Es peligroso aliarse con el adversario para lograr algún objetivo común porque los intereses pueden ser contrarios en el momento menos oportuno.
Después del referéndum griego, cuando esperábamos una posición fuerte por parte de Grecia en su negociación con la UE, nos vimos sorprendidos ante la intolerancia europea y la sumisión griega. No nos lo esperábamos y no fuimos pocos quienes nos devanamos los sesos en busca de una explicación razonable. Se aventuraron hipótesis a cual más disparatada, como la de que el mismo Tsipras pudiese ser un impostor al modo como lo fueron algunos políticos supuestamente de izquierdas en lo que en España se conoce como la transición, ese paso nada ejemplar de la dictadura a algo que se le sigue queriendo llamar democracia pero que ya sabemos que no lo es.
Han pasado unos días y tras las primeras informaciones e hipótesis empiezan a llegar noticias que nos ayudan a entender el porqué de los hechos. Así hemos sabido que Tsipras se había entrevistado con Putin y que él, pero sobre todo Varoufakis, confiaban en poder salir del euro con una ayuda de Rusia que no obtuvieron. Algún titular apuntaba la posibilidad de una gran traición de Putin, que prometió primero y luego por algún ignorado motivo se echó atrás. Pero he aquí que hoy nos llega la noticia siguiente: “¡El gobierno griego apoya la política del estado israelí!” [1]. Leyendo dicho escrito se entiende que el socio de SYRIZA en el gobierno, un partido independentista de ultraderecha que controla el ministerio de defensa, ha cerrado el paso a toda negociación con Rusia al reafirmar la colaboración griega con el gobierno de Israel.
No podía ser de otro modo. SYRIZA, un partido de izquierdas, tenía por compañero de viaje en el gobierno a un partido de derechas, lo cual no es sino una alianza con su más peligroso enemigo. Un enemigo que, como era de esperar, no ha vacilado en ponerse en contra de su socio cuando le ha parecido más oportuno para sus propios intereses.
Grecia merece nuestra atención en tanto que es un país oprimido por la UE, al igual que el nuestro, pero muy especialmente por el proceso que estamos viviendo ahora aquí en Catalunya, donde un gobierno neoliberal disfrazado de independentista (CDC) está privatizando la sanidad pública y todo cuanto pueda ser objeto de negocio.
Tres años lleva el partido del gobierno enardeciendo el ánimo independentista del pueblo catalán. Para ello ha movilizado todos los medios de comunicación que controla (TV3, Catalunya-Radio y varios periódicos) y ha desplegado una permanente actividad de organizaciones civiles que supuestamente son apartidistas pero que están completamente controladas por personas afines a la ideología del gobierno (OMNIUM CULTURAL i ANC). Con tales maniobras ha logrado confundir al pueblo catalán independentista haciéndole creer que la independencia está al alcance de la presidencia del gobierno, lo cual es completamente falso. Y ha logrado además que la idea de la independencia prime sobre cualquier otra consideración de índole política en el pensamiento colectivo catalán, eludiendo de este modo que la sociedad catalana se fije en todo el despojo que desde el gobierno mismo se está llevando a cabo en el bienestar de la población. Algo, esto último, que no es muy difícil de lograr en un país como la Catalunya actual donde la sociedad está completamente aburguesada.
En la actualidad ocupa la escena pública la lucha por la independencia. Con engañosa maquinación el gobierno catalán convoca unas elecciones autonómicas que dice tienen carácter plebiscitario, tras las cuales asegura que de salir vencedor en las urnas declarará unilateralmente la independencia de Cataluña en relación con el Estado español, algo que es a todas luces inviable. Para logar ese triunfo invita a todas las formaciones políticas a unirse en una lista electoral única con renuncia expresa de sus respectivas ideologías y programas de gobierno. Algo así como un cheque en blanco en el orden político a favor del gobierno.
El debate sobre la arrogante propuesta del presidente del gobierno ocupa toda la actualidad informativa. Nada se dice sobre las consecuencias que para la nación catalana puedan acarrear una legislatura más de gobierno neoliberal. Nada se dice sobre la acelerada pobreza que las políticas neoliberales del gobierno están creando entre las capas sociales más desfavorecidas. No, no se habla para nada de cuanto no sea independencia y el supuesto modo, hasta hoy desconocido, que el gobierno tiene previsto para alcanzarla.
Pensamos que el pueblo catalán se juega el futuro en esa artimaña de la derecha neoliberal catalana. Que esa propuesta de dejar de lado ideologías y programas de gobierno para apoyar la supuesta estrategia independentista del gobierno es una trampa que puede salirnos tan cara como le está saliendo al pueblo griego la alianza de su primer ministro con la extrema derecha.
Dejar el poder en manos del enemigo es el error más grande que se puede hacer en materia de estrategia política. Ojalá no todas las formaciones políticas catalanas caigan en él. /PC