Tras el triunfalismo del 9N llega la hora de
la verdad. Ya no basta con declararse independentista sino que la realidad
social del país exige a cada partido dejar bien clara la ideología que esconde
bajo la bandera estrellada.
Con 2014 se desvanece el sueño de alcanzar de repente la
independencia patria. Las maravillosas elecciones plebiscitarias que nos tenían
que llevar indefectiblemente a la creación del tan deseado Estado Catalán no se
presentan tan idílicas como nos decían. Nuevos actores políticos han entrado en
escena y ponen de relieve de manera inequívoca la presencia de la parte de
pueblo catalán que el sueño independentista ignoraba.
A los políticos catalanes no les queda otra sino asumir
la realidad del propio país. La tierra catalana está poblada hoy por gente muy
diversa procedente de otras tierras. Para la mayor parte de esta gente hay
cosas más importantes que la independencia de Cataluña, algunas de las cuales
pueden ser incluso contrarias a este noble y muy legítimo deseo del pueblo
catalán. Necesitamos tener presente esta gente porque en caso de plebiscito
será la que decidirá el destino de nuestro país.
No es sensato ignorar las lecciones de la historia. Y la
historia nos dice que todos los proyectos políticos que han ignorado al pueblo
han fracasado. Sin ir más lejos ni en el espacio ni en el tiempo encontramos la
caída de la II República Española, que ignoró e incluso combatió a su propio
pueblo en vez de combatir a los fascistas que se le sublevaban.
Con todo el avance ideológico que la II República
comportaba, no dejaba de ser una República burguesa, clasista, capitalista. Los
ricos por encima de los pobres. Los dueños por encima de los trabajadores.
Ninguna igualdad ni fraternidad ni ningún tipo de libertad que pusiera en
peligro los intereses de las clases privilegiadas. Todo el mundo en el lugar de
siempre. Los de abajo, abajo; los de arriba, arriba. Orden y autoridad en
primer lugar. Después ya hablaremos. Bueno, hablaremos si a quien manda le
conviene.
Aquella república no era revolucionaria. Se inspiraba en
Los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamados en 1789 por la Asamblea
Nacional Constituyente Francesa, lo que ya era un gran paso, pero se quedaba a
medio camino de los Derechos Humanos. Las clases humildes quedaban bajo el
arbitrio de las privilegiadas. El pueblo seguía clamando justicia, y la fuerza
del Estado lo ignoraba cuando no lo reprimía.
Pero un pueblo es mucho más que un estado. El estado es
el poder pero el pueblo es la vida. Y no hay ninguna esclavitud que perdure
allí donde hay vida. Para acabar con un pueblo hay que exterminarlo, ya sea
matando a toda su gente o disgregándola de manera que llegue a perder la
memoria. Pero si el pueblo está vivo acabará existiendo y quizás llegue a
imponerse.
El pueblo catalán es un ejemplo de esa tozudez. Siglos lleva
España oprimiéndolo y aún mantiene vivo el afán de independencia. ¿Podrá algún
día lograrla? Quizás sí si es consciente de su propia realidad social y actua
en consecuencia. Pero será muy difícil y quizá imposible si no sale de su
burbuja sentimental, ese tipo de ceguera que le deja ver su realidad social.
Según nos muestran el 11S y el 9N pasados, más de la
mitad de la población no ha dado muestras de estar por la independencia. Y si
bien se mira, no tiene ningún motivo de orden sentimental para independizarse
de España. Difícilmente, pues, votarán a favor de la independencia en caso de
referéndum si no se les da algún motivo importante para hacerlo. ¿Y qué motivos
se les han dado hasta ahora? Se les ha dicho que cuando España no nos expolie
seremos ricos. Quizá pero, ¿quién será más rico? Es una promesa demasiado
ambigua. La gente está harta de ver como el dinero va a parar siempre a las
mismas manos
A lo largo de toda la campaña que se viene haciendo en
los dos últimos años, casi no se ha dicho nada que pueda motivar seriamente a
esa población indiferente a nuestra independencia. No se ha hecho ninguna
crítica seria a las políticas del gobierno de CiU, a los recortes, al
empobrecimiento del país y la repercusión que ello tiene sobre las capas más
desfavorecidas de la población. Y si se ha hecho alguna crítica, no se ha hecho
de manera que llegue al pueblo. ¿Por qué no se está haciendo esto? ¿Por el
pacto entre el gobierno y la oposición, tal vez? ¿O quizá porque la oposición
ni siquiera se plantea hacer un país mucho más justo e igualitario que el
actual? Sea como sea loa razón, ese silencio es contraproducente. Para animar a
la población de origen forastero hay que presentar argumentos convincentes.
Debemos ser muy conscientes de que, lo queramos o no,
necesitamos la colaboración del pueblo catalán de origen español. Necesitamos
que tengan algún motivo que les haga independentistas. No basta con llenar de
banderas el pueblo o el barrio donde vivimos. Hay que ver cuáles son las
necesidades reales de la gente y presentar propuestas políticas adecuadas. A
quién no le llega el sueldo hasta fin de mes le da igual quien gobierne si las
decisiones que se toman siguen estrangulando los de abajo en beneficio de los
de arriba.
En opinión de quien esto escribe, los partidos y las
organizaciones civiles que ahora se afanan por la independencia deberían poner
en el primer plano de su discurso los problemas que hoy sufre el pueblo de Cataluña.
Deberían poner ante todo la esperanza de una mayor justicia social. Es evidente
que el partido que hoy gobierna no lo puede hacer porque su línea ideológica es
netamente neoliberal y contraria por tanto a este afán de justicia social que
debería ser el motor principal del independentismo. Pero los otros partidos
independentistas sí que debieran jugar esta carta. Y bien fuerte que debieran
jugar, en vez de dar soporte a los recortes del gobierno como hacen.
Los independentistas catalanes no estamos ofreciendo nada
que anime el pueblo catalán de origen español. Priorizando la independencia se
están dejando de lado las necesidades más básicas de la mayor parte de la
población, tales como el derecho a tener una vivienda digna y un sueldo que
permita vivir dignamente. No está bien lo que ahora se hace. Al amparo de la bandera
estrellada se está ignorando a más de la mitad del pueblo catalán, y eso el independentismo
lo pagará caro, porque la independencia de Cataluña no será posible mientras no
la quiera la mayor parte de su población. / PC
Original en
catalán:
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