jueves, 2 de mayo de 2013

Pastores de la grey

“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo…” (Eclesiastés 3,1)


Ahora es tiempo de esperanza en el mundo católico romano, muy en especial en el de América Latina, por el advenimiento de un argentino a la sede de Pedro. Es presumible que quienes festejan con gozo ese acontecimiento esperen de él que acabe con esa sarta de escándalos que de un tiempo acá avergüenzan a una buena parte de la población católica del mundo entero. Si esa esperanza tiene algún fundamente o si es puro deseo, ya se verá.

Una lectura atenta de la historia del papado da argumentos más que suficientes para la duda, pues en ella encontramos papas como Urbano II, quien promulgó la primera cruzada, una guerra santa, bajo el signo de la cruz victoriosa. Y como Inocencio III, quien en 1202 proclamó la cuarta cruzada, fruto de la cual fue la conquista de Constantinopla y los tres días de saqueo que le siguieron, y quien más tarde, en 1215, proclamó la gran cruzada de exterminio contra los albigenses.

Encontramos también a Inocencio IV, que autorizó a la Inquisición dar permiso a las autoridades seculares para arrancar confesiones de herejía mediante la tortura. En fin, la lista de quienes ejerciendo la máxima autoridad en la Iglesia Católica Romana han sido motivo de vergüenza es escandalosamente larga. Tan larga, que motivos hay para la duda cada vez que se inaugura un nuevo pontificado.

Quienes tenemos ya alguna edad y miramos con ojos críticos cuanto acontece en nuestro tiempo, no necesitamos echar mano de la historia para encontrar papas cuya conducta nos parece a todas luces más que reprobable. Nos basta con recordar lo que sabemos de Pío XII, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

De Pío XII sabemos que firmó un concordato con Hitler y que dio soporte a los regímenes fascistas de Italia, Portugal y España. Que no protestó contra las leyes xenófobas de Núremberg (1935), ni contra el ataque italiano contra Etiopia y Albania en 1939, ni contra el comienzo de la Segunda Guerra Mundial por parte de los nazis en ese mismo año. Qué guardó silencio sobre el holocausto perpetrado por los nazis. Que bendijo el golpe militar fascista contra el legítimo gobierno de la República y la criminal limpieza ideológica que hizo Franco tras su triunfo armado.

De Juan Pablo II conocemos que heredó el celo anticomunista de su antecesor Pío XII, lo cual le llevó a bendecir la empresa privada y el libre mercado y a pactar con Ronald Reagan el fin de la Teología de la Liberación que amenazaba los intereses de EEUU en América Latina. Mientras él reprendía públicamente a Ernesto Cardenal, los dictadores militares que gozaban de su bendición asesinaban a curas, monjas y civiles que luchaban por un mundo más justo y más humano.

Sabemos que dio especial soporte a instituciones altamente reaccionarias, como el Opus Dei, de quienes canonizó a su fundador. Que bendijo a los Legionarios de Cristo, fundados por Marcial Maciel, quien se ha hecho tristemente famoso por su escandalosa inmoralidad. Que también bendijo a los neocatecumenales de Kico Argüello, que no se distinguen precisamente por su pensamiento progresista. Y que, a fin de dejar asegurada su sucesión en la más absoluta línea reaccionaria nombró un gran número de cardenales de ideología totalmente derechista.

Su sucesión recayó en el cardenal Ratzinger, máximo responsable de la “Congregación Para la Doctrina de la Fe” (Inquisición) desde 1981, quien en el ejercicio de ese cargo reprimió con mano dura a cuantos teólogos y curas osaron cuestionar la doctrina católico-romana, entre ellos a Hans Küng y Leonardo Boff.

Elegido papa en 2005, con el nombre de Benedicto XVI siguió el camino involucionista de su antecesor, llevando a la Iglesia por los caminos del autoritarismo y cada vez más alejados del Concilio Vaticano II. Su gran afán de poder y de protagonismo lo llevó a recrearse de lleno en el mundo de los poderosos, hasta el punto de celebrar su 80 aniversario en la Casa Blanca, en compañía del belicoso George W. Bush. Durante su mandato han salido a la luz numerosos escándalos que bien pueden haber sido la principal causa de su renuncia al pontificado.

Paradójico o si más no contradictorio, resulta pensar que una Iglesia que predica al Jesús de Nazaret como ejemplo de humildad y sacrificio haya tenido papas tan soberbios y amantes del poder como los referidos. Más todavía pensar que hayan sido elegidos por inspiración del Espíritu Santo. Suena casi a traición. Parece como si esa Tercera Persona Divina del Dios Uno y Trino estuviese ensayando el perfil del Anticristo.

En el presente, a Benedicto XVI le sucede el cardenal argentino Bergoglio, quien en una seductora proclama de humildad cambia su nombre por el de Francisco. Pese a que su pasado clerical ofrece serias dudas, la mayor parte de la Iglesia Católica Romana Latinoamericana se muestra orgullosa de él y manifiesta su esperanza de que haga grandes cambios.

Los gestos de cara a la galería que ha empezado a hacer parece que quieran dar la razón a sus fieles seguidores. Pero recordando lo que hemos señalado de sus predecesores nos asalta la duda. Nos preguntamos si esas muestras de humildad son sinceras o si son mero fingimiento. Si al igual que ellos, no va a predicarle humildad al pueblo y obrar en connivencia con los poderosos.

No vamos a aventurar profecías sino a darle tiempo al tiempo. Iremos observando y ya se irá viendo. De momento vemos que tomó entre sus asesores al filogolpista cardenal Óscar Rodríguez Madariaga (*), lo cual no nos parece buen augurio. Pero no nos precipitemos; ya se verá. “Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo…”

 (*) Acerca de Rodríguez Madariaga:

 http://www.redescristianas.net/2009/08/11/cardenal-arzobispo-de-tegucigalpa-oscar-rodriguez-maradiaga-%C2%AByo-soy-el-primero-en-rechazar-el-golpe-de-estado%C2%BB/

 http://www.redescristianas.net/2009/08/21/mis-pastores-nos-e-ocupan-de-mi-rebanose-apacientan-ellos-mismosgabriel-sanchez-montevideo-uruguay/
 
ECUPRES SN 0022/13 

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