capacidad de protestar. No admiten otra ley que la que
ellos imponen. Actúan como sus predecesores, los gobernantes de la dictadura
presidida por Franco. Mal camino para la paz. El pueblo catalán tiene una larga
historia de luchas y revueltas y no se rendirá.
Tal vez la brutal represión estatal logre acallar las
protestas. Quizá consiga una tregua, como la que logró la dictadura. Pero
difícilmente logrará la sumisión que se propone. Será el afán de independencia,
o el de justicia social, pero tarde o temprano los opresores serán víctimas de
sus propias acciones. La vía de la violencia no es camino de vida para nadie,
ni para quienes teniendo la razón de la fuerza la ejercen. /PC
PUBLICADO EN ECUPRES
https://ecupres.wordpress.com/2018/03/26/sigue-y-crece-la-represion-estatal-sobre-cataluna/
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