sábado, 22 de noviembre de 2014

Hay que acercarse al otro

A quienes queremos una Catalunya libre, independiente y anticapitalista.


Es un hecho constatado que los seres humanos nos juntamos en función de nuestras afinidades. Esto se puede ver a simple vista en todos los grupos del ámbito que sea. Nos juntamos para compartir lo que tenemos en común y, en este juntarnos, nos separamos de aquellos otros con quienes no encontramos nada o casi nada que compartir. Lo hacemos de forma instintiva, sin ni darnos cuenta en las más de las veces, y de ese  modo vamos convirtiendo la sociedad que nos rodea en un conglomerado de conjuntos diversos.

Diversidad y afinidad son las bases de toda sociedad, las de todo tipo de progreso e incluso las de la vida. Nada se podría hacer sin las afinidades que llevan a los individuos a col • laborar de manera casi instintiva los unos con los otros. Pero tampoco iríamos a parte alguna sin diversidad, con una uniformidad tal que dejara desatendidas un montón de funciones necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad.

Las sociedades actuales son muestras claras de la interacción de estos dos componentes que nos ocupan, la afinidad y la diversidad, y en este sentido, Cataluña no es una excepción. El pueblo catalán es étnicamente diverso desde hace mucho tiempo, pero por lo que ahora nos ocupa es necesario que nos fijemos en la diversidad de nuestra sociedad actual.

En menos de un siglo, auténticas riadas humanas han convertido el pueblo catalán en una sociedad que podríamos calificar de aluvial. Si ya en 1931 había un porcentaje estimable de gente venida de otros lugares de España, entre los años 40 y 50 este porcentaje se incrementó tanto que allá por los años 60 de los tres millones escasos que éramos al terminar la guerra alcanzamos los seis millones. Una exposición admirablemente bien hecho de todo este proceso lo encontramos en el libro de Francisco Candel "Los otros catalanes", que podemos encontrar en la colección "bolsillo" de Ediciones 62.

Hoy Cataluña tiene una población de poco más de siete millones y medio de habitantes, la mayor parte de los cuales tiene ancestros de cuarta generación, e incluso de tercera, que no eran catalanes, sino españoles. Pero también hay una parte de la población proveniente de otras naciones de todo el mundo que ha llegado en los últimos quince años. Juntos vivimos en Cataluña. Juntos hacemos día a día el país. Juntos disfrutamos de todo lo que la sociedad catalana pone a nuestra disposición y juntos sufrimos también las injusticias que nos imponen las políticas neoliberales que hoy imperan.

En el momento presente, catalanes de antiguo origen y catalanes de origen forastero tenemos en común el hecho de ser víctimas de la agresión neoliberal del capitalismo. Los gobiernos hacen lo que quieren con el patrimonio público sin que los controle nadie. Con el dinero proveniente de los impuestos que paga todo el pueblo subvencionan quiebras bancarias fruto de fraudes y de mala gestión; financian negocios privados de empresas en las que ellos o personas de su entorno tienen intereses; promueven obras públicas que no tienen otra finalidad que el negocio de las empresas que las hacen... y toda una serie de cosas que podríamos estar señalando durante horas y horas. Todo ello pagado por el pueblo de Cataluña, es decir, catalanes "viejos" y catalanes "nuevos" juntos. ¿No es lógico, pues, que juntos nos defendemos de esta feroz y humillante agresión?

Hoy el pueblo catalán lucha por su dignidad como nación. Las organizaciones civiles que encabezan esta lucha quieren demostrar al mundo entero que todavía hoy somos un pueblo que lucha por los derechos que el Estado español le arrebató tres siglos atrás y nunca le ha devuelto. El tiempo no legitima lo que es ilegítimo, pero sí dificulta el recuerdo de la injusticia y enturbia la perspectiva. Las circunstancias cambian y a menudo las nuevas son consecuencia de los hechos pasados. No es fácil hacer justicia ni conseguir gente que la quiera. Y menos si esta gente no ha sufrido la injusticia e incluso ha sacado provecho.

Queremos una Cataluña independiente y soberana, libre de toda sumisión. Esto son dos reivindicaciones: la identidad nacional y la soberanía en todos los órdenes sociales. Una afecta sólo a aquella parte de la sociedad catalana actual que la siente como propia. La otra afecta a la mayor parte de la población, la sienta o no la sienta. Ambas están íntimamente ligadas. Sin independencia no tendremos nunca soberanía económica ni de ningún orden. Pero sin soberanía el opresor de turno, tanto si es España como la UE, hará con el pueblo catalán, con TODO el pueblo catalán, lo que más convenga a los intereses de las clases privilegiadas que controlen.

