sábado, 21 de diciembre de 2013

Navidad en tiempo de guerra

Ni paz ni tregua navideña sino guerra sin cuartel en todo el planeta Tierra es lo que el mundo rico le ofrece al pobre en esta Navidad que ahora celebra la civilización que se autodenomina cristiana.


No doblan las campanas anunciando el recomienzo de la vida y la simbólica celebración que de él hace la civilización cristiana. No resuenan en la bóveda celeste cantos de gloria entonados por angelicales criaturas. No hay paz en la tierra para los hombres de buena voluntad sino sufrimiento y miseria, una miseria decretada por los ricos epulones que mandan redoblar cada vez con más fuerza los tambores de la guerra. Una guerra cruel como todas las que la bestia humana ha desencadenado siempre para satisfacer su codicia y su soberbia. Una guerra que diezma poblaciones y arrasa tierras dejándolas estériles y desiertas. Una guerra que ahora nos alcanza.

En su ambición desmesurada se disputan los ricos hasta el más insignificante rincón de la superficie de la tierra. Todo les vale, a sí sean desiertos o glaciales o helados mares, pues todo es susceptible de negocio en esa loca confusión que han hecho entre el valor y el precio. Todo puede ser convertido en herramienta de poder sobre el adversario, otro grupo de necios competidores destructores de cuanto de humano tenemos en el alma y vertemos en la tierra. Locos todos ellos, cortan la rama de la que pendemos todos, incluso ellos. Cuando la rama caiga se acabará todo para todos.

El mundo rico ha decretado la guerra al mundo pobre de forma clara, sin ambages, sin sibilinas sutilidades. No le basta ya con ganar dinero a espuertas sino que quiere más. Quiere tener al pobre sometido, esclavo... Sabe bien que los pobres se durmieron en sus laureles y confundiéndose tomaron a los amos por amigos, por iguales... ¡Necios! El rico es rico porque roba a los pobres, no porque los ame y comparta con ellos sus riquezas.

Un complaciente bienestar nos indujo a pensar que ya no éramos pobres, que el mundo era nuestro por derecho natural y que ese derecho nos bastaba para andar descuidados por la vida. Descuidamos nuestro deber de asociarnos para defender cuanto teníamos. Fuimos tan estúpidos que dejamos nuestro futuro y el de nuestro pueblo en manos de los políticos profesionales. Ni de lejos nos pasó por la cabeza que los políticos podían venderse a los banqueros. ¡Bobos! Ahora estamos pagando todos esos descuidos.

Llegamos a creer que gozar de un confort semejante al de los ricos nos hacía ya ricos. ¡Borricos es lo que nos ha hecho ese espejismo! Hemos perdido la conciencia de clase. Hemos creído que ya no éramos obreros porque nuestro nivel de conocimientos nos permitía ocupar cargos medios y aun altos en las empresas de los ricos. Nunca nos paramos a pensar que por más cualificados que estuviésemos no éramos más que obreros. Obreros fácilmente sustituibles, que podíamos quedarnos sin trabajo, bien por despido o bien por cierre de la empresa o bien por lo que fuera. Nos olvidamos de que obrero es quien a cambio de un sueldo renuncia a la plusvalía de su trabajo y acepta que esta pase a manos privadas, que se la quede el amo y que haga con ella lo que le plazca.

Hoy la realidad nos invita a abrir los ojos. No es una invitación amable la suya sino preñada de violencia. Millones de desempleados, muchos de ellos sin perspectiva alguna de poder volver a trabajar en un mercado laboral donde cada día sobra más gente. Familias enteras sin vivienda, desahuciadas por la codicia de los bancos que con la complicidad de los gobiernos de turno les hicieron unos prestamos hipotecarios en condiciones de usura. Miseria para una gran parte de la población mientras las minorías insolidarias colaboran con los estafadores. Leyes cada día más injustas aplicadas por un poder judicial plenamente situado al lado de los políticos corruptos. La desvergüenza más escandalosa campa por sus anchas en el panorama político internacional sin que haya organismo capaz de ponerle freno. ¿Vamos a resignarnos? ¿Vamos a padecer todos esos atropellos sin ofrecer resistencia?

Solo hay una forma de pararle los pies a la fiera capitalista y esta pasa por organizarnos. Quienes están arriba tienen la fuerza; quienes estamos abajo hemos de tener la inteligencia, la solidaridad, el tesón y el coraje suficiente. Es hora de ponernos en pie, de organizarnos, de agruparnos, de unirnos con nuestros iguales, con quienes nos sintamos más identificados para plantarle cara a tanto criminal disfrazado de político. Nadie puede hacer nada en solitario. ¡Nadie! No hay más que dos opciones: unirnos y luchar o rendirnos y dejar que nos devoren. No hay más.

No es tiempo de inocentes villancicos esta Navidad 2013 sino de escuchar el clamor del pueblo desposeído y unirse a él. Es tiempo de abrir los ojos y llenarse el corazón con el espíritu rebelde de ese Jesús valeroso que los evangelios dicen que fue, arquetipo de luchador incansable, fiel a sus ideas hasta el mismísimo final. Ojalá que su espíritu impregne a todo el orbe cristiano, creyente y no creyente. Ojalá que nos llene el alma y nos una en un esfuerzo común contra la codicia, contra la injusticia, contra el crimen organizado, y nos dé el coraje necesario para poner en el primer plano de la vida la dignidad del ser humano. /PC

http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/76607-navidad-en-tiempo-de-guerra.html

http://ecupres.wordpress.com/2013/12/23/navidad-en-tiempo-de-guerra/

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