Un digno reconocimiento de la Nación Argentina a quienes se comprometieron en favor de la II República Española.
Abril,
primavera en el hemisferio boreal. Canto a la Vida que se manifiesta con
esplendor en la naturaleza y en los acontecimientos que en estas fechas se
conmemoran e invitan a reflexionar. Gestas heroicas surgidas de la fe, del amor y de la esperanza que la vida conlleva. Acciones
inusuales que a simple vista pueden parecer síntomas de locura. Porque locura
es la vida misma, como bien señaló allá por el año 1509 Erasmo De Rotterdam en
su Elogio de la locura.
Locura es lanzarse a vivir sin recelo la utopía que late en lo hondo del alma.
Locura es poner el espíritu por delante de la carne. Locura es anteponer el bien
común al beneficio propio. Nadie con un ápice de sentido común
actúa de tal modo. Nadie, a menos que en su mente prevalezca la idea de que la dignidad humana es el valor supremo.
Una de
las gestas que este mes de abril hemos conmemorado es la proclamación de la II
República Española, un bienintencionado aunque mal realizado proyecto que
pretendía poner en el primer plano del poder legislativo los valores que nos
hacen crecer humanamente. Un proyecto que en la mayor parte de los escasos ocho
años que duró estuvo controlado por gente “sensata”, esa que por encima de todo
vela por su propio beneficio y a tal fin somete cuanto hace. Esa que repudia
cualquier alteración del orden en que se asienta el bienestar de las clases
privilegiadas, basado las más de las veces (casi podríamos decir todas) en la
desigualdad y en las injusticias que la causan.
Aquella
república, que no tuvo nada de loca sino que mostró de forma clara su
ignorancia de que es la dignidad humana de los oprimidos lo que merece ser defendida, creó no obstante expectativas
suficientes como para entusiasmar a una ingente multitud de locos y locas que por
ella se jugaron la vida cuando las fuerzas reaccionarias del Estado y gran
parte de la población se le echaron encima.
Brigadistas
locos, venidos de diversas partes del mundo. Hombres locos y mujeres locas que
se mantuvieron firmes en el frente y en la retaguardia ante los envites de las
fuerzas fascistas que pretendían imponer su voluntad mediante la guerra y toda
clase de violencia. Locos y locas que siguieron luchando en la clandestinidad
cuando la miseria espiritual de los golpistas se había enseñoreado ya del
Estado español y sometía a tortura a quienes se les opusieran.
Tantos
locos y locas hubo que ni aun ganando la guerra pudieron los fascistas acabar
con la bendita locura que albergaban sus almas. El mayor genocidio de Europa
tras los de Hitler y Stalin no bastó para ello. Más de 120.000 hombres y
mujeres con espíritu republicano fueron asesinados al final de la guerra. A
esas muertes hay que añadir las desgracias personales que gentes de todo orden
sufrieron en manos de los represores. Cárcel, marginación, destierro, exilio… Y
aun así, no pudieron extirpar de sus mentes el sentido de la dignidad humana.
España no
tiene, por desgracia, la exclusiva de la represión y la barbarie. Pero por
suerte tampoco la tiene de la lucha en pro del viejo lema “igualdad-fraternidad-libertad”.
El mundo está lleno de bárbaros desalmados, pero en todas partes hay hombres
locos y mujeres locas que con plena conciencia de su condición humana se les
enfrentan. No son luchas egoístas esas que libran. No son disputas por el bien
material de quienes combaten sino la lucha por el bien común frente a quienes
solo consideran el beneficio propio.
Por
fortuna algunas de esas nobles locuras reciben en algún momento el
reconocimiento público. Y así, con motivo de la conmemoración del octogésimo
cuarto aniversario de la proclamación de la II República Española nos llega el
recuerdo de que el pasado 6 de agosto de 2014, la Honorable Cámara de Diputados
de la Nación Argentina aprobó con la amplia mayoría de 200 votos a favor y solo
2 en contra un proyecto de ley por el cual el 14 de abril era declarado “El Día
Nacional del Exiliado Español en la Argentina”. Un gesto que no sorprende en
absoluto en una nación que tantas muestras ha dado y da de saber lo que es la dignidad humana.
Vaya pues
nuestro aplauso por esa decisión de la máxima institución de la Nación
Argentina. Y vaya también por todos aquellos hombres y mujeres que de un modo u
otro participaron de esa bendita locura que embargó el alma de quienes lucharon
en favor de esos principios republicanos que dieron lugar al acontecimiento que
este 14 de abril, en plena primavera boreal, hemos conmemorado. /PC
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