Es aquí donde aparece la necesidad de acercarnos al otro, a este otro para quien la identidad nacional catalana no es ninguna motivación pero sí lo puede ser la injusta realidad que compartimos.

La soberanía del pueblo no la construirá nunca la burguesía que vive de someterlo y explotarlo sino que debe construir el mismo pueblo con su actuar diario. Esto requiere organizaciones de base que los gobiernos de derechas no consentirán nunca, sea mediante normativas disuasorias o trampas políticas. Pero para poder hacer esta aproximación hay que dejar de lado fanatismos y prejuicios y hacer de la realidad social y de la causa política que la genera el centro de nuestra lucha. De otro modo lucharemos en minoría, rodeados por la niebla mediática burguesa que no nos dejará ver a donde nos lleva nuestro afán ciego… y no conseguiremos nunca la libertad que queremos. / PC 


PUBLICADO EN KAOSENLARED.NET

sábado, 15 de noviembre de 2014

Tras el éxito viene el reto


El reto consiste en hacer que al menos las dos terceras partes del censo electoral estén por la independencia.


El pueblo catalán se manifiesta cada vez con más convicción. Las manifestaciones en pro de la independencia patria son indiscutibles éxitos de organización. La prensa internacional da fe de ello. Las cifras de participación aumentan de acto en acto, pero ni aun así llegan a la mitad de la población en edad de votar. Es evidente que no toda la población de Cataluña se moviliza para pedir la independencia. ¿Por qué? Dado que no hay ningún impedimento para hacerlo ni ninguna represalia por quien lo haga, hay que pensar que la causa es la falta de motivación.

Dejando de lado si es posible o no conseguir esta independencia que tant fervorosamente pide la parte del pueblo que se manifiesta y que los políticos catalanes impulsan, (tema que merece atención aparte), nos centraremos ahora en lo que debiéramos hacer para que la cifra de manifestantes supere las dos terceras partes del censo electoral.

Si de lo que se trata es de movilizar a la población de Cataluña, deberemos tener presente su composición. Una gran parte de ella es de origen español. Sus padres o como mucho sus abuelos nacieron en algún lugar de España. Y lo que es más grave: vinieron a Cataluña convencidos de que iban a una región de España. Una vez aquí se encontraron con que la gente del país hablaba una lengua distinta a la suya, pero escribía con la misma porque era la que les habían enseñado en la escuela. Todo estaba escrito y rotulado en castellano. El catalán lo hablaban los catalanes entre ellos pero no tenía ninguna validez oficial porque según se enseñaba en la escuela no era una lengua sino un dialecto. Era evidente que no habían salido de España. Estaban en tierra propia y con pleno derecho. Nada les motivaba a aprender catalán ni a sentir ningún respeto por el pueblo que los acogía. Se instalaron aquí y se adueñaron del país tan pronto como pudieron.

Pasados los años, diversas circunstancias han hecho que la nación catalana esté bastante más presente en el entorno de una buena parte de la descendencia de aquellos "otros catalanes", según los denominó Francisco Candel. Saben que Cataluña está de pie y que lucha por su existencia. Pero eso no quiere decir que sientan esta lucha como propia. En consecuencia no se suman, porque eso de la lengua y la identidad nacional catalana no es cosa suya. Y en cuanto al derecho de gobernar les da igual, porque los políticos que encabezan la lucha por la independencia son tan burgueses y están tan lejos del pueblo como los del gobierno de España.

Pienso que lquienes de verdad deseamos una Cataluña independiente y libre debemos empezar por analizar la realidad actual de nuestro país. El pueblo catalán en peso, sea cual sea su origen, está padeciendo un ataque neoliberal como nunca habían imaginado. Se están recortando los presupuestos destinados a educación y sanidad. Se están privatizando servicios médicos. Se pierden puestos de trabajo por falta de consumo, lo que genera un desmesurado índice de paro. Los impuestos suben y con ellos suben los precios... Todo esto lo sufre la totalidad de la población tanto la de origen catalán como la de origen español. El gobierno catalán dice en su descargo que hace lo que le ordena hacer el gobierno español. ¿Queremos más motivos, pues, para dejar de estar a las órdenes del gobierno de España? ¿Para hacernos independientes y no tener que aceptar las limitaciones impuestas por los que desgobiernan en España? ¿Acaso no es motivo para unirnos y luchar juntos, catalanes de origen y catalanes allegados, contra la injusticia social que estamos sufriendo?

