Por un cristianismo sin creencias
Las celebraciones de Semana Santa me traen cada año
recuerdos de juventud, de emoción religiosa intensa en horas de silencio y
recogimiento, de plegaria callada ante el Santísimo. Y también de cantos
procesionarios, aunque no de toques de tambor ni de la tradicional parafernalia
religiosa porque nunca la viví.
Pero lo que más recuerdo es el silencio de las calles y
de todo el entorno. Sé bien que aquel era un silencio impuesto, una alianza
entre la Iglesia Católica Romana y la dictadura fascista española, pero aun
así, lo recuerdo con añoranza, y pienso que no nos iría mal ahora un poco de
silencio, no impuesto como entonces sino colectivamente acordado, como el que
se encuentra en los monasterios y sitios donde se celebran retiros durante
estos días.
Lástima que son sitios religiosos, y al no compartir yo
sus creencias no me siento cómodo en ellos. Tal vez con el tiempo alguna
comunidad religiosa se decida a organizar retiros cristianos para no creyentes,
y yo tenga la suerte de alcanzar a verlo y gozarlo.
En honor de la verdad tengo que confesar que algo de ello
he encontrado en ocasiones. La más reciente fue la vigilia de este último fin
de año que bajo la dirección de la Hermana Regina organizaron las Benedictinas
de Montserrat en su Monestir de Sant Benent, a pocos kilómetros de donde vivo,
la cual fue una muy acogedora celebración aconfesional, llena de sensibilidad
religiosa y humana.
Otra ocasión que recuerdo es una plegaria plurirreligiosa
en la celebración del día mundial del VIH/SIDA en el templo de Santa Maria del
Pi, hace algunos años en Barcelona, en la cual abundaron las lecturas
aconfesionales.
Y algo que se acerca mucho a esto que busco son los
encuentros del monasterio de Taizé, aunque lamentablemente restringida la
estancia a una semana al año para las personas de treinta años para arriba.
Y sin duda, los encuentros del Centro de Estudio de las
Tradiciones Religiosas (CETR), de Barcelona.
Pienso que en el mundo occidental actual sería posible y
beneficioso un cristianismo sin creencias, algo así como un postcristianismo.
La esencia del mensaje jesuánico pero sin dogmas. Aunque con liturgia, eso sí,
porque la liturgia me es necesaria tanto para entrar dentro de mí como para
sentirme unido a quienes me rodean. ¿Los evangelios…? Bueno, sí pero con la
debida critica.
Cada año por estas fechas me encuentro con escritos que
intentan dar una versión aceptable sobre la resurrección de Jesús. Muchos de
ellos me suenan a aquello de «donde digo digo no digo digo que digo diego», y
veo que se enzarzan en explicar que resucitar no significa revivir sino algo
que yo no llego a entender.
Yo veo más fácil expresarlo en lenguaje corriente y decir
que Jesús había calado tan hondo en quienes le seguían que su espíritu pervivió
en ellos. O que resucitó en ellos si se quiere mantener el término tradicional
y remarcar que el arrebato apostólico les vino tras la muerte del maestro. Pero
casi seguro que tal como yo lo expreso debe de ser considerado herejía por la
Iglesia Católica Romana. Es por esto y por más cosas que ahora no vienen a
cuento que yo dejé de sentirme católico hace ya mucho tiempo.
El caso es que me duele no poder leer de arriba abajo
escritos verdaderamente interesantes desde una perspectiva humana salidos de la
pluma de escritores cristianos porque cuando menos lo esperas aparecen las
creencias de siempre.
Siento como que se han propuesto escribir tan sólo para
gentes creyentes y nos dejan de lado a quienes no lo somos. Fe excluyente la
suya. Bien, pues con su pan se lo coman. Pero me da rabia, porque sus escritos
suelen estar llenos de una sensibilidad humana muy poco común, y el mundo
actual está muy necesitado de ella.
Veo la sensibilidad religiosa como una elaboración
alambicada de la sensibilidad humana. Algo así como la esencia de la calidad
humana. Y en este sentido me parece excelente. Pero por otra parte siento
rechazo por la utilización que de ella han hecho y hacen todavía quienes
elaboran y controlan el pensamiento religioso.
Y mi rechazo alcanza grado sumo ante la organización
eclesiástica. Lástima, porque hay en ella algunas personas que me parecen
dignas de aprecio, y estimables también algunas de las actividades que
realizan.
A buen seguro que en el mundo hay millones de personas
con sentimientos parecidos a los míos, y me gustaría encontrarme con ellas.
Pero después de algunos años de intensa búsqueda, estoy perdiendo ya la
esperanza de hallarlas. El último esfuerzo que he realizado en este sentido es
“La hora del Grillo”, este webblog que actualizo con la ayuda de diversas
personas amigas, el cual tal vez algún día me dé una sorpresa.
En fin, la Vida da lo que da. Démosle gracias.
Publicado en FEADULTA allá por enero de 2009