domingo, 5 de diciembre de 2004

Religión y política, hogaño como antaño

El nacionalcatolicismo ataca de nuevo. Si alguien piensa que la Guerra Civil Española es ya historia, se equivoca. Los herederos políticos y religiosos de la época franquista siguen al pie del cañón defendiendo sin tregua sus posiciones y urdiendo estrategias de todo tipo para dominar la situación.


Es noticia constante en los medios la lucha encarnizada que están desplegando los obispos españoles por la consecución del poder. De la mano o del brazo, vete a saber, de los representantes políticos de la ideología franquista no paran de arremeter sin escrúpulos ni vergüenza contra el gobierno que el pueblo ha elegido. Y como ya era de esperar según la conducta que han venido mostrando los neofranquistas durante el tiempo que han ostentado el poder, el cinismo y la falta de vergüenza rigen todas y cada una de las acciones que llevan a cabo tanto unos como otros. Reclamar para sí los derechos que ellos nunca respetaron es la primera manifestación de indecoro que cualquiera puede ostentar. Negar lo evidente es ya el colmo.

Con todo, esa clara manifestación de desvergüenza no es obstáculo para que casi la mitad de los votantes españoles den soporte a políticos con ese proceder, del mismo modo que la conducta oportunista y arrogante de los representantes oficiales de la Santa Madre Iglesia Católica tampoco parece ser obstáculo para que haya todavía en el Estado Español una cantidad importante de católicos que los siguen considerando sus pastores espirituales. Entre unos y otros sumaron 9.300.000 votos, y esa es una cantidad muy a tener en cuenta a la hora de hacerse una idea de cual es la conciencia del pueblo español y la capacidad de convivencia que han alcanzado los descendientes de quienes tras ganar la guerra impusieron su voluntad en todo el estado sin reparar en medios ni respetar lo más mínimo los derechos humanos.

Afortunadamente, ni todos los votantes de derechas son unos sinvergüenzas ni todas la personas religiosas merecen la misma consideración que quienes componen la jerarquía eclesiástica. Y si bien entre los políticos de derechas no suele haber mayores divergencias que las que conllevan las luchas internas por el poder, entre los eclesiásticos la mayoría de las disensiones lo son por razones de conciencia, lo cual no deja de ser importante.

Quienes se interesan por esa manifiesta disensión de una buena parte de la Iglesia española han tenido últimamente ocasión de ver en la prensa corriente escritos de cualificados miembros suyos reclamando a los obispos españoles una actitud menos política, menos interesada y más acorde con el Evangelio. Y quienes seguimos de cerca la opinión de una buena parte de esa Iglesia disidente y disconforme con su jerarquía confesional venimos recibiendo casi a diario sobradas muestras de desaprobación de la conducta de sus representantes oficiales y discrepancia con sus constantes declaraciones.

En opinión de quien esto escribe, no se debe colgar etiquetas a la gente calificándolos como de derechas, de izquierdas, religiosa, anticlerical, etc., ya que ello conlleva muchas posibilidades de errar. Por más que nos duela, la convivencia exige discernimiento, y éste, la reflexión y el diálogo. Claro que quien esto lea pensará con razón que cualquier diálogo es cosa de dos, de modo que no se dialoga si uno de los dos no quiere. Cierto. Por eso pensamos que la única posibilidad que tenemos para poder avanzar por el camino de la concordia está en la educación.

Pero no es cediendo a las exigencias de quienes solamente buscan su propio bien como se va a conseguir la paz, sino actuando con rectitud y firmeza de acuerdo con principios básicos de humanidad. El gobierno actual tiene la responsabilidad de tomar todas las medidas necesarias para conseguir un importante incremento del nivel humano medio ya que ésa es la única posibilidad de encontrar el camino del diálogo. Y qué duda cabe de que la principal herramienta de que dispone es el sistema educativo, empezando por las tres etapas básicas de educación infantil, primaria y secundaria. Librarlo de partidismos malsanos es el primer deber que tiene que cumplir; y  hacer que el eje de todo el proceso educativo sea la convivencia y a la sostenibilidad del planeta es la única forma de conseguir una nueva sensibilidad en las conciencias de toda la población en un futuro no demasiado lejano. ¿De qué nos sirve sino seguir apostando por la superioridad técnica si esta no va a estar luego al servicio del bien común, la convivencia y por supuesto la supervivencia? Ya va siendo hora de poner lo importante en el primer lugar.

kaosenlared.net 5.12.2004

http://old.kaosenlared.net/noticia/religion-politica-hogano-como-antano

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