La independencia patria motiva a la mayor parte del pueblo de origen o sentimiento catalán. La defensa de los derechos sociales puede motivar a la mayor parte del pueblo catalán actual, sea cual sea su origen. ¿Por qué, pues, las organizaciones civiles que encabezan el movimiento independentista no toman esto en cuenta? ¿Por qué están tan empeñadas en separar la lucha social de la lucha por la independencia? ¿Acaso no ven todo lo que estamos diciendo aquí? O quizá es que ya les gusta hacer toda esta liturgia de la reivindicación patria, pero no que no hayan cambios sociales?

A pesar de que una buena parte del componente humano que lucha por la independencia sea joven y su ideario esté a favor de una mayor justicia social, no parece que lo estén las cabezas visibles de las entidades organizadoras. Pero tanto si están por una Cataluña más igualitaria como si no, su discurso no lo deja ver claramente. Y en cuanto a la participación de los dos partidos políticos mayoritarios en el momento presente, tampoco hay ninguna manifestación que haga referencia a las desigualdades sociales que la línea política del actual gobierno favorecen. Antes al contrario, que cuando el presidente Mas ha sido interrogado al respecto ha dicho claramente que los "recortes" presupuestarios se seguirán haciendo aun cuando se logre la independencia. ¿Qué queremos, pues, que la población catalana de origen español se vuelque a pedir una independencia que no les reporta nada?

Pienso que no esa mayoría de calidad que deseamos mientras la llamada a la independencia esté impregnada de ideología burguesa. Mientras todo el pueblo no vea claramente que las perspectivas de futuro que se le ofrecen tienen muchas más garantías de justicia social que las ya presentes. Mientras piense que seguirán mandando y gobernando gente tan indiferente a las necesidades sociales y tan atenta a los intereses de las clases privilegiadas como la que gobierna ahora. El pueblo catalán de origen forastero no es estúpido y no se moverá por nada que no les va ni les viene.

Si de verdad queremos una Cataluña libre es necesario que comencemos librándola de la opresión interior. España expolia el pueblo catalán, pero la burguesía catalana también. Es por ahí por donde se debería empezar, por hacer ofertas políticas coherentes con las necesidades sociales de toda la población. Quizás a partir de ahí las clases modestas dejarían de ser indiferentes a nuestro deseo de independencia. Pero si no ofrecemos ningún cambio social que mejore las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas, si lo único que ofrecemos es cambiar la española "rojigualda" por la catalana “estelada”, seguiremos luchando en minoría por un cambio que no motiva a la mayor parte de lo que hoy es la población de Cataluña. / PC

http://www.kaosenlared.net/colaboradores/100164-despr%C3%A9s-de-l-%C3%A8xit-ve-el-repte-cat-cas

Ver original en catalán en:

sábado, 8 de noviembre de 2014

Los sentimientos de clase y de nación

Durante años la tiranía de los gobiernos al servicio de los poderosos ha sometido al pueblo a un proceso de destrucción sistemática de los sentimientos de clase y de nación. Pero hora el pueblo despierta.


Como casi todo el mundo sabe y los políticos saben mejor que nadie, los sentimientos son el motor de la conducta humana. De ahí su empeño en controlar los de cuanta más gente mejor, a lo cual dedican esfuerzos y recursos en abundancia. Y de ahí que quieran parecer ángeles cuando su conducta es la del peor espíritu maligno que cabe imaginar. Falsean datos estadísticos, mienten cínicamente y se hacen pasar por demócratas cuando en realidad son un hatajo de tramposos que dictan leyes a su medida y hacen uso de toda la fuerza del Estado para hacerlas cumplir.

No reparan en emplear toda clase de recursos que puedan despertar emociones, ya sean eventos deportivos, noticias deformadas en los cuales se criminaliza a quienes quiera que les sean adversos, campañas de socorro y asistencia a víctimas de daños que ellos mismos causaron, etc. Hacen lo que sea, sin escrúpulo alguno, con tal de confundir a la opinión pública y despertar sentimientos favorables a sus intereses.

