Cataluña será independiente y libre si es revolucionaria, pero no lo será nunca mientras sea conservadora.
El pueblo catalán vive con deleite su afán de independencia. Es un sentimiento profundo que se mantiene a lo largo de tres siglos y que ha ido creciendo en la medida que ha crecido la opresión del Estado español. Pero no toda la población de Cataluña participa en esta lucha ni está movida por el sentimiento que la sostiene. En Cataluña viven unos siete millones y medio de seres humanos de origen diverso, principalmente español, que a pesar de haber nacido en tierra catalana se consideran a sí mismos españoles. Esta gente, que no perdió nada del 11S de 1714, casi no se les ha dicho nada que los pueda motivar a favor de esta independencia que tanto anhela la mayor parte de la nación catalana.
Entre la población catalana independentista que se plantea los pros y los contras de la independencia hay una estimable diversidad de opiniones. A pesar de coincidir en querer la independencia, a la hora de plantear la manera de conseguirla afloran las divergencias ideológicas. Mientras que unas opciones son claramente conservadoras, otras, son marcadamente revolucionarias. El privilegio de clase en las primeras. El bien común y el principio de igualdad en las demás.
Esta dicotomía política no es nueva en el ámbito independentista, sino que fue una constante desde la revuelta catalana de 1909 hasta la caída de la República. Por entonces, a la lucha por la supervivencia de la cultura y la nación catalana de carácter predominantemente romántico y burgués que se había iniciado con la Renaixença se le sumó la clase obrera, que vio en la independencia de Cataluña un refuerzo a su lucha contra la opresión del Estado español. El Estado oprimía las naciones sometidas al igual que la clase privilegiada oprimía la clase trabajadora, lo que hacía que quien estuviera por la libertad no pudiera obviar una en favor de la otra. Una buena exposición de este tema la hace Joan-Carles Ferrer i Pont en “Nosaltres sols: la revolta irlandesa a Catalunya”, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 2007. Pero documentación fiable se puede encontrar en varios sitios y los que tenemos una cierta edad lo supimos ya desde muy pequeños por haberlo escuchado de labios de padres y abuelos.
En el presente, el independentismo catalán atraviesa una situación que se asemeja con la de aquella época en que hay dos corrientes ideológicas completamente opuestos que aparentemente están a favor de la independencia. El pueblo catalán clama por la independencia. Las fuerzas conservadoras encabezan oficialmente el fervor popular, pero anteponen sus intereses de clase. Mal camino llevamos, porque todo el pueblo catalán de origen español, que no perdió nada del 11S de 1714 no tiene ningún motivo para apoyar esta independencia de que nada le aporta. Dicen los independentistas que nos ahorraremos el dinero que ahora nos roba España. Quizá sí, pero ¿que se hará de él? ¿Quién asegura que no irá a parar a manos de los mismos que se lo embolsan ahora? Pues no, no lo asegura nadie. Nadie habla de eso porque según parece ese es un tema tabú en el presente discurso independentista. "Primero la independencia, después ya hablaremos". Quizás sí que hablaremos pero, ¿a quién anima eso?
Mientras, van surgiendo otras opciones políticas que sí animan el pueblo, sobre todo a la parte de pueblo catalán de origen español. Crece el fascismo partidario del dominio imperialista español y crece también el número de los que esperan que las fuerzas políticas que afloran en España construyan un Estado con mayor justicia social. Si esto llegase a ser así, ¿qué motivo tendrían ellos para dejar de ser españoles?
Cataluña es hoy un país ocupado militarmente desde hace tres siglos e invadido civilmente a lo largo de todo el siglo XX pero muy especialmente de los años cuarenta acá. Hoy el sentimiento independentista palpita sin duda el corazón de una buena parte de la población catalana, pero no de la mayoría. A lo que sí aspira la mayor parte de la población, independentista o no, es una mayor justicia social, un tema que apenas ha asomado en la mayor parte de los actos en favor de la independencia. Es por eso que pensamos que se han equivocado mucho los líderes políticos independentistas que han apoyado al gobierno catalán de derechas. Se han equivocado porque han dejado de lado toda esta gran parte de población catalana de origen español que ahora espera que la liberación les llegue por parte de la nueva izquierda española.
En política no hay que olvidar las lecciones de la historia. Cataluña no consiguió la autonomía política cuando la defendió La Liga. No lo quiso el gobierno de España ni lo quiso La Liga porque la burguesía catalana quería el apoyo de España para tener sometido el pueblo catalán y al no lograrlo se echó atrás en sus propuestas de autonomía. Entonces la burguesía escogió seguir al lado de los que tenían el poder y ahora está haciendo lo mismo. El gobierno catalán de derechas exige el apoyo de los partidos independentistas en sus políticas neoliberales sabiendo que esto les hará perder el apoyo de la mayor parte de la población catalana. Es una trampa. La derecha catalana es ladina; lo hemos dicho en varias ocasiones y lo repetimos ahora.
Cataluña nunca será independiente mientras el independentismo lo lidere la derecha. No lo será porque nunca la derecha política catalana ha sido independentista sino nacionalista, es decir, españolista con concesiones a los rasgos diferenciales catalanes de forma que favorezcan la primacía social de las clases privilegiadas. El políticos catalanes de derechas han puesto siempre por encima de todo los intereses de su clase y no dejarán de hacerlo ahora que van a su favor las políticas neoliberales que vía Madrid impone la UE.
No hay ningún loco que tire piedras a su tejado. Ninguno, excepto los políticos catalanes independentistas de izquierda con representación parlamentaria en el día de hoy. Cegados por la obsesión independentista del pueblo, han apostado por la independencia a toda costa y han aceptado ingenuamente el juego hábil y tramposo que les ha planteado el gobierno de derechas.
Ojalá me equivoque, pero temo que el pueblo catalán pague muy caro este gran error estratégico de los políticos catalanes de izquierda. / PC
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