Durante los tiempos de la dictadura fascista que gobernó en España desde 1939 hasta el comienzo de eso que vinieron en llamar democracia, se mintió a toda la población española en lo concerniente a las naciones y pueblos sometidos al tiránico gobierno que las armas impusieron en el Estado español. Se decía en los libros de texto escolares y se proclamaba por los medios que entonces había, prensa y radio principalmente, que el pueblo español era uno solo. Que la patria común de todos los españoles era España. Que Don Pelayo fue algo así como su fundador. Que la nación española era una y diversa en sus costumbres y lenguas pero que la única lengua que podía ser considerada como tal era la lengua castellana, siendo todas las demás simples dialectos. Ningún respeto para la lengua catalana, ni para la vasca, ni para la gallega, ni para otras que con el tiempo y la invasión centralista habían sido castellanizadas. Se trataba de destruir el sentimiento de identidad nacional de todas las naciones anexadas al Estado español, lo cual favorecía sin duda, el dominio de las mismas.

Después de lo que llamaron “transición”, en tiempos de lo que pretendieron y aún pretenden hacer pasar por democracia, el combate hacia el sentimiento de nación mermó y creció en su lugar el combate al sentimiento de clase. Ya no había clases sociales en España. Ya no había pobres, solo clase media. En todos los hogares había televisión, frigorífico, lavadora automática y un envidiable nivel de confort que deslumbraba a las personas mayores de aquel tiempo y les hacía olvidar las penurias sufridas en los años en que tuvieron que trabajar en condiciones infrahumanas o por sueldos de miseria. Había trabajo en abundancia y quien más quien menos disponía de dinero para comprar lo necesario y gastar en lujos y caprichos. La política la hacían los políticos y todo el mundo daba por sentado que la hacían bien.

La idea del debacle social que ahora padecemos no pasaba ni de lejos por el pensamiento de nadie durante los años de “esplendor” económico y social. De ahí que la “crisis” viniese tan de repente y que la mayor parte de la gente la tomase por una tormenta de verano que pronto iba a amainar. Pero pasan los años y el buen tiempo no llega, lo cual hace que el pueblo empiece a despertar.

Resucita el sentimiento de clase oprimida y el de identidad nacional. La gente abre los ojos y ve la miseria humana que se esconde tras la “grandeza” de las organizaciones estatales. La lucha por independizarse de su opresión tiránica crece. El pueblo toma conciencia de que es preciso combatir de raíz la injusticia que nos gobierna. De que si no luchamos vamos a ser los suburbios de esa mega nación que los ricos del mundo pretenden imponernos, de ese mundo que están empeñados en construir para los privilegiados.

Europa no es la patria de nadie salvo de los ricos. La Unión Europea no es nuestro mundo, por más becas Erasmus que acá se den y por más que los graduados con mejores calificaciones de los países periféricos puedan ir a trabajar a los países ricos de Europa. No es irse a trabajar fuera lo que hace falta sino poder trabajar en el propio país y participar del sentimiento de nación que se esfuerza por existir.

Durante años nos han lavado el cerebro con esa internacionalidad que ha dado lugar a la globalización del capitalismo, a ese endiablado dominio que el capitalismo ejerce sobre los pobres del mundo entero mediante las leyes dictadas por las corporaciones mercantiles y sustentadas por los ejércitos de los países poderosos.

Durante años nos han negado nuestra condición de clase dominada y la de pueblo sometido. Nos han hecho creer que la lucha no era necesaria. Ahora se esfuerzan en hacernos creer que no es posible. Mal lo tienen. Cada vez les va a ser más difícil mantenernos adormecidos. El pueblo está despertando. La clase social oprimida está tomando conciencia. La nación sometida lucha por su libertad. Ni leyes ni prohibiciones van a callarnos ni detenernos. Y aun menos someternos de nuevo. No nos pararán. Seguiremos luchando mientras nos quede un hálito de vida. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/99679-los-sentimientos-de-clase-y-de-naci%C3%B3n

 https://ecupres.wordpress.com/2014/11/25/los-sentimientos-de-clase-y-de-nacion/

sábado, 1 de noviembre de 2014

La unidad de España y el 9N

A aquella parte del pueblo español que está a favor de la violencia que el Estado ejerce sobre el pueblo catalán.


Los partidos independentistas catalanes, mayoritarios en su conjunto en el Parlamento Autonómico catalán, respondiendo al clamor de una gran parte de la población acordaron hacer el próximo 9 de noviembre un plebiscito en torno a la independencia de Catalunya respecto del Estado español. El gobierno español se opone a la realización de dicha consulta alegando que es inconstitucional.

Cabría preguntarse en qué se basa la inconstitucionalidad de ese plebiscito si tuviese carácter vinculante, pero dado que se trata tan solo de conocer el sentir de la población de Catalunya, esa Comunidad Autónoma constituida sobre lo que desde siglos viene siendo Cataluña, tierra patria de la nación catalana, la legalidad de dicha prohibición no es la principal cuestión. Lo es, eso sí, el motivo por el cual el gobierno español prohíbe que se lleve a cabo dicha consulta. ¿Qué es lo que temen los gobernantes de España? ¿Temen que se sepa el grado de descontento del pueblo catalán con las decisiones de los gobiernos españoles? ¿O que se dé público conocimiento de que una gran parte del pueblo catalán está harto de ser tratado como botín de guerra desde aquel fatídico 1714 en que los ejércitos del Borbón Felipe V, antepasado del actual rey de España, invadieron Catalunya?

Nadie con un mínimo de conocimiento de la historia de los pueblos que hoy forman el Estado español puede negar que la tan cacareada unidad de España tenga como fundamento y sostén la violencia. No es voluntad del pueblo catalán estar sometido a las leyes y gobiernos de España, sino que esa condición le ha sido impuesta a punta de bala. Los poderes político, judicial y militar concurren en la acción represora, al igual que el poder económico de unas instituciones financieras que controlan a los gobiernos que manejan a su manera los impuestos que paga toda la población.

La violencia del Estado español no es cosa del pasado, ni siquiera de los tiempos de la dictadura, sino que permanece en la legalidad presente, controlada, como bien sabemos por las fuerzas que se sublevaron contra el espíritu progresista de la II República, la cual sin ser un prodigio de perfección era un estimable avance democrático. Muestras claras de la actual violencia estatal son la vergonzosa ley mordaza, que pretende acallar las protestas del pueblo ante las injusticias de sus gobernantes y en el caso presente negar el derecho de plebiscito al pueblo catalán.

El terco empeño de quienes defienden la unidad de España nos mueve a preguntar a quien favorece y a quien perjudica. Y sin lugar a duda alguna nos atrevemos a afirmar que perjudica a quienes pagamos el gasto y favorece a quienes del esfuerzo ajeno se benefician. Otro sería el discurso catalán si los impuestos que pagamos sirviesen por igual para bien de toda la población del Estado español. Pero lejos está la realidad presente de ese supuesto. Los impuestos que pagamos los catalanes van preferentemente a engrosar los dividendos y beneficios de las grandes corporaciones mercantiles internacionales.

Si al expolio fiscal le añadimos la agresión y la falta de respeto que el pueblo catalán viene padeciendo desde hace tres siglos por parte de los gobiernos de España, podremos entender la sensibilidad que ahora nos mueve a clamar por la independencia. Desde el genocidio perpetrado por el Borbón Felipe V y la anexión de Catalunya al territorio español, nunca hasta nuestros días el pueblo catalán ha recibido la menor reparación por parte de los gobiernos españoles. ¡Nunca! Y lo que es peor: nunca lo han mencionado. Desde España se ha dado siempre por bueno el desenlace de la invasión de Catalunya.

Actualmente ese Estado español heredero de la dictadura nos sigue imponiendo un rey hijo y sucesor del que impuso a dedo el dictador y los poderes fácticos que dominaron durante la dictadura y siguen hoy dominando. Falsa es a todas luces la apariencia de democracia que reina en España. Ni derecho a expresar su sentir y su pensar tiene el pueblo catalán según el Tribunal Constitucional Español. ¿Qué clase de democracia es, pues, la que niega el más elemental derecho de expresión?

El pueblo catalán vive bajo el dominio de los gobiernos de España desde hace tres siglos. Eso que puede incluso parecer lógico y aun bueno por quienes de ello se benefician no lo es para quienes lo padecemos. Tres siglos de sumisión no pueden tornar justa la injusticia que cometieron las armas y el poder. El pueblo catalán no acepta ese resultado ni parece dispuesto a aceptarlo nunca. La lucha sigue y seguirá hasta que la dignidad de la nación catalana sea respetada como merece. Y eso exige librarse de la opresión española. Ténganlo claro, pues, quienes a lo justo anteponen la conveniencia de la unidad de España. No nos pararán. No cejaremos. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/99209-la-unidad-de-espa%C3%B1a-y-el-9n